Una argentina en el epicentro de las protestas en EE.UU: "Tengo miedo de que algún vecino nos ataque"
Le cuesta dormir. Eso es lo primero que cuenta Celina Martina al teléfono. Que le cuesta mucho dormir. A ella, a su esposo, Gustavo, y a sus dos hijos, una niña de 8 años y un varón de 11. Celina tiene 45, es cordobesa pero habla desde Saint Paul, vecina de Minneapolis, la ciudad que desde hace una semana es el epicentro de las protestasen Estados Unidos por la muerte de un afroamericano, George Floyd, a manos de un policía, Derek Chauvin,quien lo asfixió con su rodilla contra el cuello durante casi nueve minutos.
Celina llegó a Saint Paul, capital de Minnesota, en 1999. Había visitado Estados Unidos antes por un viaje de turismo y un día se enteró de que podía anotarse en un programa para trabajar y lo hizo. En Villa Carlos Paz, donde nació, estudió Ciencias Económicas. Hoy es directora ejecutiva de Relaciones Externas en las Escuelas Públicas de Minneapolis. Y duerme mal porque tiene miedo, porque es inmigrante, porque mira por televisión las protestas, los disturbios, los saqueos y los incendios a treinta cuadras de su casa. En el centro urbano donde solía hacer las compras, en la avenida por la que manejaba todos los días para ir a la oficina.
"Cuesta dormir por lo que pasa afuera y por lo que pasa adentro, en mi cabeza. Quizá para una ciudad muy poblada treinta cuadras es mucho pero acá no. Y esa es la distancia con las protestas. Es duro. Además, en medio de la pandemia por coronavirus, estamos todos en casa y conectados a internet, que era lo que nos hacía estar integrados, pero ahora esa conexión también son las noticias. Prendemos y apagamos la televisión todo el tiempo, por los nenes. Esto es una olla a presión", cuenta en diálogo con LA NACION.
Celina habla y repite lo que dicen los medios. Así intenta entender. Lo hace junto a su esposo, también argentino, un fotógrafo que tiene un diario online y que sigue de cerca lo que sucede. "Yo trabajo para el distrito escolar, en el sector de enlaces con la familia, mi teléfono suena todo el día. Es duro. Para nosotros, como inmigrantes, es duro", dice y arma una especie de reconstrucción de los hechos a partir de versiones y el video viral. Desde la supuesta compra de George Floyd con un billete falso hasta su muerte por asfixia después de tener la rodilla de Chauvin durante casi nueve minutos presionando su cuello mientras él gritaba "por favor, no puedo respirar".
-¿Sentís miedo de estar ahí ahora?
-Sí. Yo, por ser mujer y por mi piel blanca, por ser descendiente de italianos, no temo tanto por mí pero mi esposo tiene más chances por ejemplo de ser discriminado. A mí ya me discriminaron por mi acento y mi nacionalidad. Por eso tengo miedo de que algún vecino que no conozco se entere que no nacimos acá y nos ataque. Es la razón por la que me cuesta dormir. Encima nosotros estamos cerca de un puente que hay que cruzar para ir a Minneapolis, por lo que los que van a los protestas, incluidos los infiltrados, los más violentos, tienen que pasar por acá. En los últimos días las tiendas que hay acá cerca taparon sus vidrieras con maderas para evitar los saqueos.
Celina divide a los que participan en las marchas en cuatro. Primero, los ciudadanos comunes que están hartos y que se manifiestan porque quieren terminar con la cultura opresiva. Segundo, los activistas que están comprometidos y a los que no les importa el toque de queda, que se decretó el viernes tras la violencia en las calles y que ya rige en más de veinte ciudades del país. Son jóvenes sobre todo. Blancos y negros. Tercero está la gente que por el coronavirus estuvo encerrada muchos días y sufre las consecuencias de la pobreza y además es oportunista y aprovecha el caos para saquear locales. Y cuarto, los que marchan con un propósito destructivo, nacionalistas blancos, anarquistas, a quienes no les importa el gobierno, mucho menos el de Minnesota, que es demócrata, y por eso incendian lugares estratégicos, como un correo, una comisaría, una tienda a la que asisten comunidades que son minorías, un taller de autos donde los mecánicos son inmigrantes. "La violencia a veces es incontrolable cuando uno sufre una injusticia. Entiendo que no toda la violencia que ocurrió es por estos grupos. Pero sí creo que en las últimas noches pasó algo distinto", dice.
-¿Te sorprendió el asesinato de Floyd?
-Lamentablemente no. Lo que sorprende es que lo filmen y lo viralicen. Hay una tensión racial, una historia que avala a los hombres blancos abusar del poder y de la violencia contra el hombre negro. No nos asombra. Esto es un patrón. Es casi la cultura y la normalidad de la Policía. Y es triste. Es un problema de toda la sociedad que se agrava cuando pasa a instituciones del poder, como la Policía, el gobierno. No es lo mismo que mi vecino sea racista y no me quiera porque no quiere a los latinos que un policía, que tiene el poder de matarme, de asfixiarme... Ese es el reclamo, la crítica: que el poder solo avale a los blancos.
-¿Esto es así siempre? ¿Con el gobierno de Barack Obama no fue distinto?
-No hubo diferencias. Para cambiar la cultura y la actitud y lo que se piensa no alcanza con llegar a la presidencia. Para la comunidad afroamericana fue muy importante, claro, fue un cambio, la posibilidad de criar generaciones con un presidente negro en la historia, pero los cambios tienen que transformar. Un cambio verdadero hubiera sido que después de Obama no llegara Donald Trump, que hablaba de la división racial incluso antes de su campaña.
-¿Y el rol de Trump?
-El tema es que no se trata solo de él. Hay un equipo de estrategas que tiene esta misión de dividir, de debilitar, de hacernos creer que el gobierno, que Trump, va a tener la vacuna contra el Covid-19, el poder, la solución racial, que él va a venir a decir qué es lo que hay que hacer porque él sabe. Las últimas noches fueron protestas infiltradas por estrategas nacionalistas que creen en la división, con ideales similares a los de Trump.
Por eso Celina tiene miedo, "un miedo más profundo, que se ve explícito". Aunque asegura que nunca vivió un episodio violento de discriminación en sus 21 años allí, dice que siempre un poco de miedo tiene. Que es el que la hace preguntarse si la van a aceptar pese a ser argentina, si le van a decir algo por ser argentina. Dice que a veces no es miedo físico pero sí miedo a no conseguir un empleo, a no conseguir un aumento, a cometer una infracción y que el castigo, por latina, sea mayor. "La división racial acá es más un colorismo, cuanto más negro de piel sos, sobre todo hombre, más riesgo de vivir un episodio. Y ahora el miedo es peor porque está en la esquina de casa. Por eso este ‘basta’. Por eso hay que cambiar. La ley que ampara al policía tiene que ser modificada. Eso es una transformación. Una ley que condene las injusticias, por George".
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