14 años después del primer evento deportivo, la actitud del gobierno anfitrión y las expectativas globales son muy diferentes
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Pekín se convirtió en la primera ciudad de la historia en acoger unos Juegos Olímpicos de verano y otros de invierno. Pero entre 2008 y 2022 cambiaron muchas cosas. El estado de ánimo en general, la actitud del gobierno anfitrión y las expectativas globales son hoy muy diferentes.
En 2008 cubrí los Juegos de Pekín y todavía vivo en la capital de China. El ambiente definitivamente no es el mismo en 2022. Como es natural, los Juegos Olímpicos de verano siempre son más importantes que los de invierno, por el simple hecho de que hay muchos más países implicados.
Y luego, por supuesto, está el Covid. Organizar unos Juegos “normales” es imposible con brotes de coronavirus surgiendo por todo Pekín, en un país que mantiene su compromiso oficial con la estrategia de “cero Covid”. Una consecuencia de esto es que no se venden entradas al público.
En su lugar, empresas estatales y otras organizaciones del Partido Comunista las están distribuyendo entre su personal, que debe de cumplir estrictas medidas de prevención, como una posible cuarentena y múltiples pruebas antes y después de asistir a los eventos. No obstante, incluso si no hubiera Covid-19, la China de hoy no es la de 2008.
Con una devastadora tormenta de nieve invernal en todo el sur del país, 2008 comenzó como “el año del infierno”. Luego llegó un levantamiento liderado por monjes en el Tíbet, seguido de un catastrófico terremoto en Sichuan que mató a unas 70.000 personas. El terremoto y la carrera desesperada por encontrar sobrevivientes despertaron una enorme simpatía internacional hacia China.
Cuando comenzaron los Juegos, los entonces líderes del Partido Comunista aprovecharon esto para mostrar la mejor cara del país al poner de relieve su economía en auge, sorprendentes nuevas obras maestras arquitectónicas, ciudades dinámicas y divertidas, y una sociedad que se había vuelto mucho más abierta, con una escena artística de vanguardia, grupos musicales underground y una cada vez mayor exposición a ideas extranjeras.
En 2022 gobierna el país una nueva dirección del Partido, con distintas prioridades. La actitud sobre las percepciones globales de la China de Xi Jinping es más bien así: sufrimos 100 años de humillación durante el siglo XX, nuestro tiempo llegó y el resto de ustedes deberá acomodarse mientras ascendemos al lugar que nos corresponde en el escenario mundial.
La China “progresista” de 2008
Tras la sangrienta represión de la Plaza de Tiananmen en 1989, Pekín perdió su candidatura frente a Sídney para acoger los Juegos Olímpicos de 2000. Con el fin de asegurarse los Juegos de 2008, se anunciaron ciertos cambios para mostrar que China había avanzado y era un digno anfitrión.
Uno de esos cambios fue rebajar las restricciones de viaje de los corresponsales extranjeros. Hasta entonces los periodistas requerían la autorización de un gobierno local para viajar a cualquier parte del país. Asistí a una función en 2008 y, junto con un grupo de reporteros, conversé con Qin Gang, del Ministerio de Relaciones Exteriores, que ahora es el embajador chino en EE. UU. Le preguntamos si pensaba que las normas para los periodistas iban a endurecerse de nuevo cuando terminaran los Juegos.
“De ninguna manera”, dijo, sonriendo e imitando con la mano el movimiento de una palanca de cambios. “China solo tiene una marcha y es hacia adelante”. En aquel momento, ciertamente se percibía así. Y, en muchos frentes, China claramente avanzó. Si visitaste Pekín en los anteriores Juegos Olímpicos y regresaras ahora, verías la diferencia.
Las infraestructuras de transportes de la ciudad, por ejemplo, se multiplicaron. En 2008, el metro de Pekín tenía solo cuatro líneas, con dos de ellas y algunos tramos construidos justo antes de los Juegos. Ahora, con 27 líneas y 459 estaciones (y más por venir), se convirtió en la mayor red del mundo.
Espacios que se desvanecen en 2022
Sin embargo, si el visitante que regresa profundiza un poco más, también podría descubrir que se redujo considerablemente la tolerancia hacia las ideas no respaldadas por el Partido Comunista. Algunos incluso dirían que se está desvaneciendo.
En las últimas semanas, se presionó a los disidentes para que no hagan ruido en un momento en que todos los ojos están puestos en China. Esto también sucedió en 2008. La diferencia ahora es que en realidad no quedan tantos intelectuales o abogados de derechos humanos para silenciar. Hace tiempo que fueron cercados.
