Barack Obama: "La democracia en EE.UU. está desgastada, y no solo por Trump"
RÍO DE JANEIRO.- Barack Obama dejó la presidencia de Estados Unidos en enero de 2017 y se zambulló en un largo periodo de reflexión sobre sus ocho años en la Casa Blanca. De ese ejercicio brotaron las 751 páginas manuscritas en blocs de hojas amarillas que conforman el primer volumen de sus memorias, Una tierra prometida. Para Obama, la polarización desmedida, las teorías conspirativas, las mentiras propagadas por la derecha norteamericana y el desprecio de Donald Trump por los valores y las normas corroyeron el proceso democrático y tardarán en ser superados por la sociedad de su país.
"Nuestra democracia está desgastada. Y no es consecuencia solo de Trump. Lo que cuento sobre mi presidencia revela que algunas de esas tendencias ya existían", le dijo Obama a la cadena O Globo.
El expresidente concedió la entrevista el domingo, en directo desde Washington, como parte de la campaña promocional de su libro, que acaba de salir a la venta simultáneamente en todo el mundo, y que cronológicamente abarca desde su infancia hasta la ejecución de Osama Ben Laden, durante su primer mandato al frente de la Casa Blanca.
En el libro, Obama describe al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva como un líder cautivador que sacó a muchas personas de la pobreza, pero que tenía "los escrúpulos de un jefe mafioso".
Escritor de una pluma atrapante, Obama detalla la importancia de su madre en su formación, desborda de admiración por su esposa Michelle, y se quiebra al recordar el impacto que tuvo su meteórico ascenso político en su relación matrimonial y con sus hijas, Malia y Sacha. Pero los puntos fuertes del libro son los testimonios de Obama sobre el racismo y la inusitada escalada de virulencia opositora de los republicanos contra su presidencia.
Dice que las preguntas que se hacía cuando era chico, sobre la desigualdad entre negros y blancos, fueron las que lo impulsaron a ingresar a la política, a "dejar la periferia del poder" para tender puentes entre las dos visiones raciales del país. Pero se topó con una oposición dispuesta a explotar el racismo sistémico y "la ansiedad que despertaba un primer presidente negro" para obstruir la construcción de su legado.
El expresidente señala que esa estrategia opositora tomó forma con Sarah Palin, candidata republicana a la vicepresidencia en 2008, y fue exacerbada por Trump. Al final de ese proceso, el Partido Republicano había puesto en primer plano "la xenofobia, el antiintelectualismo, las teorías conspiranoicas y la antipatía hacia los negros y personas de piel oscura", con consecuencias duraderas para Estados Unidos.
Me parece que clave para entender su biografía está en las palabras que Michelle le dijo en broma en los comienzos de su matrimonio: "Es como si tuvieras que llenar un vacío".
-¿Esas 751 páginas manuscritas vienen a llenar ese vacío personal?
Bueno, el libro cumple varias funciones. Por un lado, es la historia de mi presidencia, épocas de muchos acontecimientos. Durante los dos primeros años de mandato, tuve que enfrentar la peor crisis financiera desde la Gran Depresión de 1929. Había una guerra en Irak, otra en Afganistán, problemas con el terrorismo, crisis ambientales. Con el libro, quise asegurarme de que la gente entendiera estos problemas. Pero también es una historia personal de alguien que se inspiró en el movimiento de derechos civiles en los Estados Unidos y que decidió meterse en política y dedicarse a la función pública. Creo que refleja la formación de un joven en su evolución hacia la primera magistratura de su país. Finalmente, también espero que el libro sirva de inspiración a los jóvenes de Estados Unidos y del resto del mundo, para que entiendan que ellos también pueden llegar a mucho y cambiar las cosas.
-En 2011, cuando vino a Brasil, visitó Ciudad de Dios y saludó principalmente a niños, niños negros y mulatos. La mayoría de ellos, más del 50%, vive en familias sin padre. Su asesora, Valerie Jarrett, dijo en ese momento: "Apuesto a que cambiamos la vida de algunos de estos niños para siempre", y usted dijo no estar tan seguro de que fuese así. ¿Ya encontró una respuesta?
