BBC Mundo habló con Diana Restrepo, una colombiana hija de padres sordos, una realidad que en inglés se conoce con el acrónimo CODA
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El lugar: Medellín, Colombia. La escena: Un grupo de personas conversan con señas. Cuando un transeúnte que pasa por el lado suelta un comentario ofensivo y burlón. Una mujer del grupo lo interpela: “¿Qué fue lo que dijo?”.
El hombre sorprendido responde: “Ah, es que la mudita sí sabe hablar”. La protagonista de ese incidente es Diana Restrepo, oyente e hija de padres sordos. Una realidad que en inglés se conoce con el acrónimo CODA (Child of deaf adult(s) - hijo/a de adultos sordos).
CODA es, además, el título de la película producida por Apple que ganó el Oscar a mejor película, y en la que se recrea la historia de una familia similar a la de Diana. ¿En qué se parecen, entonces, la ficción y la realidad? BBC Mundo conversó con Diana y sus padres.
Una familia colombiana
Marta Serna y Alberto Restrepo nacieron con audición, pero la perdieron por accidente cuando eran muy pequeños. Sus familias intentaron brindarles educación y la opción que encontraron fue un internado católico en donde les enseñaban diferentes oficios. Fue ahí donde se conocieron.
Cuando terminaron el colegio se casaron. Tiempo después nació Lina y a los pocos años Diana. Las dos hijas son oyentes, pero, a diferencia de Ruby, el personaje protagónico de CODA, Diana no creció de forma permanente con sus padres.
“Cuando yo tenía 3 años, todo era por señas y no modulaba (hablaba) nada. La familia de mi mamá se dio cuenta de que yo no usaba las cuerdas vocales y me llevaron a vivir con unas tías y unos primos”.
Diana se volvió bilingüe. En la casa nueva aprendió a hablar y los fines de semana, cuando visitaba a sus padres, afianzaba el lenguaje de señas. Era una estrategia que, aunque funcionaba en términos de comunicación, no dejaba de ser difícil. “Era muy duro porque yo soy muy apegada a mi mamá. Recuerdo vagamente que yo me ponía a llorar. Lloraba demasiado porque era un apego que yo tenía con ellos.”
Pero aunque Marta y Alberto no vivían con sus hijas entre semana, sí se hacían cargo de ellas económicamente. Marta trabajaba en confección. Se volvió experta en máquinas hiladoras. Llegó a manejar varias a tiempo y a capacitar a otras personas para que pudieran usarlas. Alberto, por su parte, se dedicaba a planchar y a poner botones y taches en las prendas de vestir.
“Ellos nos sacaron adelante a mi hermana y a mí. Yo me sorprendo hoy en día porque mi mamá sin escuchar ni hablar salía sola, trabajaba y bregaba a hacerse entender por sus propios medios”.
Tanto Alberto como Marta lograron ser independientes, pudieron comprar un pequeño apartamento y hoy viven con una modesta pensión que complementan vendiendo cometas.
Pero tuvieron que sortear varias limitaciones.
Ser hija e intérprete
Quizás el mayor desafío de los padres sordos es la comunicación con quienes no dominan la lengua de señas. En CODA se aborda ese tema desde el personaje de Ruby, la hija oyente de la familia. A lo largo de la película ella tiene que ejercer de intérprete en diversas situaciones como citas médicas y reuniones legales.
Y esa es una realidad que Diana vivió toda su vida. Para Marta y Alberto ir al médico siempre significó una especie de plan familiar. Necesitan que alguien los acompañe y usualmente esa persona es Diana. Hace poco, por ejemplo, les asignaron citas médicas el mismo día y a la misma hora. Diana los acompañó y decidió dejar a su mamá sola e irse con su papá porque necesita mayor interpretación.
Pero al poco tiempo “llegó la doctora y me dijo: ‘Necesito que me ayudes porque no le entiendo a tu mamá’”. Aunque Marta puede leer los labios y emitir algunos sonidos, no es sencillo mantener una conversación larga con ella y menos en un contexto en el que se usa lenguaje especializado.
“A mí, como hija y como intérprete, a veces hay palabras que se me hacen muy complicadas para interpretarles a ellos, para que me entiendan. Me siento como entre la espada y la pared”.
