Así está hoy “la niña del napalm”, cuya foto marcó un antes y después en la guerra de Vietnam
Se trata de la pequeña de nueve años que corre sin ropa y llorando en una ruta junto a otros chicos; la icónica postal evidenció el horror que vivían las víctimas del conflicto bélico
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La guerra es el reflejo del horror y, en torno a esto, produce imágenes estremecedoras. Basta con recordar la icónica fotografía de Nick Ut de la niña desnuda que corre junto con otros cuatro chicos que huyen de una nube de humo negra en medio de la guerra de Vietnam. La foto fue tomada en 1972 y, actualmente, aquella niña cuyo nombre es Kim Phuc, sobrevivió al horror y se convirtió en una mujer que está por cumplir sesenta años y que dedica su vida a ayudar a otras víctimas de conflictos bélicos.
Recientemente, un artista argentino llamado Maximiliano Bagnasco, realizó un mural en contra de la invasión Rusa en Ucrania, a favor de la paz. Y en el, no solo incluyó la imagen de una mujer ucraniana con expresión trágica y heridas en la cara, una de las primeras víctimas de la guerra, sino que también dibujó en aerosol a “La niña del napalm”, como un símbolo de lo terrible y cruel que son estos conflictos. El mural se ubica en la esquina de Gorriti y Darwin, en el barrio de Palermo, sobre una pared de cinco metros por dos.
“Lo primero que pensé fue ‘el mural tiene que ser en contra de la guerra’. No me voy a poner del lado de ningún país. Por eso elegí estas dos imágenes: una foto de esta guerra, de uno de los primeros días, que mostraba personas heridas, civiles, que no tenían nada que ver con el conflicto, y también decidí sumar otra imagen muy icónica de Vietnam, de la chica corriendo desnuda por las quemaduras que sufrió por el bombardeo con napalm. Es un mensaje en contra de toda guerra, de cualquier guerra”, dijo el muralista.
“La niña del napalm”
El 8 de junio de 1972, Kim Phuc se encontraba refugiada en un templo en la población de Tran Bang. Tenía nueve años y se suponía que allí su familia estaría segura. Era la guerra de Vietnam. Todo parecía ser un día como cualquiera en medio del conflicto con Estados Unidos hasta que un avión norteamericano lanzó una bomba de napalm sobre la localidad. Kim, quemada, salió corriendo de la aldea mientras se despojaba de la ropa en llamas. El resto es historia vista con nuestros propios ojos decenas de veces para representar la crueldad del conflicto bélico. El fotógrafo Nick Ut hizo la postal primero y luego llevó a la niña al hospital.
Dicen que la imagen marcó un antes y un después en la guerra de Vietnam. Que su publicación supuso un rechazo firme a la violencia. Con cerca de veinte años en conflicto, los grupos antibélicos cobraron más fuerza que nunca y, finalmente, en 1975, se hizo el alto al fuego definitivo.
Ut no se limitó a fotografiar la trágica escena, sino que se sintió tan responsable por esa niña que no solo la llevó al hospital sino que se aseguró de que fuera atendida mostrando su credencial de periodista. “Yo intuía que algo terrible podía pasar después del bombardeo de los aviones, así que estaba atento con mi cámara. Miré a través del humo negro y vi a una niña, desnuda… corriendo. Comencé a tomar fotografías a medida que ella y otros niños corrían directamente hacia nosotros, escapando de la aldea por el camino rural. Cuando la niña se acercó, vi que partes de su piel comenzaban a desprendérsele. Ella se había arrancado la ropa para dejar de quemarse. El napalm ya había quemado su cuello, la mayor parte de su espalda y su brazo izquierdo. Dije: ‘Oh, Dios mío, no puedo creer que ella esté tan quemada. Dejé mi cámara en la ruta y traté de ayudarla, vertimos agua en sus heridas y la cubrimos con un abrigo. Después tomamos a la niña y a los otros niños y los subimos a la camioneta van de la agencia AP para llevarlos a un hospital”, contó Ut en 2015 en una entrevista con la CNN.
Debido a la gravedad de las heridas, los doctores del hospital se negaron a atenderla. Fue allí cuando Ut, de tan solo 21 años, les mostró su carnet de prensa y les dijo que al día siguiente publicaría en los medios la foto de la pequeña herida junto con una nota que revelaría que en ese lugar se habían negado a ayudarla. “Lloré cuando la vi corriendo. Si no la ayudaba y algo le ocurría y moría, creo que me hubiera suicidado después de eso”, confió.
Una vez que se aseguró que la atenderían, Nick reveló las fotografías que había tomado en la aldea bombardeada y seleccionó de inmediato la imagen que lo haría famoso en todo el mundo y que también le valdría un premio Pulitzer. Para evitar problemas con el desnudo de una niña de nueve años, hicieron el recorte con los cuatro chicos corriendo a su alrededor también quemados y llorando.
