Así se vivió alrededor del mundo el mes más caluroso del que se tengan registros
WASHINGTON.- Durante el mes más caluroso del que la humanidad tenga registros, un canal de televisión de Holanda transmitió imágenes en continuado de paisajes invernales, para que sus espectadores olvidaran al menos por un rato la ola de calor que se vivía en las calles.
Los funcionarios de Suiza y otros países pintaron de blanco algunos tramos de las vías férreas, con la esperanza de impedir que se comben por el calor extremo. En el puerto de Amberes, dos supuestos vendedores de droga debieron llamar a la policía para pedir ayuda, tras quedar atrapados en el interior de un contenedor lleno de cocaína y temer morir sofocados por el calor. En París, la gente se apiñaba en los cines, uno de los pocos lugares con aire acondicionado de la ciudad.
En el Ártico, los incendios forestales arrasaron, literalmente, millones de hectáreas. Un evento de derretimiento masivo en Groenlandia volcó miles de millones de toneladas de agua al océano Atlántico, elevando el nivel del mar. Los récords de temperatura se fueron anulando uno tras otro: 38,7°C en Cambridge, Gran Bretaña, 42,6°C en París, y lo mismo en Lingen, Alemania.
"Siempre hubo veranos calurosos, pero este no es el verano de nuestra infancia, ni el verano de nuestros abuelos", dijo hace unos días el secretario general de Naciones Unidas, Antonia Guterres.
Y los datos difundidos ayer por la agencia climática de la Unión Europea (UE) confirmó lo que advertían Guterres y tantos otros: julio de 2019 fue el mes más caluroso que el mundo haya vivido desde que existen registros, hace más de un siglo.
El Servicio de Cambio Climático Copernicus, un programa liderado por la UE, estimó que la temperatura de julio de 2019 superó levemente a la de julio de 2016 y se alzó con la dudosa distinción de ser el mes más caluroso del que se tenga registro. En un comunicado público, Copernicus aseguró que la media de julio estuvo 0,56°C por encima del promedio de 1981-2010, "lo que representa casi 1,2°C más que los niveles de la era preindustrial, según la definición del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático", y terminó superando por 0,04°C el récord de julio de 2016.
Los científicos concluyeron que este año va camino a convertirse en uno de los más calurosos de los que se tenga registro, y hasta el momento todo apunta a que el periodo 2015-2019 se convertirá en el quinquenio más caluroso del que haya datos.
"Este mes de julio nos obligó a rescribir la historia del clima, con decenas de nuevos récords, tanto a nivel local, nacional y global", dijo Petteri Taalas, secretario general de la Organización Meteorológica Mundial, al anunciar las implicancias históricas de las cifras del mes que acaba de concluir. "Esto no es ciencia ficción", recalcó Taalas. "Es algo que ya está ocurriendo, y que sin una respuesta climática urgente seguirá empeorando."
Lo más notable es que el récord de julio se produjo sin que este año la influencia del fenómeno de El Niño haya sido fuerte, un evento climático natural que suele producirse cada cinco o siete años y que, al sumar calor a los océanos y la atmósfera, hace que se disparen las temperaturas alrededor del mundo. El récord de 2016, por ejemplo, se produjo en un año durante el cual El Niño fue extremadamente intenso.
"Si bien no creemos que vayamos a tener un nuevo récord todos los años, alcanza con el hecho de que ya ocurra cada par de años es una clara señal de calentamiento global", dice Zeke Hausfather, climatólogo de la organización Berkeley Earth.
Desde el calor abrasador en Europa hasta los colosales incendios en Siberia y Alaska, el récord de calor de julio 2019 ha dejado su marca en la gente y en los ecosistemas de los que dependemos.
Ese pico de temperatura global de julio se vio impulsado básicamente por los récords de temperatura en toda Europa Occidental, una ola calor que se abrió paso hasta el Ártico y culminó con uno de los mayores derretimientos jamás registrados en Groenlandia. Tan solo durante el mes de julio, la capa de hielo de Groenlandia volcó 197.000 millones de toneladas de agua en el Atlántico Norte, lo suficiente para elevar 0,5 milímetros el nivel global de los mares.
Julio también fue un mes récord para Alaska y muchos lugares del Ártico, donde se desataron simultáneamente miles de incendios que consumieron millones de hectáreas, lanzando a la atmósfera ingentes cantidades de gases de efecto invernadero. El hielo en el mar del Ártico también alcanzó en julio sus mínimos históricos.
En el puesto habitado permanente más boreal del mundo –una instalación militar canadiense en Alert, Nunavut–, el 14 de julio se registró un máximo histórico de 21°C. La máxima promedio para el mes de julio en ese extremo boreal del mundo, a tan solo 960 kilómetros del Polo Norte, es de 7°C.
Un zoológico de Bélgica debió alimentar a sus tigres con pollos congelados en bloques de hielo. En los barrios de París, las autoridades locales instalaron improvisados "salones climatizados", donde los vecinos podían encontrar aire acondicionado y agua fría. En Berlín, los vecinos tomaron la iniciativa e hicieron circular en las redes sociales un mapa con la ubicación de lugares públicos con aire acondicionado.
Damodhar Ughade, un veterano productor algodonero de la región de Vidarbha, en el oeste de la India, pensó que en julio estaba reviviendo la pesadilla de junio, cuando una devastadora ola de calor azotó la región.
Ughade dice que si bien las sequías debidas a la demora de los monzones no son infrecuentes, la de este año fue la peor desde 1972, año en que cientos de miles de personas de las zonas rurales se vieron obligadas a migrar a las ciudades. Cuando las temperaturas de julio se dispararon a 39°C –no tan brutales como los 48°C de junio, pero igualmente terribles–, sus cultivos se secaron, su ganado murió de hambre, y se cortó el agua potable en todo el pueblo.
"En mi campo había grietas de 60 centímetros de ancho. No se podía ni caminar", dice Ughade, y agrega que ante la falta de agua potable, las mujeres del pueblo se veían obligadas a caminar dos horas hasta localidades vecinas con baldes de agua sobre la cabeza, mientras que los hombres alquilaban pequeños vehículos o camiones cisternas para comprar agua en ciudades cercanas.
Traducción de Jaime Arrambide
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