Barry Ames, sobre las elecciones en Brasil: “El peligro real es que Bolsonaro pierda una elección apretada”
El politólogo estadounidense especializado en procesos electores y en el gigante sudamericano analiza la polarización extrema que marcó esta campaña y plantea los posibiles escenarios que se abren después de la segunda vuelta
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SAN PABLO.- Brasil llega este domingo a la definición entre Luiz Inacio Lula da Silva y Jair Bolsonaro tras la elección más polarizada desde la redemocratización, con una campaña que se volvió aún más agresiva en las últimas cuatro semanas, tras la primera vuelta. El politólogo norteamericano Barry Ames, de la Universidad de Pittsburgh y especializado en procesos electorales y economía política en Brasil, advierte sobre el impacto de esa crispación extrema en el proceso electoral y hace foco en sus orígenes, atribuidos a un combo de factores.
Instalado en Washington tras haber vivido durante muchos años en distintas ciudades de Brasil, Ames señala en diálogo con LA NACION que esta situación política “aumenta los niveles de violencia y de intolerancia”, aunque tiene una mirada optimista sobre el futuro porque “no está tan atada a los partidos como en Estados Unidos”.
Además, el autor de El estancamiento de la democracia en Brasil y Contactos persuasivos: comunicación social y voto en América Latina advirtió que en caso de que Lula ganara tendrá dificultades para repetir el éxito de sus primeras dos gestiones. “Habrá tanta vigilancia puesta en el gobierno que, aunque quieran comprar el apoyo con maniobras como el mensalão [el escándalo de las mensualidades que estalló en 2005], les resultará más difícil hacerlo”, señaló, al marcar diversos elementos.
-¿Por qué cree que Brasil llegó a este escenario de extrema polarización entre Lula y Bolsonaro?
-Creo que la polarización comenzó en el período posterior a 2014, en particular después de 2016, con el juicio político de Dilma Rousseff. En primer lugar, creo que es una consecuencia de la rápida desaceleración económica, tras un periodo que permitió que muchas personas salieran de la pobreza y pasaran a ocupar un lugar muy precario de la clase media baja. El segundo factor son las iglesias evangélicas, que se volvieron mucho más activas políticamente y movilizan a sus seguidores contra la izquierda. Otro factor es que siempre ha habido una importante cuota de resentimiento en la clase media hacia los programas sociales, como el Bolsa Familia. En realidad, esos programas no le cuestan mucho al país y son positivos para la economía, porque es un pequeño porcentaje del PBI que es redistribuido termina en el consumo y estimula la economía. Pero eso no logra persuadir a las personas que están por encima del nivel de esas transferencias. Brasil tiene un importante grado de racismo, y eso me parece que estimuló el resentimiento contra esos programas sociales y contra la izquierda. Pero enseguida apareció otro factor muy importante: el alto nivel de corrupción de los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT). El argumento de que Lula fue injustamente condenado no significa que sus gobiernos no fueran increíblemente corruptos, porque lo fueron. Hubo enormes pérdidas para la economía brasileña debido al escándalo del Lava Jato. Y llevó a mucha gente que había apoyado al PT, sobre todo de la clase media, a volverse opositores a ultranza del partido. Dicen que no lo quieren más: “Nunca votaré al PT, cualquiera salvo Lula”.
-Pese a eso, el nivel de rechazo al presidente supera al del líder del PT en las encuestas.
-La tasa de rechazo de Lula no es tan alta como la de Bolsonaro, aunque es muy alta para una persona que tuvo dos mandatos exitosos como presidente. Esa tasa finalmente ha pasado a conformar el centro del apoyo a Bolsonaro. Ese es el primer conjunto de condiciones que generan una sociedad tan polarizada. Y además Bolsonaro hizo un trabajo muy malo como presidente, en particular en relación a la pandemia.
-¿Y cómo cree que esta polarización afecta al proceso democrático en Brasil?
