Ballottage en Francia: en los suburbios de París, parte del voto pasa de la extrema izquierda a Marine Le Pen sin escalas
Ubicada en las antípodas de Jean-Luc Melenchon, rival en primera vuelta, la líder ultraderechista captaría hasta 18% de los votos del candidato de izquierda el próximo domingo, según las encuestas
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SAINT-DENIS, Francia.– En los paneles municipales apoyados contra una pared de ladrillos, la lluvia terminó de desteñir los colores de un afiche todo arrugado, dejando apenas adivinar una cara y el eslogan: “Otro mundo es posible”. Esa era la promesa de Jean-Luc Melenchon, candidato de extrema izquierda de la Francia Insumisa, llegado en tercera posición durante la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Francia.
Sylvie, actriz de 43 años, todavía no consigue creerlo. “¡Pasamos a un pelo de la segunda vuelta!”, dice meneando la cabeza con desolación. En Saint-Denis, ese suburbio ubicado al nordeste de París donde viven 111.000 personas, el shock todavía no fue digerido. Como el 61% de los electores de esa comuna, perteneciente al departamento de Seine-Saint-Denis, Sylvie votó el 10 de abril por el candidato de extrema izquierda.
En esta ciudad, la más poblada del “93″, como se denomina a ese departamento por su número de orden, Melenchon arrasó. Cerca de 40 puntos más que la media nacional. Sus promesas sociales (jubilación a los 60 años, aumento del mínimo vital móvil, etc.) hallaron eco en todo el departamento, el más pobre de Francia. Y en esta ciudad multicultural, que reúne a más de 100 nacionalidades, sus posiciones contra la islamofobia también encontraron tierra fértil.
“El 69% de los musulmanes de Francia votaron por Melenchon. Un escore estratosférico”, señala Jérôme Fourquet, director del sector Opinión del instituto Ifop.
“Lo que me gustaba en él era sobre todo su programa social, sus promesas por la ecología y la idea de una nueva república”, detalla Sylvie. “El poder en Francia es demasiado vertical. Es necesaria una apertura hacia los ciudadanos”, dice. Y después del tercer puesto obtenido por su campeón, la cólera domina. “Por el momento, tengo solo ganas de votar en blanco en la segunda vuelta. La idea de votar por Macron ya me era insoportable. Pero después de verlo anoche durante el debate con Marine Le Pen, el rechazo epidérmico que me provocó su suficiencia, actuando como si fuera el único inteligente de la tierra, me convenció todavía más”, dice.
Por un momento, Sylvie pensó hasta en votar por la extrema derecha de Marine Le Pen. Pero después del debate de anoche, la idea desapareció: “¿Cómo votar por esa mujer absolutamente incapaz de hilar una frase? De solo imaginarla en el Elíseo tengo escalofríos”, asegura.
Recuerdos
El abuelo de Sylvie era de La Resistencia durante la Segunda Guerra Mundial. Después, incluso dirigió la ciudad. Ella podría, en consecuencia, haber frecuentado el pensionado de niñas reservado en Saint-Denis a los descendientes de titulares de la Legión de Honor. Pero prefirió la escuela pública: “Teníamos clases de educación cívica”, recuerda. “Hablábamos de Jean-Marie Le Pen –el fundador del partido racista y xenófobo Frente Nacional (FN), heredado por su hija Marine, que le cambió el nombre por Reunión Nacional–, pero nadie se sentía inquieto. Cometía tantos exabruptos que pensábamos que su partido terminaría por ser prohibido. ¡Y ahora, su hija consiguió que un tercio de los franceses nos preguntáramos si no sería una buena opción! Menos mal que es realmente un cero a la izquierda”, reconoce.
Su amiga Béatrice lamenta que la gente se haya interesado en las personas y no en las ideas durante la campaña para la primera vuelta. Gracias a los esfuerzos por “desdiabolizar” su imagen, el radicalismo xenófobo y racista de Le Pen pasó completamente inadvertido, dice. Béatrice se tomó el trabajo de leer su programa: “Lo que propone para la cultura me provocó náuseas. Se trata de una promoción del patrimonio completamente paralizada. ¡Pero, en Saint-Denis, el multiculturalismo es nuestro patrimonio inmaterial!”, dice esa profesora de danza contemporánea de 39 años.