Creo que Estados Unidos y Brasil se parecen mucho. Somos los dos países más grandes del hemisferio, dos democracias que tienen una historia basada en la esclavitud y la discriminación racial. A ambos les cuesta superar las desigualdades, las injusticias del pasado y mirar hacia el futuro. Cuando estaba en aquella favela, sentí afinidad con muchos de esos chicos, porque me hacían acordar a los niños pobres de Chicago o Washington. Creo que mi presidencia cumplió un rol simbólico importante, y no quiero minimizarlo. Una de mis razones para competir era enviarle a cada niño el mensaje de que siempre se puede aspirar a algo más grande, que el horizonte no tiene límites. Durante mi presidencia me encontré no solo con niños negros, sino también blancos, que ahora son jóvenes adultos y dicen: "Cuando era chico, no valoraba que tuviésemos un presidente negro". Ahora, en la vicepresidencia de Estados Unidos tendremos a una mujer de ascendencia negra y asiática. Y nos damos cuenta de que aquello era importante. Pero nunca me engañé acerca de los niños en las favelas de Río o en cualquier parte del mundo: ellos necesitan mucho más que aliento e inspiración. Necesitan buenas escuelas, trabajos de calidad cuando se reciban, una vivienda digna, y también protección contra la contaminación ambiental.
-Los brasileños recuerdan bien aquella cumbre del G-20 de 2009, cuando usted elogió al expresidente Lula diciendo: "Este es el hombre. Adoro a este tipo". En su libro, habla de Lula y reconoce sus logros sociales, pero también dice que supuestamente era una especie de mafioso político, envuelto en multimillonarios actos de corrupción. ¿Qué diría de Lula hoy?
-Bueno, surgieron informes de corrupción que yo no conocía en aquel momento. Creo que el don que tuvo Lula de conectar con el pueblo brasileño y el progreso económico de sacar a tanta gente de la pobreza son cosas innegables. En el libro justamente intento describir las complejidades de todas estas figuras. Hablo de Vladimir Putin, de Angela Merkel. Y uno se va dando cuenta de que la mayoría de esos líderes son un reflejo de las contradicciones y tensiones de sus países. Hay algunos de los que me sentí muy cercano, como Merkel. Hay otros, como Putin, con los que tuve una relación más de rivalidad. Pero para comprender a cualquiera de ellos, es importante comprender su historia, el contexto en el que se mueven, las limitaciones políticas con las que deben lidiar. A lo largo del libro, trato de ofrecer un poco del contexto histórico de los países que visité y de los que voy hablando. Muchas veces no nos tomamos el tiempo de entender realmente lo que ocurre más allá de las fronteras nacionales. Y esa incomprensión puede provocar conflictos y guerras.
-El presidente Trump insiste en que la elección fue manipulada y mantiene sumamente polarizada a la sociedad norteamericana, dificultando que Joe Biden sane el país, como ha prometido. ¿Cuál es el daño para la democracia estadounidense y cómo debería hablarles Biden a los 70 millones de estadounidenses que votaron por Trump?
-No hay duda de que en este momento Estados Unidos está profundamente dividido. El resultado de esta elección fue claro. La mayoría de la gente apoyó a Biden. No hay pruebas de que no fuera una elección justa y segura, en la que se contaron todos los votos y Biden recibió casi 5 millones más y muchos más electores que Trump. Pero también es cierto que ambos partidos, demócratas y republicanos, actualmente tienen profundas diferencias. Será un enorme desafío generar la unión necesaria para que el gobierno enfrente graves problemas como el Covid-19, el cambio climático y la crisis económica. Creo que Joe ayudará a calmar los ánimos y restablecerá algunas de las reglas, tradiciones y valores institucionales básicos que los republicanos y demócratas compartían antes de Trump. No me sorprende que Trump esté violando la costumbre de una transición de poder pacífica, porque ya violó todo tipo de reglas. La buena noticia es que, al final, no habrá ninguna diferencia. El 20 de enero tendremos un nuevo presidente. En el libro cuento que a pesar de nuestras diferencias, George W. Bush no pudo haber sido más amable, dando instrucción a sus equipos y agencias para que trabajaran con nosotros y así asegurar una transición sin problemas, y eso nos permitió actuar rápidamente en lo relacionado con la crisis financiera. Si Trump hiciera lo mismo, para el presidente electo Biden y su equipo sería más fácil abordar el problema de la pandemia. Y eso salvaría vidas.
-¿Entonces crees en la democracia estadounidense?
