Argentinos en China: cómo es vivir en un país donde el Covid sigue siendo parte de la vida cotidiana
Vivir en la otra punta del mundo, bajo reglas culturales e ideológicas totalmente opuestas, resulta un desafío para aquellos argentinos radicados en China que hoy se encuentran afectados por las consecuencias de tantos años de encierro
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La diferencia cultural y la idea de vivir del otro lado del mundo resulta atractiva para algunos argentinos que deciden emigrar a China y desarraigarse de las convenciones occidentales. Sin embargo, mientras el mundo parece haber olvidado el coronavirus, en China la enfermedad continúa siendo parte de la vida cotidiana, aunque en enero el gobierno haya abandonado bruscamente la estricta política sanitaria Covid cero, después de que se produjeran protestas sociales.
“En los primeros días sin la política de Covid cero viajé a Pekín. Estaba feliz porque finalmente iba a poder ver la China real. Sin embargo, cuando salí a pasear no había absolutamente nadie, estaban todos con Covid o con miedo a contagiarse y por eso se mantuvieron dentro”, dijo a LA NACIÓN Azul Pereda, que actualmente cursa una maestría en Asuntos Globales en la Universidad de Tsinghua.
Su experiencia es más bien de encierro, ya que sufrió los momentos más duros de la cuarentena en el país. Desde entonces, tuvo que lidiar con cambios abruptos en el pensamiento y en el modo de vivir: adquirió una red privada virtual (VPN) para poder usar las aplicaciones que están prohibidas, incorporó el hisopado y el barbijo como parte de su conjunto diario; se empezó a familiarizar con el idioma, con la escritura, con la gastronomía, y, a entender, quizás de a poco, “aquella diferencia cultural enorme que nos separa”.
Según cuenta, lo que más le impactó fue el autoritarismo en el acceso a la información, ya que los medios de comunicación están controlados por el gobierno, como el caso de Baidu o de WeChat, las dos principales aplicaciones chinas: “Si yo mando un mensaje que al gobierno no le gusta te lo bajan inmediatamente. Esta conversación no la podríamos tener si yo estuviera hablando en chino”.
Pero uno se acostumbra a las diferencias. Y esto parece haberle pasado a Azul, que después de un tiempo empezó a entender al régimen, o a querer entenderlo: “El sistema funciona para alguien que no sabe el idioma, o para sacar 800 millones de personas de la pobreza”. Para ella, los aspectos positivos son la infraestructura, la logística, el avance tecnológico, y la seguridad.
“Cualquiera puede ver que soy extranjera, no sé el idioma, y sin embargo puedo viajar sola, caminar de noche y sé que si pierdo algo, lo más probable es que alguien me busque para devolvérmelo. Nunca me sentí insegura y eso me dio -contrariamente a lo que muchos piensan de China- mucha libertad. Hay muchas cosas que no puedo hacer pero muchísimas más que sí”, agregó.
Lo mismo opinó un banquero argentino radicado en Hong Kong que viaja seguido al país vecino. Según dijo a LA NACIÓN, “en Occidente hay mucho marketing en contra de China, pero vivo en esta parte del mundo hace 10 años y puedo decir que es un país increíble”. Aseguró estar contento con la vida que lleva en oriente. Entre otras cosas, destacó el alto grado de respeto entre la gente, el crecimiento económico, la seguridad, el desarrollo tecnológico y la gran cultura de trabajo.
Aunque ahí no hubo una cuarentena tan estricta como en China, el cierre de fronteras afectó a la economía por ser un país internacional. Además, en las oficinas de su empresa en China, el 90% de los empleados se enfermó de Covid en diciembre. “Aún en su peor momento, China no paró de crecer” agregó. Según cifras oficiales, en 2022, la economía creció un 3%.
“En Hong Kong hoy por hoy la vida es normal, la última restricción que todavía aguanta es el barbijo” agregó. Con respecto a la censura dijo que “cuando el gobierno chino dice algo, yo no veo que mienta, pero sí que limite”.
Cambio de postura
Lucía Wei, de 30 años, es periodista nacida en Mar del Plata, hija de padres chinos, y a finales de 2021 viajó a Pekín para hacer una maestría en asuntos internacionales. “Por muchos años ignoré mi herencia china porque buscaba ser una más en Argentina. Pero siempre tuve el deseo de reconectar con esa parte de mi cultura” contó a LA NACIÓN.
