Babylift: el operativo para sacar a niños de Vietnam en plena guerra que empezó con una tragedia
El 4 de abril de 1975 se estrelló un avión que transportaba a más de 200 huérfanos vietnamitas; más de 130 personas murieron en el accidente, incluidos 78 niños; el recuerdo de la misión ordenada por Ford volvió con las imágenes del aeropuerto de Kabul
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WASHINGTON.- Corrían los primeros días de abril de 1975, Saigón colapsaba en las postrimerías de una ruinosa guerra, y entre lágrimas, las mujeres survietnamitas le entregaban los bebés que habían quedado huérfanos a Regina Aune.
Aune tenía 30 años y era enfermera de vuelo de la Fuerza Aérea que acababa de aterrizar en la Base Aéres Tan Son Nhut como parte de una misión ordenada por el presidente Gerald R. Ford para evacuar a miles de huérfanos antes de la caída definitiva de Saigón.
“Fue un caos total”, recuerda hoy Aune. “Había mucha desesperación.”
Aune fue subiendo un bebé tras otro a un avión militar de carga, entre los sollozos de las mujeres vietnamitas al ver a los niños desaparecer entre del fuselaje del avión y despegar hacia una nueva vida.
“Lo único que quería era llorar, pero había que hacer el trabajo.”
Los bebés llorando y la angustia, todo eso volvió a sentir Aune al ver el caos frente al aeropuerto de Kabul en Afganistán, donde miles de ciudadanos norteamericanos y afganos abordaron aviones con destino a cualquier lugar que no fuera ese.
Una imagen difundida una y mil veces fue especialmente conmovedora: la de un bebé entregado a un Marine norteamericano por encima de una pared con alambre de púas.
“Recordé inmediatamente muchas imágenes clavadas en mi memoria: madres entregando sus hijos a extraños, literalmente desconocidos, para salvarlos de la muerte”, dice Aune.
Pero como el bombardeo al aeropuerto de Kabul que dejó 170 muertos, incluidos 13 miembros del servicio activo norteamericanos, el operativo del que participó Aune el 4 de abril de 1975 también terminó en tragedia.
El avión se estrelló.
Y lo que ocurrió a continuación fue un notable episodio de heroísmo que llevó, décadas más tarde, a una extraordinaria historia de amistad.
Abril de 1975 fue el comienzo del fin de la larga y desastrosa participación de Estados Unidos en la guerra de Vietnam.
A finales de mes, los norvietnamitas tomarían el control de Saigón. Pero mientras tanto, el gobierno de Gerald Ford lanzó una serie de misiones complicadas y a menudo desesperadas para extraer a los militares y ciudadanos estadounidenses y a sus aliados vietnamitas.
La primera misión autorizada fue la Operación Babylift, una iniciativa para transportar a miles de bebés y niños pequeños fuera de Vietnam en docenas de vuelos programados.
“Di órdenes a los funcionarios norteamericanos en Saigón para que eliminaran cualquier burocracia que pudiera obstaculizar la salida de los niños”, escribió más tarde Ford en sus memorias presidenciales. “Así que le dije a nuestra Fuerza Aérea que comenzara esos vuelos humanitarios lo antes posible. En una guerra, todo el mundo sufre, pero nadie sufre más que los niños, y el puente aéreo era lo mínimo que podíamos hacer.”
Los médicos y otros funcionarios auxiliares fueron enviados a rastrillar las calles de Saigón en busca de huérfanos. Uno de ellos fue el doctor Frederick “Skip” M. Burkle Jr., que había sido médico de la Marina durante la guerra. (Burkle más tarde cumplió servicio en otros conflictos, ganó dos Estrellas de Bronce y fue ministro de salud en Irak tras la invasión de Estados Unidos en 2003).
“Eran momentos desesperantes en Vietnam, entre esos estrechos callejones y con todo lo demás que estaba pasando”, dice Burkle, que actualmente tiene 81 años y vive en Hawái, después de haber dedicado toda su carrera a la medicina humanitaria y de asistencia en desastres. “De alguna manera tenía que encontrar los orfanatos. Obviamente era peligroso. Yo era el único estadounidense o caucásico dando vueltas por las calles.”
