Asumió Bachelet e hizo historia
Es la primera presidenta chilena
VALPARAISO.– En una jornada de desbordante fervor, Michelle Bachelet se convirtió ayer en presidenta de Chile y en la primera mujer sudamericana que accede al poder por el voto popular, tras recibir los atributos de mando de un ovacionado Ricardo Lagos y ante la presencia de mandatarios y representantes de América latina y del mundo. Pocas horas después de jurar el cargo, la médica socialista lanzó un llamado al país para la reconciliación nacional, la inclusión de los sectores marginados y la lucha contra la desigualdad.
“Hubo tiempos en que los chilenos nos dividimos y nos miramos unos a otros con recelos, suspicacias y reservas. Hoy soplan vientos distintos”, subrayó en su primer discurso desde el balcón del Palacio de la Moneda, la sede presidencial, en alusión al pasado régimen militar de Augusto Pinochet. "Ha llegado la hora de mirarnos cara a cara sin suspicacias El pasado es el pasado y no lo olvidaremos nunca", señaló la flamante presidenta, tras lo cual recordó las palabras de Lagos de que "no hay mañana sin ayer, y no queremos repetir los errores del pasado".
Bachelet, que sufrió el asesinato de su padre, el exilio, la tortura, la que como candidata socialista se sobrepuso a una campaña electoral difícil y demostró en un debate televisivo con el candidato derechista Sebastián Piñera que no era "dubitativa" como su contrincante sugería, la que comenzó a cautivar al pueblo al recorrer en una tanqueta poblaciones anegadas como ministra de Defensa del querido presidente saliente, dijo ayer "sí, prometo" y, en ese mismo instante, hizo felices a millones de chilenos. Los mismos que consideran que ahora habrá en el Palacio de La Moneda una presidenta que prometió anteponer las necesidades de la población a las de la política partidaria.
"Veo sus caras y me conmueven. Miro aquí a los niños, a sus madres, a sus padres, a los profesores y a tantos otros. Veo a los dirigentes sociales, las iglesias, bomberos, sindicatos de trabajadores. Estamos todos los chilenos en esta hermosa plaza. Este es el país que he soñado, un Chile en el que todos sentimos que tenemos un lugar. Un Chile de cariño y un gobierno al servicio de su gente", dijo Bachelet en un discurso anterior, en la comuna de Casablanca.
La mandataria había jurado al mediodía en el Salón de Honor del Congreso de Chile, ubicado en Valparaíso, ante el senador y ex presidente democristiano Eduardo Frei Tagle, que le preguntó si prometía "ejercer con firmeza la presidencia y preservar la independencia de la Nación" y que le colocó la banda presidencial con los colores azul, blanco y rojo, los de la bandera de Chile. Bachelet, agnóstica, hizo su promesa sobre la Constitución y no sobre la Biblia.
Mandatarios invitados
Con la mirada atenta seguían la ceremonia importantes líderes de todo el mundo, entre los cuales se encontraba el presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva, el argentino Néstor Kirchner, el uruguayo Tabaré Vázquez, el peruano Alejandro Toledo, el venezolano Hugo Chávez, el boliviano Evo Morales, el sudafricano Thabo Mbeki, el presidente electo de Haití, René Préval, y la poderosa secretaria de Estado norteamericana Condoleezza Rice, que aprovecharon el nombramiento de Bachelet para mantener encuentros formales e informales de búsqueda de soluciones a los problemas regionales (ver aparte).
Valparaíso, con sus casas multicolores incrustadas en los cerros, se había preparado desde temprano para la fiesta. Bandas militares desfilaban frente al curioso edificio en forma de arco del Congreso Nacional, diseñado en los 80, en plena dictadura de Pinochet, y el que finalmente el entonces dictador no pudo utilizar, como había planeado, para albergar una tibia actividad parlamentaria y demostrar que su gobierno se acercaba de a poco a la democracia. A una cuadra de distancia, una multitud se agolpaba contra las vallas de seguridad del Congreso y vivaba a Bachelet. Un enorme operativo de seguridad, del que participaron 3100 efectivos en Valparaíso y Santiago, les impidió acercarse más al edificio, aunque se fue flexibilizando una vez que la presidenta Bachelet, su gabinete y los mandatarios extranjeros partieron raudos a Viña del Mar, donde la presidenta ofreció un almuerzo de honor a los jefes de Estado.
Poco antes del mediodía, los líderes extranjeros llegaron al Congreso provenientes de Santiago y se ubicaron a la izquierda de la alfombra roja por la que ingresó Bachelet. El único aplaudido espontáneamente por los presentes fue Morales, el primer presidente boliviano que visita Chile desde 1978, cuando Bolivia decidió romper relaciones diplomáticas con este país, al que le reclama la salida al mar perdida en 1904.
Rice saludó con un cortés apretón de manos a algunos mandatarios presentes, como Morales, a quien Estados Unidos le objeta su política de combate del narcotráfico sin erradicación de cultivo de coca. Fue más afectuosa con Lula: al apretón de manos se añadió un beso en ambas mejillas. Chávez, por su parte, saludó efusivamente al mandatario argentino, a quien abrazó y palmeó en el hombro. Cuando todos los demás presidentes ya se habían sentado, Kirchner y Vázquez conversaban distendidos de pie, como para solidificar ante el público la imagen de mayor acercamiento que exhibieron desde ayer en esta capital.
Minutos después, cuando todos ya se habían ubicado, ingresó Lagos, por lejos el más ovacionado de la ceremonia. Con el brazo derecho en alto, agradeció el minuto y medio de aplausos constantes y generalizados. Una vez que se ubicó en la cabecera del Salón de Honor, Frei pidió silencio y dijo: "En nombre de Dios, se abre la sesión". Posteriormente, se procedió a leer la resolución que declaró presidenta a Bachelet y se la invitó a ingresar en el Salón de Honor para concretar el nombramiento.
La ceremonia
Con una chaqueta de estilo militar color crema y una pollera al tono, Bachelet ingresó en el recinto mientras bajaba un estruendoso aplauso de los asistentes. Sonriendo y asintiendo con la cabeza en señal de saludo a los mandatarios extranjeros, se ubicó en el centro de la escena, donde recibió de Frei la banda presidencial. Finalmente, tomó el juramento a sus 20 ministros.
Poco antes de las 19, Bachelet ingresó en la avenida Bernardo O´Higgins, la principal de Santiago, bajo un lluvia de papel picado en un automóvil descapotable modelo 67. La esperaba una multitud en la que destacaban un público de mujeres que lucían su propia banda presidencial y algunos hombres que se animaron a salir a la calle con delantales de cocina. En las plazas que circundan al Palacio de La Moneda, unas 3000 personas esperaban a la presidenta.
Desde el balcón de La Moneda, Bachelet llamó a la reconciliación para hacer un país "inclusivo" y en lucha contra la desigualdad. "Gracias a todas y a todos los chilenos, sin exclusión", comenzó. "Hubo tiempos de nuestra historia en que nos dividimos entre unos y otros. En estos 16 años de democracia hemos trabajado juntos para limar las asperezas de una sociedad dividida", continuó. "Es el momento de que todos nos sintamos de los nuestros", insistió.
Fue un día perfecto, en el que Bachelet debe haber pensado mucho en su padre Alberto, muerto en prisión por torturas de sus compañeros de armas por su adhesión a Salvador Allende y de cuya muerte se cumplen hoy 32 años, justo un día después de la asunción a la presidencia de su hija.
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