La corrupción, la vulnerabilidad y la pobreza llevaron a la ONU a catalogar desde hace décadas a Bangladesh como uno de los países menos desarrollados del mundo; en los últimos años vivió un boom económico frenado por la guerra en Ucrania y a costa de condiciones laborales precarias
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La hinchada más grande y fiel de la selección argentina fuera del país sorprendentemente se encuentra en una remota nación del sur de Asia, a 17.000 kilómetros de distancia, que ayer festejó con euforia el triunfo de la Argentina frente a Polonia.
Una fortuita combinación de factores —un fuerte sentimiento antiimperialista, “la mano de Dios” en México 86 y el amor por el fútbol transmitido por los colonos británicos— cosechó en las últimas décadas un grupo de tenaces aficionados de la selección argentina en Bangladesh que ocasionalmente se pelea con otro grupo de bangladesíes que hinchan por Brasil en un lejano y bizarro espejo del continente sudamericano.
“Cuando era niño, mi padre me contaba que la Argentina es un gran equipo. Pero cuando crecí, y empecé a entender el fútbol, me convertí en un gran fan de Messi”, dijo a la agencia francesa AFP un estudiante bangladesí mientras veía el partido contra Polonia, que le garantizó a la Selección el pase a octavos, en pantallas gigantes en la principal plaza de la Universidad de Daca, la capital. “Si Dios quiere, llegaremos hasta la final y ganaremos”, expresó otro fanático en el mismo lugar, Shamsul Arefin, haciendo propio el futuro de la Scaloneta.
Lionel Messi 🤜🤛 Bangladesh
— Liga Profesional Eng (@LigaAFA_Eng) November 28, 2022
🇦🇷🇧🇩
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Vecino de la India y de Birmania, Bangladesh es uno de los países más densamente poblados y vulnerables al cambio climático del mundo. Tierra de feroces ciclones y devastadoras inundaciones, la nación asiática experimentó 185 fenómenos meteorológicos extremos entre 2000 y 2019 que infligieron un daño de 3720 millones de dólares, según el Índice de Riesgo Climático (IRC) de Germanwatch. Más aún, con el 75% del país bajo el nivel del mar, la ONU estima que perderá el 11% de su territorio en 2050, lo que podría provocar el desplazamiento de una de cada siete personas.
Una historia de hambre y violencia
Ya en 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, cuando Bangladesh era parte de la Provincia de Bengala, una división de la India durante la administración de la Corona británica, sufrió una de las peores hambrunas de la historia. Al menos tres millones de personas murieron por desnutrición y las fotografías de niños de piel y hueso tirados en las calles recorrieron el mundo.
No fue la primera ni la última. En 1975, Mujibur Rahman, el líder fundador y primer presidente de Bangladesh, fue asesinado junto con la mayoría de los miembros de su familia por oficiales militares en medio de una agitación popular en alza por la pobreza extrema, el desempleo y la corrupción luego de dos años (1973-74) de una hambruna arrasadora que golpeó a todo el país.
Rahman, un orador carismático y enérgico, se había hecho popular en Daca décadas atrás por su liderazgo en contra de la discriminación étnica e institucional de los bengalíes, que entonces no constituían un país independiente sino que habían sido repartidos entre Pakistán y la India por sus tendencias religiosas tras la partición de 1947.
Los bengalíes de Pakistán, inconformes con la gestión del gobierno central, se organizaron políticamente en la Liga musulmana Awami, que en la década de 1960, bajo el liderazgo de Rahman, clamó por la autonomía de la región.
En 1970, el descontento entre los bengalíes creció a raíz de dos factores: la falta de respuesta del gobierno pakistaní a un ciclón que mató a medio millón de personas y el impedimento de la toma de posesión a Rahman cuando consiguió la mayoría en el Parlamento en las elecciones de ese año.
La tensión escaló y unos meses más tarde el presidente de Pakistán, Yahya Khan, ordenó el arresto de Rahman y lanzó la infame Operación Searchlight, un asalto militar en el ala oriental del país con el objetivo de frenar el movimiento nacionalista bengalí. Antes de su detención, sin embargo, el líder opositor declaró la independencia de Bangladesh y alentó a toda la población a luchar hasta que el último soldado del ejército pakistaní fuera expulsado. El conflicto desencadenó en la Guerra de Liberación que duró nueve meses y en la que miembros de las fuerzas armadas pakistaníes asesinaron a tres millones de personas y violaron entre 200.000 y 400.000 mujeres bengalíes en una campaña sistemática de “estupro genocida”.
El apoyo indio a la insurgencia bengalí fue fundamental para terminar la guerra, que derivó en la independencia de Bangladesh el 16 de diciembre de 1971.
A partir de ese momento el joven país fue testigo de sucesivos períodos de gobiernos autoritarios y sanguinarios golpes de Estado —el general Ziaur Rahman, fundador del Partido Nacionalista de Bangladesh (BNP), también fue asesinado en 1981 por el ejército— hasta la llamada “Restauración de la Democracia” en 1990. Desde entonces, el poder ha alternado entre los dos principales partidos: la Liga Awami (centroizquierda) y el BNP (centroderecha).
Argentina Fans Wright NOW In Bangladesh 💚🇦🇷🔥❤️🩹 🇧🇩🔥 Dhaka University 🇧🇩 #Messi𓃵 #FIFAWorldCup #WorldcupQatar2022 #Bangladesh #messifans pic.twitter.com/FHBffzqjFB
— Adnan Hasib 🇧🇩 (@adnanhasib001) November 30, 2022
“Bangladesh tiene un sistema parlamentario en el que ‘el ganador se lo lleva todo’, por lo que el partido gobernante, cuando está en el poder, coopta todas las instituciones del Estado, incluidas las fuerzas del orden y el poder judicial. Este sistema ha dado lugar a una corrupción política masiva, sobre todo a la captación de recursos por parte de la clase política y sus allegados”, explica a LA NACION Ashraf Hoque, un antropólogo social y analista político de la UCL de Londres que es fanático de Diego Maradona.