Una parte de los votantes de Melenchon podría sin embargo ceder a la tentación lepenista. En 2007 fueron cerca del 8%. Esta vez, según Ipsos, podrían llegar al 18%.
“Las consecuencias serían devastadoras”, observa el alcalde socialista Mathieu Hanotin, que lanzó un llamado a votar por Macron y que ayer –un día después del debate– recibió al presidente en su ciudad que cerró allí su campaña. Macron presentó su plan Barrios 2030, prometiendo “multiplicar los medios” para la infancia, el alojamiento, el empleo y la seguridad.
Hanotin recuerda que un tercio de la población de Sanit-Denis es de origen extranjero y vive gracias a los subsidios y organizaciones populares que la extrema derecha pretende cancelar aplicando la llamada “preferencia nacional”. Pero el alcalde está obligado a admitir que Le Pen se ha “banalizado”.
“La idea de frente republicano para obstaculizar su llegada al poder no se siente aquí como una urgencia”, explica Hanotin.
Muchas acusaciones contra la líder de la Reunión Nacional caen en saco roto en Saint-Denis. Le Pen es nuevamente investigada por la malversación de 136.000 euros de fondos europeos sin que nadie entienda muy bien de qué se trata. Tampoco sus relaciones amistosas con el presidente ruso, Vladimir Putin, parecen cambiar la opinión de aquellos que tienen, como preocupación principal, el precio de la canasta familiar que no cesa de aumentar.
Pero es verdad que “no se puede llevar al Elíseo a una mujer que hace pensar a una versión francesa de Donald Trump o al primer ministro húngaro Viktor Orban”, reconoce Manon Aubry, joven eurodiputada de Francia Insumisa que hace todo lo posible para convencer a los electores de su partido de votar por Macron.
Si fuera electa, Marine Le Pen ya lo anunció: la noche de la victoria vendrá a Saint-Denis a inclinarse en la basílica que abriga la necrópolis de los reyes de Francia. Una forma, según ella, de saludar la continuidad histórica de su país que no solo pasa por el Imperio y la República, sino también por la monarquía. En la entrada de la bella catedral, la idea eriza a los pasantes. Cada año, el 21 de enero, la misa de los monárquicos que conmemora la muerte de Luis XVI es motivo de críticas e irritación.
La realidad es que, votar Le Pen, en Saint-Denis, ha dejado de ser inimaginable. Aun cuando la candidata de la RN esta aquí muy lejos de su registro nacional. La ciudad de Gabriel Peri, no lejos del centro, incluso acompañó la infancia de uno de sus principales colaboradores: Jordan Bardella, el joven presidente interino del partido.
“Conocí los fines de mes difíciles y la inseguridad”, recuerda Bardella. “Cuando regresábamos de la escuela a casa, cruzábamos a los dealers. Fue entonces cuando, a los 15 años, decidí lanzarme a la política”, recuerda. Hoy, los bloques de edificios de alquiler moderado (HLM) avecinan los restos del antiguo pueblo: algunas viejas casas sostenidas por poderosos puntales de madera que retardarán sin duda su derrumbe o la demolición. Tony, en ropa deportiva, pasa sin mirar a un joven que parece montar guardia.
“Voy a buscar a mi hijo a la escuela”, dice ese empleado de un comercio de calzado. En la primera vuelta no votó. Para este domingo… no excluye nada. Ni siquiera Le Pen. “Tengo dos hijos, de 8 y 14 años. Voy a votar pensando en la seguridad”, reconoce sin mencionar a la candidata de extrema derecha.
A los 56 años, François conoce bien la zona de Gabriel Peri: “Cundo era joven, vivir ahí era agradable. Las familias incluso pedían ser alojadas en la localidad porque no era lejos del centro. Pero ahora no se puede entrar”, dice. “El dealer trajo la inseguridad y a veces uno se pregunta si la policía no recibió consignas de no intervenir”, agrega.
