Atacan centros de vacunación y califican de “nazi” la extensión del pase sanitario de Macron
Desde la semana pasada se desarrollaron en todo el país movilizaciones contra el pase sanitario; cerca de un tercio de los franceses están en contra de esta política del gobierno
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PARÍS.– Las protestas de los antivacunas comenzaron el miércoles pasado en París y se extendieron como reguero de pólvora por todo el país, después que el presidente francés, Emmanuel Macron, anunció una extensión del “pase sanitario” para poder acceder a la mayoría de los sitios públicos. Desde entonces, esa minoría de exaltados ataca centros de vacunación y califica de “nazi” la política gubernamental. Según afirman, “en nombre de la libertad”.
El sábado, unas 114.000 personas desfilaron en distintas ciudades francesas contra el pase sanitario. Algunas llevaban una estrella amarilla en el pecho, equiparando la situación de los no vacunados a la de los judíos durante la segunda guerra mundial y provocando la indignación de sobrevivientes del Holocausto y del gobierno.
Al mismo tiempo, los organizadores lanzaban llamados por las redes sociales a destruir los centros de vacunación. Dos de ellos resultaron seriamente dañados: uno en Isère, en el sudoeste del país, y otro en los Pirineos-Atlánticos, junto a la frontera española.
“1940”, “Vacuna=genocidio”, “ARN Peligro”, fueron algunas de las pintadas que quedaron en los muros.
Con los hashtags #touchepasàmesgosses #dictaturesanitaireou #halteautraçagegouvernemental, los llamados a manifestar se multiplicaron en las redes sociales apenas Macron anunció la obligación de vacunación antes del 30 de agosto para el personal sanitario, a riesgo de perder el puesto de trabajo, y una extensión del pase sanitario a partir del 21 de julio para todos los franceses que quieran ingresar a cines, restaurants, bares, hospitales, servicios públicos de larga distancia o centros comerciales.
Aquellos que no estén vacunados deberán presentar un test negativo PCR que, a partir del 1° de septiembre, dejará de ser gratuito, a menos que esté recetado por un médico.
Para Macron, enfrentado a la progresión fulminante de la variante delta del coronavirus —como el resto de Europa— limitar el terreno de acción de la gente sin vacunar fue preferible a imponer la vacunación obligatoria… Al menos por ahora.
Y su estrategia funcionó. Casi desmovilizados en vísperas de las vacaciones estivales, los franceses reaccionaron en el acto: la misma noche de su alocución, más de un millón de citas fueron reservadas por internet para aplicarse las dosis y, desde entonces, las colas en los centros de vacunación de todo el país no dan abasto.
Pero no todos piensan igual. Una minoría considera la política del gobierno una violación inadmisible de los principios de libertad e igualdad. Porque no todos son “anti-vax”.
“El grupo histórico de los anti-vacuna puros es extremadamente minoritario en Francia”, explica Sebastián Diéguez, investigador en neurociencias de la universidad de Friburgo y especialista en complotismo.
“Aquí se trata de un conjunto oportunista de varios grupos conspiracionistas que, en este contexto, pueden liberar las teorías más delirantes. Por ejemplo, que las vacunas anti-Covid-19 fueron concebidas para reducir la población mundial. O para controlar los cerebros gracias a la 5G”, explica.
También hay figuras de la protesta social, como varios líderes del movimiento de las Chalecos Amarillos.
“El elemento que une a todos esos grupos a pesar de sus diferencias de motivación, es la desconfianza hacia las instituciones”, resume Antoine Bristielle, investigador en Ciencias Políticas. A su juicio, el actual movimiento “marca el retorno del principio de libertad individual cuando, hasta hoy, la protesta social se organizaba en torno del principio de igualdad”.
El epidemiólogo Antoine Flahaut, profesor de Salud Pública en la universidad de Ginebra desecha el argumento.
“En efecto hay una discriminación. Pero se hace sobre una base clara y asumida. Rechazando vacunarse, ciertas personas aceptan una restricción de sus libertades” hecho que, a su juicio, “es un mal menor”. Porque si se pierde la carrera contra el variante delta, un nuevo confinamiento será inevitable, tanto en Francia como en el resto de Europa.
“Las personas vacunadas no lo aceptarán. Entonces habrá un confinamiento a dos velocidades, que será mucho más discriminante que la actual situación”, concluye.
Para el presidente Macron, se trata, en efecto, “de aplicar las restricciones en los no-vacunados, en vez de sobre todo el mundo”. Y esa aparente creación de dos categorías de ciudadanos ha sido denunciada en numerosas columnas de prensa y aprovechada por los partidos de extrema derecha para criticar su política.
En cuanto al debate en torno a la libertad, los anti-vax acusan al gobierno francés de instalar en forma hipócrita una vacunación obligatoria que no dice su nombre.
“El argumento parece una broma”, reacciona el jurista Clément Cousin, especialista en políticas de Salud Pública, que recuerda que la vacunación obligatoria ya existe en Francia, para los niños y para el personal sanitario, por ejemplo, contra la hepatitis B.
En todo caso, en esa masa heteróclita de gente “anti-pase sanitario”, que contaría con unos 130.000 miembros, también hay —aparte de los adeptos a las teorías disparatadas— escépticos, inquietos por “la poca experiencia científica” en torno de las vacunas anti-Covid o personal sanitario que defiende “la libertad de escoger qué ponerse en el cuerpo”. Pero también hay dueños de restaurantes, bares y otros comercios, que ven esas medidas como una nueva restricción a sus actividades.
Según un sondeo del instituto Elabe publicado el 13 de julio, cerca de un tercio de los franceses están en contra del pase sanitario.
“Aun cuando no manifiesten, el 45% de los 18-24 años y los 25-35 consideran que las medidas anunciadas por el presidente son demasiado estrictas”, explica Antoine Bristielle, para quien, “más allá de la movilización, considerada marginal, la ola de fondo parece más importante que en las precedentes protestas ligadas al Covid”.
Decidido a poner fin “cueste lo que cueste” a la pandemia, Emmanuel Macron, por su parte, no parece dispuesto a cambiar de posición.
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