Autocracias electivas: un modelo que gana terreno ante el retroceso de las democracias
Según el informe anual del Instituto V-Dem, este sistema se fortaleció en el mundo durante el año de la pandemia; Putin, Modi, Bolsonaro, Erdogan, Xi y Maduro, algunos de los casos
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PARÍS.– En 1974, la caída de la dictadura de Antonio de Oliveira Salazar, en Portugal, abrió un período histórico considerado con optimismo “la tercera ola democrática”. Sin embargo, desde que empezó el siglo XXI, la democracia retrocede y el mundo presencia el inicio de un nuevo ciclo: el de las autocracias electivas.
¿Su método? Usar los atributos de la democracia en beneficio propio. Tras haber vencido al fascismo sobre el terreno que había elegido, el de las armas, las democracias occidentales se congratularon al asistir a la implosión del otro gran desafío, el comunismo.
Con el derrumbe total de ese sistema en toda Europa Central, en 1989, todo parecía en buen camino.
Pero las dos primeras décadas del siglo XXI aportaron un cruel desmentido a ese optimismo. De norte a sur, de este a oeste, la democracia pierde terreno, aun cuando, entre el sistema ultradespótico de Corea del Norte y los modelos democráticos como Noruega o Nueva Zelanda exista toda una gama de regímenes.
El politólogo estadounidense Larry Diamond, uno de los animadores del Journal of Democracy, identifica seis categorías de regímenes, clasificados desde el más liberal al más autoritario: democracia liberal; democracia solo electoral; régimen mixto ambiguo; régimen autoritario, pero pluralista; régimen autoritario de partido hegemónico, y régimen autoritario cerrado. Pero, a su juicio, la regresión democrática es una tendencia general.
Este mes, el Instituto V-Dem (Variedad de Democracias) de la universidad sueca de Gotenburgo, le dio la razón. Según el informe anual de la respetada organización, la autocracia aumentó en forma “viral” en el mundo en 2020, mientras la democracia sufrió un retroceso sin precedentes desde 1990.
Entre los 25 países considerados “en vías de retroceso democrático” por el estudio, se encuentran Polonia y Hungría, ambos miembros de la Unión Europea (UE), y Turquía, Brasil y la India, importantes integrantes del G-20.
V-Dem precisa que el proceso de “transformación autocrática” manifiesta en todas partes un modelo similar: los gobiernos comienzan por atacar los medios de comunicación, después polarizan la sociedad menospreciando a los opositores y difundiendo falsa información, luego debilitan las instituciones y, por último, se sirven de los resultados electorales como argumento de absoluta legitimidad.
Esas “autocracias electivas” constituyen hoy más de la mitad de los gobiernos del planeta y alimentan las aspiraciones de partidos y dirigentes políticos, incluso en el seno de viejas democracias.
Donald Trump fue el ejemplo reciente más patente de esos aspirantes a autócrata. Y que haya podido ser elegido para dirigir el Estado más poderoso del mundo es prueba de una evolución de enorme amplitud.
Es verdad, Trump no fue reelecto, y el año pasado también cayó la dictadura en Belarús. Pero hay otras autocracias que gozan de muy buena salud, como China, o resisten en forma eficaz, como en Venezuela, Cuba, Congo o Kazajistán.
Fenómeno
Según V-Dem, en América Latina la democracia retrocede en forma sostenida en Brasil, México y El Salvador y, en menor medida en el resto de la región, donde los únicos países definidos como totalmente democráticos son Uruguay y Chile. En Europa, los países con regímenes autocráticos son Hungría, Polonia, Serbia y obviamente Rusia y Turquía. En África, el mismo fenómeno se constata en Zambia, Tanzania, Kenia, Uganda, Togo y Malí, entre otros.
En Asia, las autocracias electivas son India, Sri Lanka, Tailandia, Malasia, Birmania, Filipinas, Indonesia y ahora incluso en Hong Kong. En muchos de esos casos, la pandemia de Covid-19 sirvió a los regímenes para aumentar la presión.
La India constituye un ejemplo perfecto. La democracia más poblada del mundo continúa siendo considerada por la ONG norteamericana Freedom House entre los países “libres”. Sin embargo, esa misma organización destaca el carácter “relativo” de esa calificación, consagrando varias páginas de su informe 2020 a las principales violaciones a los derechos democráticos cometidas por el gobierno nacionalista del primer ministro indio, Narendra Modi, en 2019: bloqueo de acceso a internet, represión de manifestaciones, acoso e intimidación de periodistas, universitarios y otras personas que se ocupan de temas sensibles.
Modi forma parte del club de los autócratas electos más conocidos, junto a Jair Bolsonaro, en Brasil; Nicolás Maduro, en Venezuela; Nayib Bukele, en El Salvador; Rodrigo Duterte, en Filipinas; Viktor Orban, en Hungría; Recep Tayyip Erdogan, en Turquía; Andrei Duda, en Polonia, y, naturalmente, Vladimir Putin, en Rusia, y Xi Jinping, en China. Pero esa es solo la parte visible del iceberg.
Y si las autocracias electivas se multiplican es porque unas elecciones bien organizadas, aun siendo fraudulentas, contribuyen a legitimar el poder ante los pueblos, pero también ante las élites nacionales e internacionales.
“El fenómeno no es nuevo: pensemos en Napoleón III en Francia o en Juan Domingo Perón en la Argentina”, estima el historiador francés Jean Lebrun. “Lo novedoso en 2021 es la cantidad”, señala.
Ese fenómeno provoca desconcierto en un mundo donde el nivel de conocimiento y de estudios ha progresado en forma considerable, factor con frecuencia asociado al arraigo de valores democráticos. Sin embargo, se produce lo contrario. Incluso en Europa Occidental, considerada con frecuencia el espacio más democrático del planeta.
En un reciente libro, Yan Xuetong, director del departamento de Relaciones Internacionales de la universidad de Tsinghua, en Pekín, observa con malicia que menos de un tercio de los jóvenes europeos colocan a la democracia entre “los cinco valores que más les importan”.
En todas partes, el aumento de la abstención electoral es testimonio de esa desafección, pero también de una gran desconfianza ante todo lo relativo a la política. Un fenómeno calificado de “síndrome de debilidad democrática” por Stephan Haggard, de la universidad de Califironia, y Robert Kaufman, de la universidad Rodgers de Nueva Jersey, en un libro publicado en 2017.
Cualquiera sea la razón, algo es seguro: hoy como ayer, los autócratas son maestros en el arte de aprovechar la ignorancia y la fragilidad de la gente. Y ahora, con la ayuda de Internet, las técnicas de manipulación se desarrollan y se perfeccionan cada vez con mayor velocidad.
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