En la alcaldía, donde trabaja en el servicio de inscripciones escolares, la atmósfera cambió: “Mucha gente habla de Eric Zemmour, el candidato de Reconquista, partido aun más radical y ultranacionalista que el de Le Pen. Los colegas me dicen, ‘por lo menos hay uno que dice en voz alta lo que todos piensan en silencio’”. François votó Macron en la primera vuelta. En una entrevista con la revista Zadig, el presidente comparó un día a Saint-Denis con “una California sin el sol”. Ese departamento es, en efecto, una cuna de start ups y los próximos Juegos Olímpicos de París prometen dar un golpe mortal a la mala reputación de la ciudad, manchada desde que el 13 de noviembre de 2015 cuando la policía abatió a varios de los autores de los atentados islamistas.
Maryam, 47 años, hace sus compras en el marcadito de Saint-Denis. La intención de Marine Le Pen de prohibir el velo islámico en el espacio público la deja sin aliento. “El velo integral, entiendo. Pero un pañuelo que cubra el cabello, ¿en qué puede ser ofensivo?”. Para ella es un absurdo. “Generalmente no uso velo. Pero, si lo hiciera, ¿los policías me harían pagar una multa? Maryam votó Melenchon en la primera vuelta: “Por la jubilación a los 60 años”. Sus hijos prefirieron Le Pen. Y probablemente vuelvan a votarla en el ballottage. “Yo votaré Macron. Pero ellos, no quiero saber. Tengo miedo de la respuesta”, confiesa.
Militancia
Larissa, 40 años, ama de casa, no solo votó por Melenchon. También militó por la Unión Popular repartiendo volantes puerta a puerta. Voluntaria, durante mucho tiempo ayudó a la gente a realizar sus trámites administrativos. Durante el confinamiento también participó en el reparto de comida: “Cantidad de estudiantes no tenían para comer”, recuerda. Para calificar los cinco años de mandato de Macron no tiene palabras suficientemente duras: “¡Solo tuvo gestos en favor del capital y siempre el capital!”. En 2017, después del primer debate Macron-Le Pen, Larissa votó en blanco en el ballottage. Ahora… “creo que haré lo mismo. El debate me dejó sin ilusión. De todas maneras, la ventaja de Macron es tan grande que no creo que mi voto vaya a cambiar algo”, reflexiona. Su bisabuelo, comandante en el Ejército, participó en la Liberación. Y ella reivindica su doble cultura: “Mi abuela era católica. Mi abuelo musulmán. Y yo cocino tan bien el cuscús como la blanquette!”, asegura.
Cuando faltan solo tres días para la segunda vuelta, François sigue tratando de movilizar a la gente: “Les digo que reflexionen bien sobre las consecuencias de sus votos. Y que no crean que, porque Macron lleva una considerable ventaja, no hay riesgos”. Si Le Pen ganara, el empleado administrativo teme un caos inmediato que se extendería a todo el país.
“La gente se lanzará a las calles, habrá graves enfrentamientos en todo el territorio y aquí, en Saint-Denis, después de lo que vivimos en 2005 –año de enormes enfrentamientos entre la policía y los jóvenes de varios barrios del 93–, sería lo mismo en potencia diez. Habrá que instaurar el estado de emergencia, incluso decidir una intervención militar”, advierte.
Por el momento, el peligro no parece inminente. Mohamed trata como François de hacer todo para evitarlo. Ingeniero jubilado, milita en el equipo del candidato verde Yannick Jadot y ya tomó su decisión: “En 2002, para la segunda vuelta, voté por Jacques Chirac (cuando se enfrentó a Jean-Marie Le Pen). En 2017 lo hice por Macron. En 2022 será la tercera vez que me sumaré al frente republicano para que la extrema derecha no pase”.
Pero Mohamed no oculta su decepción: “Todos los políticos jugaron con la extrema derecha”, dice. ¿Por qué votará así? El jubilado tiende su celular y muestra la foto de una niña. Leyla tiene cinco años. Es la cuarta generación de inmigrantes del Magreb. Y para su abuelo, sus rasgos representan la verdadera Francia.
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