Orfanatos
Las familias abandonaban a sus hijos en los orfanatos, con la esperanza de que fueran rescatados.
“Cuando notaban que yo era norteamericano, venían corriendo desesperados, para entregarme a sus hijos”, dice Burke. “No se imaginan lo que fue eso.”
“En los orfanatos estaba cortada la luz”, recordaría Burkle años más tarde en su diario médico militar. “No bien entré, me tropecé con un bebé sentado en el piso sobre sus propias heces. Todos esos bebes… Yo no podía creer lo que tenía ante mis ojos.”
Contó 20 niños de menos de 3 años de edad. “Los llevo a todos”, se dijo Burkle.
Estaba previsto que el vuelo de Aune, con más de 200 niños a bordo, fuese el primer avión de la Operation Babylift en despegar. El avión Galaxy C-5 militar no estaba equipado para transportar niños pequeños, y mucho menos bebés, así que la tripulación tuvo que sujetarlos con correas de sujeción de carga.
El olor a combustible para aviones era insoportable. Muchos de los niños tenían vómitos y diarrea. Ya en el aire, la enfermera Aune permaneció con los bebés en la cubierta superior del avión. Los niños mayores estaban en el nivel inferior.
Aproximadamente a los 12 minutos del despegue, explotó una puerta de carga. Los pilotos intentaron regresar al aeropuerto, pero el avión se estrelló y derrapó sobre un arrozal. Casi todos los pasajeros del piso inferior perdieron la vida.
En la cubierta superior, hubo una lucha para sacar a los bebés del avión y llevarlos a los helicópteros de rescate que esperaban ahí cerca. Aune estaba gravemente herida, con varios huesos rotos de los pies y las piernas, pero se las arregló para hacer varios viajes de ida y vuelta al interior del avión con bebés debajo de cada brazo.
En algún momento, sin embargo, el dolor la sobrepasó.
“Pedí que me releven porque las heridas me impedían seguir adelante”, dice. Y se derrumbó.
En el accidente murieron más de 130 personas, incluidos 78 niños.
Al principio, el incidente fue una gran vergüenza para Ford. Pero más de 3000 huérfanos fueron finalmente evacuados, y Ford recibió a varios de ellos cuando llegaron a San Francisco.
“Gracias por salvarme la vida”
Uno de los bebés que sobrevivió al accidente fue adoptada y criada en el norte de Virginia. Su nombre es Aryn Lockhart.
En 1997, poco después de graduarse de Virginia Tech, Aryn comenzó a investigar la historia de su vida, con la esperanza de escribir un libro. Escribió “Operación Babylift” en la entonces incipiente Internet y encontró un artículo que relataba el heroísmo de la enfermera Aune, que le había merecido el prestigioso Premio Cheney al valor de la Fuerza Aérea.
Lockhart consiguió el número de teléfono de Aune. A esa altura, la enfermera de vuelo de la Fuerza Aérea que había salvado innumerables vidas ya tenía rango de coronel. Un día sonó el teléfono de su oficina y era Lockhart.
“Hola, coronel Aune”, dijo Lockart. “Soy Aryn Lockhart. Usted no me conoce, pero soy uno de los bebés del Galaxy C-5 que se estrelló durante la Operación Babylift. La estoy buscando hace tiempo y solo quiero darle las gracias por salvarme la vida.”
Hoy son tan amigas que se consideran familia. Hace tres años, juntas publicaron el libro “Operación Babylift: Misión cumplida”.
Allí relatan cómo sus vidas chocaron en ese avión y lo que vino después, incluido el viaje que hicieron juntas en 2014 al lugar del accidente.
En el lugar, no había ninguna placa o monumento recordatorio de lo sucedido. Pero allí de pie, podían oír el aeropuerto, no muy lejos.
“De las cenizas de la tragedia surgió la vida”, escribió Aune. “La esperanza triunfó sobre la desesperación, el amor triunfó sobre el odio y la alegría reemplazó al dolor”.
Traducción de Jaime Arrambide
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