Barcelona sin turistas: un golpe económico, pero un alivio para muchos vecinos
BARCELONA.- Para la florista Laura Gómez y muchos otros residentes de Barcelona, la pandemia de coronavirus tiene un lado bueno, en medio de toda la muerte y el sufrimiento. Por primera vez en décadas, los vecinos no se sienten superados en número por las hordas de visitantes extranjeros que inundan el principal destino turístico de España cada verano.
Nadie duda que su ausencia agravará la crisis económica provocada por la pandemia en España, pero los que, como Gómez, no se han contagiado, esperan al menos disfrutar de unas semanas de descanso antes del regreso del turismo masivo, que creen está arruinando su ciudad.
"Las Ramblas es nuestra", dijo Gómez, atendiendo el puesto de flores que su familia gestiona desde hace cuatro generaciones en un lugar privilegiado de la emblemática avenida. Reabrió el puesto la semana pasada tras dos meses de confinamiento por el brote de coronavirus, que ha matado a más de 27.000 personas en España.
En un lugar normalmente salpicado por caricaturistas dibujando y donde la charla incesante de la multitud tapa sonidos más sutiles, ahora se puede oír algo poco habitual: el sonido de los pájaros.
"No sabes cuanto agobia ver la calle llena de turistas", señaló Gómez. "Te preguntan todo el día dónde está la Catedral, dónde está la playa. ¡No soy una oficina de turismo!".
Ella sigue vendiendo rosas y girasoles, ramos de flores, paquetes de semillas y geranios en tiesto a su menguante lista de clientes locales, evitando los cactus en tazas de recuerdo habituales en otros puestos de flores.
"La gente de fuera para para hacerse la foto. ¿Para qué van a comprarse una planta si vienen aquí?", dijo Gómez. "No hay gente. Si la gente viera aquí no lo verías así. Vete a las barriadas y ves gente por la calle. Aquí la gente se ha ido porque se habían agobiado".
Sin embargo, algunos extrañan la animación que ofrecen los turistas.
"Da pena. ¿para qué quieren las Ramblas así? ¿Para ir en bici?", dijo José Montero, que trabaja en la zona y come todos los días en la terraza de un restaurante en la avenida. "Las Ramblas es para pasear. Las Ramblas necesita vida".
El otro destino clave de la ciudad, la Basílica de la Sagrada Familia, de Antoni Gaudí, sigue cerrado. Sin las multitudes que la rodean habitualmente, el único signo de vida en el exterior era un anciano dormitando en un banco.
Golpe económico
Pero piensen lo que piensen sobre el turismo, los vecinos de Barcelona están a punto de sufrir el golpe económico de vivir sin gran parte de los 10 millones de viajeros extranjeros que la visitan cada año.
A diferencia de Italia, que está abriendo las puertas a los turistas extranjeros, España está esperando a julio para levantar los 14 días de cuarentena para viajeros llegados de fuera, pese a las presiones de reapertura en un país donde el turismo supone el 12% de la actividad económica.
El Instituto Nacional de Estadística dijo el lunes que en abril no había llegado ningún turista. El año pasado, siete millones de turistas gastaron 7000 millones de euros durante el mes de abril en España.
Mientras Europa estudia cómo reanudar de forma segura los viajes continentales durante la pandemia, el gobierno de España instó a los españoles a pasar sus vacaciones en el país. El gobierno regional de Cataluña, de tendencia independentista, incluso lanzó una campaña de publicidad para atraer viajeros del resto de España.
Muchos empresarios y trabajadores, sin embargo, temen no seguir a flote sin los clientes extranjeros. Jesús Martín dirige Can Ramonet, un restaurante especializado en paella cerca de la costa barcelonesa. No está seguro de si puede cubrir sus costes con clientes locales.
"Somos la tercera generación (...) así que va más allá de una cuestión económica", dijo Martín. "En nuestro caso dependemos mucho de extranjeros (...) Si fuera solo por los nacionales, ya veríamos".
Barcelona se convirtió en uno de los principales destinos turísticos del mundo tras utilizar los Juegos Olímpicos de 1992 para promocionar su clima y cocina mediterránea, su hermosa arquitectura y estilo de vida desenfadado.
Los visitantes siguieron llegando pese a un atentado terrorista en Las Ramblas en 2017y a los disturbios de separatistas catalanes el año pasado. La ciudad, de apenas 11,6 millones de personas, recibió a un récord 11,9 millones de turistas en 2019, casi 10 millones de ellos del extranjero.
Mala opinión del turismo
Pero aunque el sector proporciona a Barcelona el 15% de su actividad económica y el 10% de sus empleos, cada vez más ciudadanos tienen mala opinión del turismo. Un sondeo a 3600 vecinos realizado el año pasado por el Ayuntamiento concluyó que el 61% opinaba que Barcelona no podía gestionar más visitantes.
Aparecieron pintadas proclamando "Turistas, váyanse a casa", junto con protestas contra las plataformas de alquileres turísticos como Airbnb, a las que los vecinos acusan de impulsar los precios de la vivienda y obligar a los locales a mudarse fuera de la ciudad. Muchos se quejan de que los comercios familiares hayan sido sustituidos por cadenas multinacionales, y del comportamiento poco educado de jóvenes extranjeros atraídos por vuelos de bajo coste.
"Barcelona se ha convertido en un destino de primera para juergas baratas con alcohol. No tengo nada en contra de las fiestas, pero soy el primero que sale al balcón a gritar a la gente que se calle", dijo Mario, que no compartió su apellido porque trabaja en el sector turístico.
Mario pasaba patinando por un paseo marítimo, libre ahora de bicicletas arrendadas y Segways abriéndose paso entre parejas que se tomaban selfis. En lugar de gente tomando el sol y disfrutando de la brisa, en la playa había un puñado de familias que ignoraron la prohibición temporal sobre los baños de sol y dejaron a sus hijos jugar en las olas.
"La playa vuelve a estar sana y pura", dijo Mario.
Rafaela Pérez y su marido, que caminaban por el paseo marítimo, describieron la interrupción del frenesí turístico como agridulce.
"Parece glorioso que tenemos este espacio para nosotros, pero sabes que no es buena para la economía", dijo Pérez, de 63 años. "Tenemos unos vecinos que lo están pasando mal, y lo peor está por venir".
Agencia AP
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