Arrasado por la variante delta, el sudeste asiático se aleja de las vacunas chinas
Muchos países empiezan a volcarse a las alternativas occidentales, mientras intentan contener un letal brote del coronavirus
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WASHINGTON.- Los países del sudeste asiático que aplicaron masivamente las vacunas contra el coronavirus de fabricación china están abandonando esas fórmulas para volcarse a las alternativas occidentales, mientras intentan contener el letal brote de la variante delta.
En esa región donde China y Estados Unidos compiten por ganar influencia, este giro deja al descubierto las limitaciones de la diplomacia de las vacunas implementada por Pekín. A pesar de las advertencias de los expertos médicos, países como Indonesia y Tailandia apostaron todo a la vacuna de la empresa china Sinovac, pero ahora sus sistemas de salud están al borde del colapso, ante el irrefrenable avance de la variante delta. Indonesia ya registra más de 100.000 muertos desde el inicio de la pandemia.
“La realidad actual marca un fuerte contraste con las fanfarrias que hizo sonar Pekín cuando lanzó sus vacunas y con su insistencia en su elevada eficacia, aunque había pocos datos disponibles que lo avalaran”, dice Ching Ja Ian, profesor adjunto de ciencias políticas de la Universidad Nacional de Singapur, que estudia la competencia entre Estados Unidos Y China por el predominio en Asia. El giro actual, agrega Ian, “demuestra lo riesgoso que es intentar convertir la pandemia, con el peligro real que entraña para la vida humana, en una especie de herramienta de propaganda”.
Sinovac y Sinopharm fueron de las primeras en arrancar con los ensayos clínicos, pero no difundieron los resultados completos. Ante la enorme escasez inicial de vacunas, muchos gobiernos quisieron asegurarse el suministro y se apresuraron a comprar millones de dosis. Como los países ricos acapararon las vacunas de Pfizer y Moderna, algunos países en desarrollo no tuvieron más alternativa que recurrir a China.
Las dudas sobre la eficacia de la Sinovac crecieron en junio, cuando médicos indonesios que habían recibido ambas dosis empezaron a morir de Covid-19. La Asociación Médica de Indonesia lleva registradas al menos 20 muertes de médicos que tenían dos dosis de Sinovac. A principios de ese mes, la Organización Mundial de la Salud (OMS) aprobó la vacuna para su uso de emergencia.
Los representantes de Sinovac y Sinopharm no respondieron a la requisitoria periodística para este artículo. En junio, Sinovac le dijo al diario estatal chino Times Global que sus vacunas no podían conferir un 100% de protección, pero que podían reducir la severidad de la enfermedad y los fallecimientos.
El CEO de la empresa, Yin Weidong, habló la semana pasada durante un foro convocado por el ministro de Relaciones Exteriores de China y dijo que en los próximos días la empresa remitiría a los reguladores sus investigaciones clínicas y la solicitud de aprobación para el uso de emergencia de su vacuna contra la variante delta. También dijo que la empresa tiene “suficiente capacidad de producción” para desarrollar y producir vacunas para nuevas cepas.
Entre las víctimas vacunadas en Indonesia está Novilia Sjafri Bachtiar, la científica que lideró las pruebas de Sinovac en ese país, según lo medios locales. A fines de julio, ese país de 270 millones de habitantes empezó a administrarle la vacuna norteamericana de Moderna al personal de salud, tras la donación de Washington de 8 millones de dosis.
La escena de la llegada de esas donaciones -cajas con la bandera de Estados Unidos- contrastan con las imágenes de enero, cuando el presidente indonesio Joko Widodo recibió su dosis de Sinovac en vivo por televisión. Los funcionarios de salud mostraban la caja de la vacuna, donde se leía el nombre de la empresa Sinovac, para fomentar la confianza en la vacunación. Los medios estatales chinos celebraron la medida de Widodo y aprovecharon para recalcar que la vacuna era “segura y efectiva”.
Mezcla de vacunas
Tailandia también avanzó con la mezcla de vacunas diferentes, y a mediados de julio modificó su política de inmunización: los inoculados con la primera dosis de Sinovac empezaron a recibir una segunda de AstraZeneca. Los trabajadores de la salud que ya recibieron ambas dosis de Sinovac recibirán una tercera de refuerzo, ya sea de AstraZeneca o de una fórmula de ARNm, ya sea de Moderna o de Pfizer.
Antes del cambio de política, los medios tailandeses informaron de la existencia de un memorando, supuestamente filtrado de una reunión oficial sobre el uso de vacunas, que desaconsejaba la administración de una vacuna de refuerzo diferente a quienes ya estaban completamente vacunados con Sinovac, porque hacerlo sería una admisión explícita de que las dosis chinas “no brindan protección”. La filtración desató protestas y el hashtag #GivePfizerToMedicalWorkers (“Pfizer para el personal de salud”) se volví tendencia en las redes de inmediato.
Hasta los aliados más cercanos de Pekín están dando el giro. La semana pasada, Camboya anunció que comenzaría a ofrecer dosis de refuerzo de AstraZeneca a quienes habían recibido dos dosis de las vacunas de origen chino, que ya se han aplicado a casi la mitad de la población.
En mayo, cuando le preguntaron si Camboya no dependía demasiado de China, el primer ministro Hun Sen descartó la sugerencia y la consideró “injusta”.
“Si no confío en China, ¿en quién voy a confiar? Si no le pido a China, ¿a quién le voy a pedir?”, dijo el Hun Sen. “Sin la ayuda de China, tal vez no tendríamos vacunas para nuestra gente”.
China sostiene que sus donaciones de vacunas son “un bien público”, especialmente para las naciones en desarrollo, y al mismo tiempo critica el “nacionalismo de las vacunas”. La semana pasada, el presidente chino, Xi Jinping, dijo que este año su país le suministrará al mundo más 2 mil millones de dosis.
Sin embargo, incluso desde antes del auge de la variante delta, la gente mostró su preferencia por las vacunas fabricadas en Occidente, en particular por las fórmulas de ARNm desarrolladas por Estados Unidos. Una encuesta hecha en Filipinas a principios de este año mostró que más del 63% de los adultos preferían a Estados Unidos como origen de vacunas contra el coronavirus. En mayo, los filipinos acudieron en masa al único vacunatorio que ofrecía dosis de Pfizer, donde hacían fila toda la noche.
“Hay una enorme división, incluso dentro de la comunidad médica, entre quienes estaban dispuestos y quienes no estaban dispuestos a recibir la Sinovac”, dice Vincen Gregory Yu, médico e investigador de salud pública. Yu dice haber escuchado dudas entre sus compañeros y familiares, que se inscribieron para recibir la vacuna de Moderna a través del sector privado.
“En la mayoría de los casos, no es que no quieran esa vacuna por considerar que no es efectiva, sino más bien que prefieren esperar que llegue algo mejor”, agrega.
El presidente filipino, Rodrigo Duterte, que al comienzo de su mandato declaró que se alejaría de Washington, histórico aliado de su país, mantiene cálidas relaciones con China y hace unos días aceptó otro millón de dosis de Sinovac, mientras su país está nuevamente en cuarentena, debido al auge de contagios e internaciones.
Pero Duterte admitió que su decisión de mantener el pacto de defensa entre Estados Unidos y Filipinas responde en parte a la reciente donación de vacunas de Moderna que le hizo llegar Washington. “Es dar y recibir. Hice una concesión como forma de agradecimiento”, dijo.
The Washington Post
Traducción de Jaime Arrambide
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