Bajo presión: la crisis militar aísla más a Bolsonaro y alimenta su debilidad política
La salida de Fernando Azevedo e Silva de Defensa y la renuncia de los tres comandantes de las fuerzas armadas alejaron al presidente de Brasil de las instituciones militares
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RÍO DE JANEIRO.- En un momento de debilidad política, la crisis militar abierta esta semana dejó a Jair Bolsonaro más aislado y distante de los cuarteles.
La salida de Fernando Azevedo e Silva de Defensa el lunes, seguida de la renuncia conjunta de los tres comandantes de las Fuerzas Armadas –un hecho inédito desde el regreso de la democracia en Brasil–, alejó al presidente ultraderechista de las instituciones militares.
Azevedo entregó el cargo disconforme con la voluntad de Bolsonaro de tener mayor apoyo político de las fuerzas a su gobierno y también en el combate a las medidas de restricción contra el Covid-19. Al día siguiente, en señal de protesta, Edson Pujol (Ejército), Ilques Barbosa (Marina) y Antonio Bermudez (Aeronáutica) entregaron sus cargos a Walter Braga Netto, nuevo ministro de Defensa.
El desplante mostrado por las cúpulas militares fue posiblemente la mayor demostración, desde el 1º de enero de 2019, de que las direcciones de las fuerzas no están dispuestas a acompañar al presidente en una aventura golpista o de quiebre de la Constitución, según coincidieron un general de la reserva con paso por el alto escalón del gobierno de Bolsonaro y un politólogo, experto de las Fuerzas Armadas brasileñas, en diálogo con LA NACION.
“Bolsonaro tuvo una derrota política. Fue una señal de ruptura, un mensaje claro de que los militares quieren una separación y de que no son un brazo político”, dijo Octavio Amorim Neto, profesor de la Escuela de Administración Pública y de Empresas de la Fundación Getulio Vargas (FGV).
Maynard Santa Rosa, exsecretario de Asuntos Estratégicos de Bolsonaro, dijo que el presidente fue acumulando disgustos con los mandos militares y aprovechó para despedir al jefe de Defensa en medio de una crisis mayor, la del Covid-19. Santa Rosa, un general de la reserva de cuatro estrellas, presentó su renuncia en noviembre de 2019 desencantado con la forma de gestionar de Bolsonaro.
La relación entre Pujol y el presidente atravesaba un desgaste público. En noviembre, Bolsonaro había contestado a una declaración de Pujol que destacaba que los militares no tenían interés de involucrarse en política. Dos días antes, Bolsonaro había dicho que cuando se terminara la saliva tendría “pólvora” para defender la Amazonia de una presunta ofensiva extranjera, presuntamente alentada por una advertencia del presidente norteamericano, Joe Biden.
“Bolsonaro siempre pensó que las Fuerzas Armadas eran amigas de él porque había una simpatía con su discurso nacionalista, de respeto de la disciplina. Pero en la práctica empezó a tratar las cosas como un club de amigos, e incluso a un amigo no siempre se le dice que sí”, opinó Santa Rosa. “Exige que haya un tratamiento de amistad y no institucional. Esa es la causa de todo el dilema”.
Cargos jerárquicos
La presencia de militares en el gobierno superó largamente la de cualquier gobierno democrático de Brasil, no solo en la primera línea como ministros. Según un relevamiento del diario O Globo, en septiembre pasado, 342 miembros de las Fuerzas Armadas ocupaban cargos jerárquicos de las mayores remuneraciones de la máquina pública federal.
En el peor momento sanitario de Brasil, con más de 3000 muertes diarias, el presidente, un excapitán del Ejército que saltó a la política en 1988, sintió falta de mayores manifestaciones públicas que respaldasen su gestión, opinó Amorim Neto.
“El Ejército no aceptó asociarse a un manifiesto público contrario a la anulación de las penas de Lula [da Silva] ni tampoco ser usado para impedir lockdowns”, dijo el investigador. El presidente quería una manifestación sobre la decisión del Supremo Tribunal Federal (STF) que anuló las condenas por corrupción contra Lula. Algo similar a lo que había hecho el exjefe de la fuerza Eduardo Villas Boas en 2018, en la víspera de que la Corte tratara un habeas corpus presentado por la defensa del líder del Partido de los Trabajadores (PT), dijo Amorim Neto.
“Solo nosotros sabemos el motivo y murió acá”, señaló Bolsonaro el jueves, en una transmisión de Facebook, sobre los motivos de cambios de jefes de las fuerzas, y negó haber querido politizar las fuerzas.
De acuerdo con Amorim Neto, el quiebre en la relación comenzó en 2020, cuando el presidente comenzó a participar de actos con proclamas golpistas en Brasilia. Uno de ellos fue en la puerta de un cuartel, una manera de involucrarlos en la gesta. “El Ejército buscó empezar a disociarse al máximo porque estaba viendo un desastre sucediendo en el país. No solo por los problemas de la pandemia sino por las amenazas a la democracia”. A medida que la crisis sanitaria fue creciendo, la designación de Eduardo Pazuello, un general de la activa, para conducir el Ministerio de Salud fue determinante.
La indicación del general de Oliveira como nuevo jefe del Ejército, la fuerza más influyente de con 380.000 integrantes, no debe modificar sustancialmente la relación. Es considerado cercano al saliente Pujol y había dado recientemente una entrevista en la que manifestó que los militares reforzarían las medidas de aislamiento frente al Covid-19, destacando que gracias a ellas mantuvieron a la corporación con casos y muertes por debajo de la media nacional.
“No existe ninguna posibilidad de contaminación política. [De Oliveira] es una persona profesional, de es una generación de militares no politizada”, concluyó Santa Rosa, que auguró que la relación entre el ultraderechista y los militares seguirá deteriorada. “El presidente sacó a las fuerzas de una zona de confort. Posiblemente ahora tendrán una actitud muy fría”.
En sintonía con Santa Rosa, Amorim Neto concluyó que la crisis, además de dejar a Bolsonaro más lejano a los cuarteles, ahuyentó el fantasma golpista. “Mostró un compromiso de las Fuerzas con la Constitución y con la democracia. Por eso, es una derrota para Bolsonaro”.
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