Aún llora Francia el ataque al Bataclán
Hace un año, los atentados de París dejaron 130 muertos
PARÍS.- Francia necesitará años para superar los traumas que provocaron los atentados del 13 de noviembre de 2015 en París. Esa noche un comando jihadista asoló la capital, en el mayor ataque terrorista que conoció el país, dejando un saldo de 130 muertos y 413 heridos.
Lo que ocurrió esa noche trágica no fue solo una gigantesca masacre. Fue sobre todo un terremoto que derribó los últimos vestigios de una época y abrió una etapa política y social de inestabilidad, incertidumbres y violencia.
Las tres horas de violencia que vivió París causaron un traumatismo nacional que transformó el país hasta el punto de dar origen a lo que ahora suele llamarse "la generación Bataclan", en referencia a la sala de conciertos donde ocurrió la mayor tragedia en pleno recital de rock. La mayoría de las víctimas eran jóvenes de clase media, de ambos sexos, de 16 a 35 años que -por razones generacionales- frecuentan los mismos lugares de diversión y se identifican por la moda y la forma de hablar.
A diferencia del atentado contra el semanario satírico Charlie-Hebdo, diez meses antes, que tuvo un impacto esencialmente racional porque golpeó sobre todo los sentimientos y los valores políticos del país, los ataques del 13 de noviembre suscitaron un efecto de proximidad y de empatía casi alucinante con la juventud de Francia. Los 17 millones de jóvenes franceses que ocupan la franja 16-35 años en la pirámide demográfica se identificaron con las víctimas como si se tratara de un miembro de su familia, un amigo de infancia o un compañero de estudios.
"El 13 de noviembre marcó el fin de la inocencia para una generación despreocupada e incluso flemática, que no vivió los dos conflictos mundiales ni la Guerra Fría. Fue un momento de ruptura", explica la socióloga Sarah Gensburger, del Centro Francés de Investigaciones Científicas (CNRS).
Ese día también perdieron su inocencia los otros 50 millones de habitantes que siempre habían tenido la profunda certeza de que Francia les ofrecía la garantía de vivir en paz y seguridad. Desde entonces, el fantasma del atentado planea sobre cada gesto de la vida cotidiana.
Esa sensación de vulnerabilidad aumentó en forma exponencial después de los ataques del 14 de julio en Niza. Desde que comenzó la ola terrorista, Francia fue víctima de ocho atentados graves, que provocaron 234 muertos. También en el exterior existe ese miedo: el turismo internacional disminuyó entre 20 y 40% -según los sectores- porque los extranjeros confiesan que temen ser víctimas de un atentado.
El electrochoque de los atentados del 13 de noviembre también activó la fibra patriótica de muchos jóvenes de ambos sexos, que decidieron enrolarse en la flamante Guardia Nacional. Después de un período de entrenamiento, esa reserva los movilizará 37 días por año o los convocará en caso de emergencia nacional.
Pero los atentados también provocaron una tremenda crispación de la vida política y causaron serios daños colaterales en las relaciones de amistad, familiares o profesionales. Los árabes dejaron de ser "fiables". Gracias a ciertos temas manipulados por inescrupulosos políticos extremistas -como el velo islámico, la burkini o el integrismo laico-, el país se alejó de los principios de tolerancia que siempre fueron el cimiento de la cohesión republicana.
La pesada herencia de ese trauma puede resultar particularmente agobiante en el difícil período que vivirá el país hasta la elección presidencial de abril y mayo de 2017. Desde hace un año, cada dirigente ha tratado de lucrar políticamente con esa tragedia. Hoy, empieza a resultar evidente que -además de los 130 muertos- la víctima principal de los ataques terroristas del 13 de noviembre fue un estilo de vida y esa forma especial de democracia desinhibida que existía en el país.
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