Australia se obsesionó con la estrategia de “Covid cero” y ahora busca otra manera de salir adelante
El país registra un récord de contagios por la variante delta, pero debate cuándo levantar las restricciones
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SÍDNEY.- La campaña de vacunación de Australia, al principio lenta y rezagada, se ha convertido ahora en una carrera para intentar sacar al país del actual brote de coronavirus. Pero el auge de inoculaciones también deja expuestas posturas divididas sobre cuándo dar definitivamente de baja el objetivo de “Covid cero” y levantar las restricciones.
“Nuestro objetivo es convivir con el virus, no vivir con miedo al virus”, dijo el lunes el primer ministro australiano, Scott Morrison, y defendió el plan de empezar a abrir el país cuando haya sido inoculado el 70% de las personas habilitadas a recibir a vacuna, a pesar del actual récord de casos en Sídney. Morrison también dio a entender que las provincias que se nieguen a levantar las cuarentenas podrían ser sancionadas.
“Tenemos que romper ese ciclo”, dijo Morrison en referencia a las provincias que entran y salen de la cuarentena al ritmo de los contagios. “Este día de la marmota tiene que terminar.”
Australia no sería el primer país que ante el avance de la porfiada variante delta tiene que descartar el enfoque de erradicación total del virus, que en algún momento le dio resultado, y aceptar que la salida es redoblar los esfuerzos de vacunación. Con casi el 80% de la población vacunada, Singapur ya empezó levantar las cuarentenas para algunos viajeros y prepara nuevas flexibilizaciones. Y tal vez pronto se sume Nueva Zelanda, que también sufre un brote de la variante delta.
El problema es que en Australia el “Covid cero” se convirtió en una especie de artículo de fe. A lo largo del año pasado, el país se encolumnó mayoritariamente detrás de esa idea. Los australianos aceptaron las cuarentenas repentinas y las dos semanas de aislamiento en hoteles para intentar erradicar el virus. Mientras tanto, compartían el éxito de un estilo de vida casi moral, envidia del mundo entero.
Sin embargo, en las últimas semanas ese frente unido empezó a mostrar fisuras, sobre todo entre las regiones donde el coronavirus está afianzado y las que siguen relativamente libres de Covid.
En Sídney, -donde de un solo caso, a mediados de junio pasaron a unos 750 nuevos casos por día la semana pasada-, los funcionarios estatales ahora hacen hincapié en “convivir con el virus” y ya no hablan de eliminarlo.
“Le pido por favor a la gente que no se suba a esa montaña rusa emocional de seguir el conteo de casos día tras día”, dijo el lunes la gobernadora de Nueva Gales del Sur, Gladys Berejiklian. “Lo único importante es concentrarnos en aumentar la vacunación.”
Y las cifras de vacunación de Australia van en aumento, especialmente en Nueva Gales del Sur, donde la cantidad diaria de dosis aplicadas se ha triplicado desde que comenzó el brote de la variante delta. El martes, ese estado alcanzó los 6 millones de dosis aplicadas, haciendo posible que esta semana Berejiklian introdujese algunos incentivos y pequeñas flexibilizaciones. La gobernadora ya ha dicho que su estado va camino a comenzar con la reapertura a fines de octubre, aunque podría ser antes.
Resistencia a las restricciones
Pero al mismo tiempo la fuerza de voluntad de los australianos se está agotando. En Sídney fueron arrestadas decenas de personas de dos marchas anticuarentena, y el gobierno tuvo que convocar al ejército para que colabore con la policía en los controles de cumplimiento con los aislamientos. Además, en la cuidad hay una decena de distritos donde rige el toque de queda nocturno. El domingo, en una iglesia de uno de esos barrios con muchos contagios se celebró un servicio religioso para 60 personas: “En el nombre de Jesús, declaro terminados los encierros”, dijo el pastor.