Diana explica, también, que la comunicación por señas suele darse mediante frases cortas y sin muchos conectores. Así que cuando las palabras son muy especializadas, necesita dar un contexto amplio.
La dificultad es que no siempre se cuenta con el tiempo suficiente. Cuando la interpretación es simultánea, quien interpreta debe tener la capacidad de sintetizar y priorizar para garantizar que se comunique lo más importante.
Herramientas para comunicarse
La comunicación de Marta y Alberto, como la de muchas otras personas sordas, evolucionó de la mano de la tecnología. Hoy él tiene 76 años y ella 70, así que internet llegó a sus vidas cuando estaban en edades avanzadas.
Por un buen tiempo usaron el fax como medio de comunicación. Enviaban y recibían hojas con textos escritos. Dicen que en esa época no había mucha interpretación de señas, pero que eso cambió positivamente. Hoy en día tienen teléfonos inteligentes que vibran y pueden comunicarse por chat y mensajes de texto. Además, hacen y reciben videollamadas para poder conversar por medio de señas.
“La pregunta de todo el mundo es si ellos saben leer y escribir y sí, ellos estudiaron. Ellos son demasiado inteligentes, tienen muchas habilidades, aunque no puedan desarrollar la parte auditiva y del habla”, cuenta Diana. De hecho, como la mayoría de personas, Marta y Alberto disfrutan la música y bailar, pues logran escuchar una especie de ruido si este es muy agudo y fuerte.
“Nos gusta la música que tenga sonidos buenos, que vibren y que suene duro, duro” dice Marta, quien habló con BBC Mundo con la interpretación de Diana. También explica que para bailar “miramos e imitamos al resto”.
“Nos gusta el movimiento en pareja y cuando los demás paran y se quedan quietos, pues nosotros también”.
Parte de la independencia de Marta y Alberto se debe a que construyeron comunidad con otras personas sordas, con las que comparten espacios de diversión. “Yo recuerdo que armaban tremendos bailes en el apartamento de mis papás. Siempre se reunían para celebrar el cumpleaños de cada sordo”, agrega Diana.
Para recibir visitas, Marta y Alberto tienen un citófono conectado a una luz. Cuando llega alguien y timbra, la luz se enciende y así pueden saber que deben abrir la puerta.
El reto de ser padres sordos
Uno de los temas que explora CODA es el de la conexión entre familiares que comparten la sordera. En una escena conmovedora el personaje de Ruby se pregunta si su mamá hubiese preferido que ella fuera sorda. Diana le hizo esa misma pregunta a su mamá.
La respuesta de Marta es que reconoce que es más fácil la comunicación entre sordos porque pueden entablar una mejor conversación, pero dice: “Siempre me he comunicado con mi hija, aprendí a leerle los labios”.
En general, la comunicación entre padres e hijos se construye con el tiempo. Marta dice que en el caso de los padres sordos no es tan complicado porque le enseñan a sus hijos la lengua de señas desde que son pequeños.
Gracias a los gestos y posturas corporales, Diana y sus padres pudieron entenderse en momentos de alegría, pero también de frustración. “La gente a veces dice: ‘tan bueno que como sus padres son sordos no alegan y no pelean’, pero todo lo contrario, ellos expresan su rabia con la cara, con los hombros, con el manoteo”.
El mayor desafío lo enfrentan cuando se trata de comunicar la tristeza, pero quizás no es solamente por la limitación del lenguaje, sino que en general a las personas les cuesta expresar sentimientos dolorosos. Al fin y al cabo, los padres sordos con hijos oyentes enfrentan los retos de cualquier familia.
Marta y Alberto le recomiendan a quienes se estrenan como padres “que sea muy responsables, que estén muy pendientes de sus hijos oyentes y que les respeten su mundo”.
Diana, por su parte, les recomienda a los hijos oyentes “que tengan mucha paciencia, que sus padres son lo más hermoso y valioso. Que los quieran bastante porque son únicos y que lo que experimentan es un lenguaje, un mundo diferente”.
Tanto en la familia que se representa en CODA como en la historia de los Restrepo Serna, lo más importante termina siendo la incondicionalidad y el amor que se tienen.
“Si me pusieran a escoger, yo volvería a escoger a mis padres. Yo los admiro mucho, son muy berracos para haber logrado sacarnos adelante. Creo que yo no hubiera sido capaz de hacer lo mismo que ellos”, concluye Diana.
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