Ataque en Israel: las diez horas de terror de una pareja y sus hijas de uno y tres años encerrados en su casa con los terroristas en la puerta
El periodista Amir Tibon se quedó en su “habitación segura” junto a su familia mientras esperaba a su padre, un exgeneral que viajó una hora y media para rescatarlos
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Cuando Amir Tibon, un reconocido periodista del diario israelí Haaretz, escuchó silbidos de mortero sobre su casa en el kibutz Nahal Oz, a tres kilómetros de la frontera con Gaza, hizo lo que tantas veces antes había hecho. Preparó un bolso con ropa y una botella de agua y entró junto a su mujer y sus dos hijas pequeñas en la “habitación segura” de su casa a esperar que pase el ataque. Todos los hogares del sur de Israel cuentan con una habitación de hormigón reforzado que resisten la caída de un mortero.
Pero el sábado a la mañana los eventos fueron diferentes. Luego de los morteros, siguieron los sonidos de ametralladora. Primero en la distancia, luego más cerca, finalmente en el frente de su casa que fue acribillada de disparos. Tibon, que entiende árabe, escuchó las voces de terroristas frente a su puerta discutiendo cuestiones tácticas sobre el ataque al kibutz en el cuál reside con su familia desde hace nueve años.
Con las luces apagadas y susurrando, Amir se comunicó con su colega y especialista en asuntos militares, Amos Harel, y le rogó que alertara a las fuerzas de seguridad. Harel le explicó la gravedad de la situación. Israel había sido invadida por terroristas que estaban masacrando civiles en poblaciones cercanas a Gaza y la llegada de refuerzos militares tardaría en llegar.
Tibon también llamó a su padre, el general retirado Noam Tibon, de 62 años, que se hallaba en su departamento en Tel Aviv, a unos 90 minutos en auto del kibutz.
“Le dije que los terroristas estaban en la puerta de mi casa”, cuenta Amir, en una comunicación por Zoom. “Allí mi padre mi dijo dos palabras. Sólo dos palabras: ‘Ya voy’”.
Tras nuevas comunicaciones con sus colegas y viendo las noticias en su celular, Tibon comprendió la severidad de la situación. Su mujer, sus dos hijas Galia (de tres años) y Carmel (de uno) y él estaban solos, encerrados en un cuarto oscuro sin más esperanza que esa promesa de su padre.
“Me preparé para morir”, dice, mientras intenta que la voz no se le entrecorte por el recuerdo.
Amir cuenta que les pidió a sus hijas que no hablaran ni lloraran. Que básicamente no fueran niñas pequeñas. Increíblemente, respondieron como adultas, comprendiendo y aceptando los ruegos de sus padres.
“Fueron las verdaderas heroínas de la jornada. Ahí sentí que si ellas podían poner semejante confianza en mí, yo debía hacer lo mismo y ponerla en mi padre”, dice Tibon, de 35 años, y un reconocido especialista en política internacional.
Un camino difícil
Amir cuenta que su padre tomó una pistola, la única arma que le quedaba de su pasado militar, subió a su automóvil con su mujer y emprendió el camino al sur. En las inmediaciones del kibutz, rescató jóvenes que escapaban, corriendo descalzos, del festival de música donde más de 200 fueron masacrados y decenas tomados de rehén, en lo que ya es el peor ataque terrorista en la historia del Estado de Israel. Los chicos subieron al auto y fueron llevados a un lugar seguro.
El exgeneral Tibon siguió camino y en las inmediaciones del kibutz se topó con una emboscada que terroristas de Hamas le habían tendido a una unidad del ejército israelí, el llamado grupo comando Maglan. Amir cuenta que su padre se sumó al enfrentamiento. Allí murieron los siete combatientes de Hamas y algunos soldados israelíes. El militar decidió entonces separarse de su mujer, para que ella pudiera llevar a los soldados heridos a un centro de salud y salvar sus vidas, mientras que él seguiría camino al kibutz.
Noam Tibon consiguió rápidamente que otro ex militar que se hallaba en las inmediaciones lo llevara hasta el kibutz donde sabía que su hijo, su nuera y sus nietas dependían de él para salvar sus vidas. Al llegar se encontró con fuerzas militares israelíes que ya estaban en el lugar. Tibon se unió a ellos y pelearon contra los terroristas hasta lograr el control total del lugar.
“Yo estaba en la habitación a oscuras. Llevábamos más de nueve horas allí sin comida ni baño,” dice Amir. “En un momento escucho lo que me pareció un intercambio de disparos y ahí le digo a mi mujer que eso debía ser una señal que mi padre estaba viniendo”.
“La última hora fue la más difícil. Las niñas se habían dormido y al despertar ya no podían evitar el llanto a causa del hambre y el cansancio. No teníamos manera de seguir controlando esa situación”, dice Amir. “ero a las cuatro de la tarde, tras 10 horas de encierro y de sufrir la incertidumbre más total, la familia oyó una fuerte palmada en la ventana de la habitación y una voz familiar que dijo “Estoy aquí”.
“Mi hija gritó: ‘Saba (el abuelo) está aquí'. Y ahí finalmente lloramos todos”.
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