Atrapados: los argentinos que padecen en Venezuela
Son unos 8000 y, aunque reconocen la gravedad de la situación, tienen confianza en que puede haber un cambio
Víctor Torrico tiene diabetes y su mujer padece una extraña dolencia que le provoca fuertes mareos y una sensación de vértigo constante. "Por salud, nos convendría a los dos estar en la Argentina, pero hoy es económicamente imposible tomarnos un vuelo, y guardamos fuerzas para una situación aún más extrema", dice a LA NACION Torrico, de 64 años, desde su casa en Puerto Cabello, estado de Carabobo, en Venezuela .
Cuenta que le diagnosticaron la enfermedad en 2016, cuando se agravó la crisis en el país. Nacido en San Justo, Santa Fe, Torrico partió enamorado rumbo a Venezuela hace 32 años siguiendo a su mujer.
"Aunque me fui por motivos sentimentales, los primeros años fueron muy prósperos. Este país me regaló muchos momentos lindos", dice Torrico, que trabajó en los 90 como técnico electrónico para empresas multinacionales.
La inmigración de ciudadanos argentinos a Venezuela tuvo su auge en los años 70, cuando muchos fueron atraídos por la entonces estable situación económica del país, mientras que otros emigraron por problemas políticos. Hoy, por el contrario, son muchos los venezolanos que deciden radicarse en la Argentina.
En los últimos cuatro años, el país recibió a por lo menos 130.000 venezolanos. Solo en 2018 hubo 70.531 radicaciones. Además, la mayoría de los argentinos que se habían ido a vivir a Venezuela decidieron regresar. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en Venezuela residen 8533 personas nacidas en la Argentina.
El nivel de vida de Torrico empeoró con los años; perdió muchos clientes cuando varias de las empresas internacionales con las que trabajaba decidieron retirar sus filiales del país. "Cada vez me contrataban menos y tuve que ingeniármelas arreglando computadoras porque ya no importaban muchos de los materiales que necesitaba", explica.
A pesar de sus deseos, volver ahora a la Argentina no es una alternativa para Torrico, que aún mantiene la esperanza de cambio para Venezuela.
"Si vuelvo tengo que empezar de nuevo, tengo mis contactos, pero no es lo mismo. Aquí hay una ventana que se está abriendo", dice, en referencia a la fuerte presión internacional sobre Nicolás Maduro y el resurgimiento de la oposición, con la proclamación de Juan Guaidó como presidente encargado del país.
"Este es un proceso lento, irá mejorando, pero aquí van a patalear muchos, hay gente que con este régimen hizo mucho dinero y no va a soltar la mina de oro que tiene", lamenta sobre el país que llama su "segundo hogar".
Para Paula -que prefiere no decir su apellido por razones de seguridad-, Venezuela se convirtió en una tierra de oportunidad cuando hace 21 años se fue a estudiar Biología Marina a la Universidad de Oriente, una de las más importantes del país. "Llegué el mismo año que ganó Hugo Chávez y en este tiempo fui testigo de todo el deterioro", dice la instructora de kitesurf a LA NACION.
"Casi todos mis amigos se han ido y los pocos que quedan se quieren ir, por el desabastecimiento y por la salud", dice la joven, que pudo conseguir los medicamentos para su perra, diagnosticada con osteosarcoma, por medio de un amigo que viajaba a Miami.
"Sigo acá porque todo lo que invertí lo tengo en este lugar y porque a pesar de todo creo que vamos a salir de esta situación", dice la argentina sobre el país que eligió para vivir.
Juan Pablo Morrone fue por primera vez a Los Roques hace ocho años con un grupo de buceo, cuando se enamoró de este archipiélago de aguas turquesas y arrecifes coralinos, que queda a 45 minutos en barco de Caracas. El último día del viaje, decidido a no abandonar aquel paraíso caribeño, Morrone intentó buscar un trabajo. "Me contacté con el dueño de una posada y me dijo que si quería volver a Los Roques, él me ofrecía trabajo, pero agregó que volviera a la Argentina y esperara a que se me fuera la emoción", dice Morrone, de 32 años, a LA NACION.
La "emoción" nunca se fue y unos meses después Morrone estaba de vuelta en Venezuela, donde abrió su propia agencia de viajes. "Llegué justo cuando murió Chávez , así que viví la era de Maduro desde el primer momento", recuerda el emprendedor argentino, y afirma que "desde hace dos años recién penetró la crisis en Los Roques".
El presidente del Consejo Superior de Turismo de Venezuela (Conseturismo), Jesús Irausquín, anunció en septiembre pasado que el sector había decrecido en el país caribeño hasta el punto de que en la temporada de vacaciones los servicios de hospedaje reportaron apenas un 45% de ocupación, lo que consideró como un indicador "sumamente negativo" por ser ese trimestre (julio, agosto y septiembre) "una de las temporadas más importantes que tiene Venezuela", al igual que el mes de diciembre y la Semana Santa.
Sin embargo, al principio, la crisis tuvo un efecto positivo para Morrone, que encontró un nuevo mercado: los turistas argentinos. "Pero el aislamiento internacional de Venezuela, el aumento de los costos y sobre todo la crisis argentina perjudicaron al público que traía. Ahora trabajo con venezolanos que viven en el extranjero o locales que vienen por el fin de semana", cuenta Morrone.
"Venezuela me abrió muchas puertas, no me voy a ir, porque ya tengo nombre y peso en la comunidad de Los Roques", afirma el argentino, que no tiene planes de regresar.
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