Cuando aterrizó en Shangai en 2021 la subieron a un colectivo y la mandaron a un hotel; ella no sabía cuál era ni dónde quedaba, tampoco pudo elegir qué comer. Durante dos semanas estuvo encerrada en esa habitación sin poder salir, haciéndose testeos cada dos días. Luego, dentro de la Universidad de Tsinghua, contó que, durante dos meses, los estudiantes no podían salir al campus ni a la ciudad a menos que fuera por emergencias médicas.
Según Lucía, en un principio la gente estaba a favor de la política Covid cero y del cierre de fronteras. Pero esta visión se fue deteriorando con el tiempo, hasta que en noviembre del año pasado, tras el incendio del edificio donde murieron 10 personas por estar en cuarentena, se organizaron protestas en contra de las medidas y así, lograron que el gobierno reabra sus fronteras y ponga fin a tres años de aislamiento.
Aprender a vivir con el virus
La apertura llegó por sorpresa. La gente salió despacio, con escrúpulosy desconfianza, porque era difícil dejar atrás una cotidianidad tan marcada por el aislamiento. Los trenes de alta velocidad volvieron a funcionar, se levantaron los puestos de testeos, y muchos restaurantes y comercios abrieron sus puertas.
A diferencia de otros gobiernos que tomaron medidas para aplanar la curva de infección antes de reabrir, el gobierno chino abandonó de repente casi todas las restricciones, en pleno invierno, muy probablemente para acelerar el proceso de inmunización natural por contagio colectivo. Según un estudio de la Universidad de Pekín, hubo 900 millones de casos en el último mes.
“El Covid se instaló en la sociedad china como un ciudadano más, nos acostumbramos a convivir con él” dice a LA NACIÓN Cecilia Catacata, de 34 años, que vive en Pekín hace cinco años. Luego de ganar una beca de estudio del idioma mandarín decidió abandonar su ciudad natal de Chacabuco en Argentina y cambiar rotundamente su vida.
“Durante mis cinco años en China, tres los viví en pandemia. Si bien a partir de diciembre el cambio fue radical en cuanto a las políticas, todavía falta un poquito más para que China vuelva a ser lo que era. Con la crisis económica que trajo este virus, muchos lugares han tenido que cerrar y varias cosas han cambiado”, dijo.
Los estrictos confinamientos por la política de covid cero afectaron en algunos aspectos de la economía china: el desempleo juvenil alcanzó un récord de 20%, las ganancias corporativas se han reducido y el sector manufacturero volvió a contraerse, según un índice elaborado por Nomura, un banco de inversión japonés. Sin embargo, se espera un crecimiento del PBI del 5% en 2023, según analistas.
Para Cecilia no fue fácil. Le costó la distancia con su familia, que fue acentuada por el cierre de fronteras. A fin del año pasado, en sus redes sociales escribió: “Tantas restricciones y desafíos por la pandemia aplastaron esas ganas que tenía de pelearla en este país. No pasé ni un solo día sin plantearme si debía abandonar todo, hacerme un bolso y buscar un nuevo destino”.
Sin embargo, ahora celebra que se hayan levantado las medidas: “Muchos viajaron a sus pueblos para reunirse con sus familias y celebrar el año nuevo chino. Se siente esa alegría del reencuentro en el aire, una alegría que durante los años de pandemia no fue posible. De a poco todo irá mejorando, lo bueno es que ya vamos camino a eso” agregó.
Actualmente, China se encuentra transitando el “chunyun”, la mayor migración anual del mundo, que sucede durante el Año Nuevo Lunar, que en este 2023 del fin de la política “cero covid” cae entre el 21 y el 27 de enero. Las estimaciones cifran alrededor de 2.090 millones de viajes este año, un aumento del 99,5% con respecto al 2022, según el Ministerio de Transporte Chino.
China volvió a sentir, finalmente, algo de la libertad que se le quitó hace tres años, a pesar de que todavía percibe los rastros del Covid: en los millones nuevos infectados todos los días, con la resultante escasez de remedios básicos, en el uso diario del barbijo o en los hospitales llenos y la gente grande con miedo.
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