“No podemos vivir aislados para siempre”, dijo Berejiklian. “Somos uno de los pocos países del planeta que sigue totalmente aislado. Pero no bien empiecen a abrir sus fronteras, habrá un aumento de casos en todos los estados.”
Para los estados con pocos o ningún contagio, sin embargo, el aislamiento sigue siendo una idea atractiva.
En Australia Occidental, que el lunes reportó cero casos, el gobernador Mark McGowan ha dicho que su plan sigue siendo “aplastar y erradicar” el virus, no convivir con él.
Y en Queensland, donde el martes se registraron dos nuevos casos, la gobernadora Annastacia Palaszczuk dijo que no puede abrir la frontera de su estado con Nueva Gales del Sur, ni siquiera cuando el país alcance el umbral de vacunación acordado a nivel nacional.
El mes pasado, y como parte del gabinete nacional creado para responder a la pandemia, tanto Palaszczuk como McGowan firmaron el plan de Morrison que prevé una reapertura en cuatro fases, incluida la reducción de los cierres provinciales una vez que el 70% de los australianos habilitados para recibir la vacuna lo hayan hecho. Según ese plan, cuando la cifra llegue al 80% se eliminarán los bloqueos de todos los estados y se reanudarán algunos viajes internacionales.
Pero Palaszczuk dice que desde que firmaron ese acuerdo “les corrieron los postes del arco”, porque el plan se elaboró para un escenario de 30 nuevos casos diarios, pero el brote de Covid que sufre actualmente Sídney borró por completo ese escenario.
“Ahora hay miles de casos nuevos diariamente”, dijo Palaszczuk el lunes. “Este es un libro que no estaba escrito, es territorio desconocido.”
El instituto en cuyo modelo proyectivo se basa el plan de cuatro fases insiste en que cientos de casos al día no son un obstáculo para reabrir con seguridad cuando el 70% esté vacunado.
El plan también dice que ningún estado puede relajar sus restricciones hasta que se alcancen los umbrales de vacunación a nivel nacional. Sin brotes importantes que los obliguen a incentivar la vacunación, los estados de Queensland y Australia Occidental están especialmente rezagados y podrían retrasar una reapertura del país.
También hay factores políticos en juego. Los tres gobernadores que han criticado el plan pertenecen al Partido Laborista, mientras que Berejiklian y el primer ministro Morrison son del Partido Liberal. Y el primer ministro se juega la reelección a principios del próximo año, con el Covid en el centro del escenario político.
Morrison ya les advirtió a los gobernadores que no incumplan “su acuerdo con el pueblo australiano”, mientras que su tesorero, Josh Frydenberg, ha amenazado con retener parte de la ayuda federal que reciben los gobiernos locales.
Los expertos opinan
Pero los gobernadores no son los únicos que tienen dudas dudas sobre el plan nacional. También hay varios epidemiólogos.
“Ese plan no está basado en la lógica”, dice Mary-Louise McLaws, epidemióloga y asesora de la Organización Mundial de la Salud (OMS). “Esta basado en un modelo proyectivo, y los modelos tiene el problema de que trabajan sobre miles de supuestos.”
En este caso, el elemento impredecible, no contemplado en el plan, es la elevada contagiosidad de la variante delta.
Pero la principal duda de la doctora McLaws es que el plan prevé la reapertura del país cuando el 80% de las personas mayores de 16 años estén vacunadas. Pero si se incluye a los niños, que según los expertos parecen ser más susceptibles a la delta que las cepas anteriores, eso implica casi un tercio del país sin vacunar. Antes de reabrir, señala McLaws, una mejor estrategia sería centrarse en vacunar a por lo menos el 80% de los jóvenes de 16 a 39 años, que tienen más probabilidades de contraer y propagar el virus.
Y con cifras de nuevos contagios que se niegan a bajar, McLaws dice estar de acuerdo con Berejiklian en al menos una cosa: que el sueño australiano del “covid cero” llegó a su fin.
Traducción de Jaime Arrambide
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