-Creo que este tipo de polarización es mala. Totalmente. Aumenta los niveles de violencia y de intolerancia. Pero es diferente a la de Estados Unidos, porque no está tan atada a los partidos como en Estados Unidos, donde hay un claro sistema bipartidista y todo está determinado en función de si uno es republicano, y entonces ve la economía de un modo diferente a si uno es demócrata. En Brasil, el partido con una base verdadera es el PT. En la vida cotidiana en Brasil, ya sea en el bar o en la escuela donde uno deja a sus hijos, es más probable que uno hable con personas de diferentes orientaciones políticas que estando en Estados Unidos. Y cuando Bolsonaro se vaya, suponiendo que perdiera la elección, creo que la polarización disminuirá. Y sobre todo si el PT hiciera un trabajo razonablemente bueno en el gobierno, entonces me parece que volveremos a tener una especie de centroderecha y de centroizquierda. Cuando Lula competía con Fernando Henrique Cardoso, José Serra y Geraldo Alckmin había un grado de polarización menor, porque Lula se movía hacia el centro. Así que en Brasil no existe ese concepto de polarización natural, porque está mucho menos atado a los partidos políticos. Cuando Bolsonaro se vaya, y en cierto sentido cuando Lula también se vaya, cuando desaparezcan de la escena política, creo que el nivel de polarización será mucho menor que en Estados Unidos.
-¿Cómo evalúa el crecimiento de la derecha tras la gestión de Bolsonaro y qué efectos tiene para Brasil?
-Todos nos hemos dado cuenta de que el Congreso brasileño es mucho más fuerte que durante los gobiernos del PT. ¿Qué espero entonces? No veo un proyecto político ultraconservador, de libre mercado, en el Congreso, aunque Bolsonaro fuera presidente o no. Claro que con Lula un proyecto así no tendría ninguna chance, con Bolsonaro un poco más, pero intentó hacerlo con el actual ministro de Economía, Paulo Guedes, un neoliberal clásico, y no pudo. No hay ninguna política destinada a cambiar la economía. Y Brasil tiene un problema económico fundamental, y es que la tasa de inversión es demasiado baja. Así que las perspectivas de crecimiento son muy bajas. Pueden crecer un poco, y la economía está mejorando ahora después de tantos años de prácticamente un crecimiento nulo, pero no creo que ningún economista piense que Brasil se encamina a convertirse en un tigre asiático. Brasil no tiene una solución para el problema de aumentar la inversión que genere un alto nivel de crecimiento, y la dependencia de China y de los commodities llevó a un cierto grado de desindustrialización.
-¿Cree que si Lula ganara podría tener una gestión económica y social similar a la de sus primeros dos gobiernos?
-Creo que no tendrá el mismo grado de éxito a la hora de gobernar, por un conjunto de razones. Una es que el contexto económico internacional es mucho menos favorable. La compra de commodities por parte de los chinos no será tan estimulante para la economía brasileña como a comienzos de siglo. La segunda razón es que el Congreso será más exigente, independientemente de si el presidente fuera Lula o Bolsonaro. Será más difícil manejar la coalición. Y creo que la razón número tres es delicada: habrá tanta vigilancia puesta en el gobierno que, aunque quieran comprar el apoyo con maniobras como el mensalão, les resultará más difícil hacerlo. Sin duda habrá más vigilancia sobre cualquier gobierno que en 2002. Así que creo que le será difícil gobernar, dado que no existe un consenso nacional y el PT está más débil con el Congreso entrante, que es más conservador que antes de la elección. Lula necesita hacer algo para atraer a las personas interesadas por terminar con la corrupción, y creo que hizo una campaña desastrosa en cuanto a propuestas nuevas.
-¿Cuál cree que será el impacto de esta elección en la región?
-El gran temor, el peligro real es que Bolsonaro pierda una elección apretada… Creo que no logrará persuadir a las fuerzas armadas para que intervengan, no estarán dispuestas a hacerlo. Pero podría haber estallidos de violencia desatados por sus partidarios y cierta cuota de inestabilidad. Eso sería malo para la democracia en general en América Latina. Si Bolsonaro aceptara una eventual derrota, sería una buena señal para la democracia en la región. Brasil no es Uruguay, un país que tiene una democracia muy estable, pero espero que la polarización empiece a bajar, y si ganara Lula, que es un líder inteligente, creo que hará cosas para intentar reducirla. Porque, obviamente, no es saludable tener un nivel de polarización tan alto que genera una violencia espantosa.
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