-Yo creo. Pero, como digo en el libro, nuestra democracia está erosionada, desgastada. Y no solo a consecuencia de Trump. En el libro puede verse que algunas de esas tendencias ya existían. La tendencia del Partido Republicano, por ejemplo, a impugnar y obstruir cualquier política propuesta por mí, incluso políticas que antes ellos mismos proponían. Los mismo ocurre con las teorías conspiranoicas y el tenue vínculo con la verdad que observamos en algunos de los medios de comunicación de derecha y ahora en las redes sociales: eso arrancó dentro del Partido Republicano con el movimiento "birther" [que afirmaba falsamente que Obama no nació en los Estados Unidos] Y ahora las afirmaciones del presidente Trump de que hubo fraude, en una elección que incluso según los funcionarios republicanos locales transcurrió sin problemas. Algunas de estas tendencias tienen raíces profundas y llevará tiempo revertirlas, pero más allá de todo, creo en la democracia norteamericana. En parte porque creo en los jóvenes que conocí, no solo en los Estados Unidos, sino en todo el mundo. Son instintivamente inclusivos, creen instintivamente en la igualdad y la justicia para todas las personas, aunque no sean iguales a ellos, reconocen que el libre mercado necesita regulaciones que permitan el progreso de los pobres y que garanticen la sustentabilidad ambiental. Creo que las líneas de tendencia son buenas, pero el camino puede ser turbulento.
-En su libro, señala que los republicanos hicieron política racial para oponerse a su gobierno. Aun así, nunca usted nunca puso la raza en el centro de la escena. ¿Le sorprendió que el racismo pudiera generar identificación en algunos sectores de la sociedad? ¿Hoy actuaría de otra manera?
-No me sorprendió. Nunca creí después de haberme elegido, Estados Unidos hubiese avanzado a una era post-racial. Es imposible desandar cientos de años de historia en una sola elección. Creo que hemos avanzado. Creo que hemos mejorado. Pero hay antiguos instintos tribales que siguen ahí. El legado de la esclavitud, la segregación, proyectan su sombra hasta el día de hoy. Lo vemos en la economía, en los directorios corporativos, lo vemos en la política. Nada de esto me sorprendió. Mientras escribía el libro, varias veces me pregunté si en su momento no debería haber sido más franco y decir abiertamente: "¿Por qué reaccionan conmigo de esa manera, si no reaccionaban así son presidentes anteriores?" Pero cuando la gente te elige para dirigir un país, lo que menos quiere es escuchar tus quejas. ¿Qué tan grave puede ser lo que te está pasando? Tal vez ellos acaban de perder su trabajo, su casa, o tienen que cuidar a un hijo enfermo. No quieren escuchar a una persona que vuela en el Air Force One y vive en la Casa Blanca diciendo: "¿Por qué me tratan mal?". Lo cierto es que en mis ocho años de presidencia, vimos que hay gente que le teme a la perspectiva de alguien como yo, un afronorteamericano al frente de la primera magistratura del país. Pero la mayoría del pueblo estadounidense aprueba el trabajo que hice. Dejé el cargo con el mismo alto índice de aprobación que tuve durante mi presidencia. Michelle y yo hablamos mucho del tema. Ella es de las que ve el vaso medio vacío, y yo veo el vaso medio lleno. Elijo creer que, a pesar de las turbulencias, estamos avanzando en el buen sentido.
-Varias mujeres fantásticas han influido en su vida. Y desde hace un tiempo, su partido está siendo sacudido por voces femeninas muy fuertes, incluida la de Kamala Harris, la flamante vicepresidenta electa. ¿Estamos cerca de tener una presidenta en la Casa Blanca? ¿Cree que será el apellido Harris, o podría ser el apellido Obama?
-¡Obama seguro que no! Michelle no va a competir, se los puedo garantizar. Pero creo que falta poco. Cuando asuma su cargo, Kamala Harris estará a solo unos pasos de la Oficina Oval. Es una persona de un talento extraordinario. Creo que la resistencia a las mujeres en cargos de liderazgo político de alguna manera ha sido tan fuerte como la resistencia a las personas de color. Es algo profundamente arraigado en nuestra cultura. No solo en la cultura estadounidense y brasileña, sino en todo el mundo. Las mujeres siguen sufriendo discriminación. En muchos países las niñas aún no reciben la educación y las oportunidades laborales que merecen. Y siguen sujetas a la violencia doméstica y el abuso. El trabajo de empoderamiento de las mujeres está en marcha. Como presidente, fue interesante poder observar que los países que oprimen a las mujeres, que no aprovechan su talento, tienden a ser países que no se desarrollan económicamente. Si no capacitamos a la mitad de la población, es como dejar a la mitad del equipo fuera de la cancha: vas a perder. Espero que Kamala Harris sea solo el comienzo de un proceso y que cada vez más mujeres del mundo sean vistas como líderes viables. En este mismo momento, somos testigos de que dos de los países que mejor están manejando la pandemia son Alemania y Nueva Zelanda. Ambos países son liderados por mujeres. Y eso no es casual.
O Globo/GDA
(Traducción de Jaime Arrambide)
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