Además, en las últimas décadas las elecciones generales han sido especialmente violentas. Según la organización local de derechos humanos Ain o Salish Kendra (ASK), al menos 1028 personas murieron y 52.066 resultaron heridas en 3540 casos de violencia política entre 2012 y 2017.
Con la restauración de la democracia, las alianzas políticas habían acordado que sólo participarían en las elecciones cuando las llevara a cabo un gobierno provisional neutral y no partidista. Sin embargo, en 2014, la gobernante Liga Awami de Sheikh Hasina Wazed (la hija del fundador del partido) eliminó esta figura. También aumentó la persecución de la oposición y prohibió presentarse a las elecciones al mayor partido islamista, el Bangladesh Jamaat-e-Islami. Más tarde, se aplicaron algunas leyes antiliberales, como la Ley de Seguridad Digital (2018) que restringió la libertad de expresión y el trabajo de los periodistas.
En febrero de 2018, año electoral, un juez bangladesí condenó a cinco años de prisión a la líder opositora Khaleda Zia (viuda del fundador del BNP) por corrupción.
“La eterna rivalidad entre la Liga Awami gobernante y el BNP se achaca a veces a las dos Begums, las mujeres líderes de los partidos. Las dos son las cabezas de sus respectivas dinastías políticas”, dice a LA NACION Inge Amundsen, politólogo del Chr. Michelsen institute (CMI) de Noruega.
“La dinastía política es el mecanismo para promover y proteger los intereses económicos de la familia. El poder político da a las empresas familiares acceso a los recursos gubernamentales, contratos, licencias y favores. Esto hace que el nivel de corrupción política sea muy alto, y que la enemistad entre los dos partidos familiares se convierta en algo más que una lucha política”, añade.
Por todos estos motivos, Bangladesh figura en el Índice de Democracia de The Economist como un régimen híbrido, con un puntaje de 5,99 en 2021.
Boom económico
La inestabilidad política, la corrupción, los desastres naturales, la hambruna y la pobreza llevaron a la ONU a catalogar desde hace décadas a Bangladesh como uno de los países menos desarrollados del mundo (PMD) en términos de su población y tamaño económico.
VIDEO: Deadly floods in Bangladesh leave millions stranded.
— AFP News Agency (@AFP) June 21, 2022
Monsoon storms have killed dozens of people and unleashed devastating floods that have left millions stranded. Floods are a regular menace in Bangladesh, but experts say climate change is increasing their ferocity pic.twitter.com/jUS2bxU5ia
Sin embargo, gracias a un boom económico, combinado con mejoras en la educación y la salud pública y un menor índice de vulnerabilidad, se proyecta que el país se librará de la onerosa etiqueta PMD en 2024, según el Comité de Políticas de Desarrollo de Naciones Unidas (PNUD).
Ya en 2005, Goldman Sachs denominó a Bangladesh, junto con otros 10 países, como una economía prometedora para la inversión y para un futuro crecimiento económico en un grupo que pasó a denominarse los “Próximos Once”.
Las razones detrás del crecimiento económico de las últimas décadas son múltiples. Amundsen dice que los factores que más han contribuido a la economía de Bangladesh son la industrialización y, en particular, la industria de la confección. “Debido a una gran población y a un gobierno autoritario, los salarios se han mantenido extremadamente bajos y los derechos de los trabajadores debajo de los estándares mínimos, lo que ha permitido a Bangladesh competir en este sector e incluso atraer inversiones en el negocio textil lejos de China, que ya no es tan barata”, señala.
De hecho, en 2013 un enorme incendio provocado por empleados furiosos destruyó una fábrica de ropa en Bangladesh que abastecía a las principales marcas occidentales, entre ellas la española Zara, y puso al descubierto las condiciones deplorables de trabajo.
Antes de la pandemia, Bangladesh registró un índice de crecimiento que rondaba el 8%, un valor por encima del promedio asiático y muy superior al de la India, de acuerdo a las cifras del Banco de Desarrollo Asiático (BDA). También aumentó sus ingresos per cápita, con una caída en el número de personas que viven por debajo de la línea de la pobreza de 73,5% en 2010 a 10,4% en 2018, según la organización financiera.
Después de la pandemia, el repunte de las actividades del sector manufacturero y de los servicios ha propiciado un fuerte crecimiento en 2021 y en la primera mitad de 2022. Sin embargo, la sólida recuperación económica se vio interrumpida por la guerra en Ucrania, lo que provocó un fuerte aumento del déficit en la cuenta corriente, una rápida disminución de las reservas de divisas, una desaceleración del crecimiento y un aumento de la inflación (la tasa anual alcanzó en agosto el 9,52%, la máxima cifra en los últimos 10 años).
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— Real Time (@RealTimeRating) November 30, 2022
“Aunque los indicadores macroeconómicos han mostrado tendencias positivas durante más de una década, los beneficios del reciente crecimiento han recaído en los ricos del país y no en los pobres. La mayor desigualdad de ingresos se refleja en los datos oficiales, que revelan que el 10% más rico posee el 38% de los ingresos totales de Bangladesh, mientras que el 10% más pobre tiene el 1%. La pandemia y las continuas subas de precios han afectado mucho a los pobres, debido a la falta de ahorros y a la ausencia de redes de seguridad social. Esto ha provocado conflictos sociales, protestas y el aumento del islamismo fundamentalista (jihadismo)”, dice Amundsen.
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