Incluso los académicos sin filiaciones políticas se muestran reacios a dar entrevistas por si pudiera interpretarse que sus comentarios dan una mala imagen de su tierra natal. De hecho, un grupo de intelectuales a quienes se ve como alborotadores acaban de ser excluidos de grupos en la plataforma de redes sociales más importante aquí, Wechat.
Una de ellos, Zhang Yihe, declaró a BBC: “Al principio me enojé, porque no puedo hacer que mi voz se escuche. Más tarde decidí que los sentimientos de ira son inútiles y solo dañarían mi salud”. Aseguró que no espera que las nuevas restricciones para ella y los demás -impuestas por los Juegos Olímpicos- se suavicen aun terminado el certamen deportivo. Y esto no es todo lo que cambió.
Antes de los Juegos Olímpicos de 2008, había una vida nocturna única y sin restricciones en Pekín. Cualquier visitante extranjero quedaba impresionado ante la energía del lugar. Esta metrópolis todavía tiene mucho que ofrecer, pero tras interminables rondas de demoliciones se eliminaron muchos lugares pequeños y creativos de bajo presupuesto.
Hace poco, estuve hablando con un arquitecto chino que bromeaba diciendo que hace 10 años sentía como si saliera todas las noches. “Tal vez es porque era más joven”, dijo, riéndose, pero luego hizo una pausa, pensó y agregó: “La ciudad era diferente entonces. Tenía muchos amigos extranjeros”.
Los arquitectos en ese momento eran las estrellas de la ciudad. Se inauguraron edificios espectaculares, desde la torre de circuito cerrado de televisión inspirada en Escher hasta la hermosa cúpula que alberga el Centro Nacional de Artes Escénicas o el aeropuerto de Pekín con forma de dragón. Las estructuras olímpicas también eran impresionantes.
El artista disidente Ai Weiwei trabajó como asesor en el diseño del llamado Nido de Pájaro, el estadio nacional de la ciudad. Recuerdo haberlo entrevistado entonces sobre aquella y todas las demás estructuras llamativas de la capital, así como sobre en qué pensaba que la ciudad podría convertirse en el futuro en términos de arquitectura de vanguardia.
“No, no. Todo terminó”, respondió. No entendí. “Esa ventana, ese momento en el tiempo, ahora se cerró”, dijo. Lo que quiso decir el artista, que ahora se encuentra en el exilio, es que el espacio preolímpico para una expresión arriesgada y artística en la arquitectura se estaba acabando, incluso antes de que concluyeran los Juegos.
Yo era un poco escéptico, pero en 2014 el presidente Xi expresó esto en voz alta cuando afirmó en un importante simposio cultural que ya estaba harto de toda la “arquitectura rara”. Sin embargo, los ojos del mundo volverán a centrarse en el Nido de Pájaro durante las ceremonias de apertura y también lo harán durante la clausura de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2022.
Habrá menos gobiernos representados tras una serie de boicots diplomáticos por supuestas violaciones de derechos humanos, especialmente en Xinjiang, donde las autoridades fueron acusadas de graves abusos contra la población de la etnia huigur. Y mientras la actitud de Pekín hacia otros países se volvió más rígida en los últimos años, varios gobiernos extranjeros también endurecieron sus posturas hacia China.
Fuera hay menos voluntad de ignorar los abusos del Partido a sus propios ciudadanos.
¿Cómo se verán los Juegos de 2022?
Al menos hasta cierto punto, se observarán constantemente desde el punto de vista cultural las ceremonias en estos Juegos Olímpicos, a cargo de nuevo del director de cine Zhang Yimou. Voces críticas acusaron a Zhang de haberse vendido, desde dirigir películas críticas con la Revolución Cultural y el Gran Salto Adelante, en el que millones de personas murieron de hambre, hasta recibir grandes elogios por su espectáculo visual de 2008.
El director podría argumentar que los Juegos simplemente aportan otro lienzo en el que exhibir una visión de China: dónde estuvo y hacia dónde se dirige. Teniendo en cuenta cómo cambió la posición de China en el mundo, ver las ceremonias de los Juegos Olímpicos de Invierno es algo fascinante. Dan forma completamente a la manera en la que el resto del mundo ve los Juegos.
El evento será televisado. No se vendieron entradas. Los únicos extranjeros serán los participantes y trabajadores, y todo lo que se verá de Pekín es lo que está confinado dentro de una burbuja gigante de protección contra el Covid. Todos estos factores son cruciales para saber en qué se convertirán finalmente estos Juegos Olímpicos.
En todo caso, para un gobierno nervioso por si algo sale mal, si esto se convierte en un momento histórico de “quedarse en casa”, tal vez hasta le resulte conveniente en el fondo.
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