“Me odiaba a mí misma”
Además de los catorce meses que tuvo que permanecer en el hospital y de las graves consecuencias físicas del episodio, Kim lidió también con sus secuelas psicológicas: “No podía encontrar la paz. Quería desaparecer. Incluso deseaba la muerte. Pensaba que si moría no tendría que sufrir mental, física y emocionalmente, pero empecé a estudiar diferentes textos religiosos en busca de respuestas”, relató Kim Phuc en la misma entrevista conjunta con Ut, de 2015.
Y agregó: “A los 19 años me convertí al cristianismo y creo que fue mi fe fue la que me ayudó a abrazar la vida de nuevo. Desde que me convertí al cristianismo, tengo una maravillosa conexión… Mi relación con Jesús y con Dios. Oré mucho pidiendo ayuda, porque quería seguir adelante, casarme y tener hijos. Y cuando Dios me concedió eso, a partir de ese momento aprendí a perdonar”.
Hoy, a cincuenta años de tomada esa fotografía, la mujer cuenta que finalmente se reconcilió con ella misma porque entendió el mensaje que supo transmitir. “Honestamente odiaba esa foto, me odiaba a mí misma. Me preguntaba ¿por qué yo? Pero desde que me convertí en madre, mi corazón no está tanto en esa foto. En el fondo, digo no más guerra, no más, Kim. No quiero que mis hijos sufran nunca como esa niña. Entonces, desde ese punto de vista, realmente quiero reconocer que esa imagen es algo poderoso para trabajar conmigo por la paz. Ya no la odio”, le dijo Phuc al Irish Times en una nota de 2016.
Nick Ut, más mundano, se pasó a la fotografía de celebrities y mantiene un vínculo fluido con Kim, que es la excepción. Son pocas las ocasiones en que un fotógrafo ha tenido semejante relación con la persona a la que retrató: “Mantuvimos el contacto durante todo este tiempo. Soy un amigo muy cercano para ella y también puedo considerarme como un hermano mayor. Viajamos por el mundo hablando de las atrocidades de la guerra”, comentó a la CNN el fotógrafo de 64 años, aún activo, sobre la misión que comparte con Phuc.
Deserción y cicatrices
Cerca de cumplir los sesenta años, la vida de Kim no fue fácil. En su juventud, fue aceptada en la Facultad de Medicina, pero tuvo que abandonar debido al nuevo régimen comunista. Finalmente, en 1982, el primer ministro de Vietnam la envió a Cuba a estudiar medicina. Allí conoció a su marido también vietnamita. Se casó en 1992 y se fue de luna de miel a Moscú, a la vuelta, decidió quedarse en la escala de Ontario, Canadá, y buscar asilo político, afortunadamente se lo concedieron y pudieron quedarse. Tienen dos hijos.
Si bien durante muchos años Kim se negó a hablar de la foto que la volvió famosa a nivel mundial, sus ideas religiosas le permitieron darle un nuevo sentido a esa imagen y utilizarla para hablar de la crueldad de la guerra para los niños. La prensa, además, siempre la encontraría. Así que decidió adueñarse de su historia. En 1999, publicó un libro y lanzó un documental tal como ella quería que lo hicieran. Ahora, Phuc es una mentora y una embajadora de buena voluntad de Naciones Unidas. También ayudó a fundar la Kim Foundation International, una organización benéfica que ayuda a los niños que sufren a raíz de la guerra. “Esa es la razón por la que estoy verdaderamente agradecida porque hayan tomado esa foto y que yo pueda trabajar con esa imagen por la paz”, aseguró.
Respecto de las heridas en su piel, en 1982 viajó a Alemania para recibir un tratamiento personalizado a través de un contacto con un periodista extranjero. Pero fue recién en 2016 que Kim encontró una solución posible al dolor. Vio un aviso por televisión sobre una médica dermatóloga en Miami que ofrecía tratamientos con láser cuando sus cicatrices recuperaron la sensibilidad. Se trata de un tipo de terapia que remueve las cicatrices de las quemaduras, en este caso, en la espalda y en un brazo y, de esta manera, se les permite recuperar la sensibilidad en las zonas afectadas.
El tratamiento era muy caro para ella: entre 1500 y 2000 dólares la sesión, pero la doctora Jill Waibel decidió no cobrarle luego de escuchar su historia. “Nunca pensé poder curar las heridas o el dolor. Siempre pensé que el alivio llegaría solo en el paraíso, pero ahora la tierra se convirtió en mi paraíso”, declaró la mujer al Miami Herald al iniciar el procedimiento médico en el que Weibel empleó cincuenta tipos de láser.
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