Argentina-Arabia Saudita en el Mundial Qatar 2022: Riad, una monarquía cuestionada y el crimen que complica al príncipe heredero
El país del Golfo acumula denuncias por crímenes de guerra y violaciones a los derechos humanos, además de por la situación de las mujeres y la comunidad LGTB+; por la muerte de un periodista, EE.UU. se propuso convertirlo en un estado “paria”
La selección de Lionel Scaloni debutó en Qatar este martes con una inesperada derrota frente a Arabia Saudita, un país gobernado por una monarquía que, como el país anfitrión de esta copa del mundo, acumula unas cuantas denuncias: por crímenes de guerra, violaciones a los derechos humanos, prohibición de las libertades, y persecuciones y condenas brutales a los disidentes del régimen.
El gigante árabe rige bajo una interpretación extrema de la sharia o ley islámica. A falta de un código penal escrito, la Justicia impone condenas por una amplia gama de delitos que van desde violar “la lealtad al gobernante” o “distorsionar la reputación del reino”. Los detenidos no cuentan con una garantía de derecho a un juicio justo y sufren violentos castigos y abusos en prisión.
La pena de muerte está permitida, incluso para menores de edad. Las ejecuciones se producen por decapitación o pelotón de fusilamiento, a veces en público, según indicó la organización de derechos humanos Humans Rights Watch.
En los últimos cinco años se produjeron avances en materia de derechos humanos y libertades para las mujeres y niñas, relegadas en la sociedad. Por ejemplo, se les permitió obtener la licencia de conducir y viajar al extranjero sin la necesidad de un hombre a su lado. No obstante, continúan siendo víctimas de discriminación y siguen siendo dependientes de la aprobación de un miembro masculino de la familia para avanzar en decisiones de la vida cotidiana como obtener asistencia sanitaria o casarse. La comunidad LGBT+ es sancionada y condenada a prisión con elevadas multas.
Arabia Saudita lideró una disputa política junto a otros tres países del Golfo Pérsico –Bahréin, Egipto y los Emiratos Árabes Unidos- contra Qatar. En 2017 lo acusaron de apoyar a grupos terroristas islamistas destinados a desestabilizar la región, lo que derivó en el quiebre de sus relaciones diplomáticas y desembocó en uno de los mayores boicots de Medio Oriente en la historia reciente. Las medidas aplicadas contra la pequeña nación, con uno de los mayores PBI per cápita del mundo, implicaron la suspensión de todo el tráfico aéreo, terrestre y marítimo, además de la expulsión de los diplomáticos y ciudadanos qataríes en los Estados del Golfo.
Las relaciones diplomáticas se restauraron recién cuatro años después con la firma de un acuerdo de “solidaridad y estabilidad” en la 41 cumbre del Consejo de Cooperación del Golfo, con el apoyo de Estados Unidos y Kuwait como países mediadores.
Un personaje clave
El muy polémico y cuestionado príncipe heredero Mohamed Ben Salman, de 37 años, gobierna Arabia Saudita desde 2017. Estuvo presente durante la ceremonia inaugural del Mundial el domingo como invitado del Emir de Qatar, en una muestra de estabilidad entre ambos países.
Ben Salman, una figura controvertida en la comunidad internacional, fue protagonista en 2018 del caso que convirtió a su país en una “paria” para Occidente. En octubre de ese año, fue acusado de autorizar la desaparición y el asesinato de Jamal Khashoggi, periodista del medio estadounidense The Washington Post que fue descuartizado en el consulado de Arabia Saudita en Turquía.
El caso desató indignación mundial e inclusive generó polémica en la Argentina, cuando Ben Salman fue el primero en llegar a Buenos Aires para la cumbre del G20 apenas un mes después.
Aliados históricos, la relación entre Arabia Saudita y Estados Unidos se debilitó en los últimos años. Pasó de ser un íntimo amigo de Donald Trump – el príncipe heredero expresó su satisfacción de trabajar con el mandatario republicano en reiteradas ocasiones- a tener una relación distante con Biden. Aún así, Arabia Saudita es uno de los principales países que presionan dentro de los Estados Unidos, al invertir 140 millones de dólares en lobistas para influir en la política estadounidense, en un impulso por mejorar su imagen dentro del país, según informó The New York Times.
Una nueva fractura en el vínculo comercial se generó este año por la guerra en Ucrania. Por la crisis energética que golpea a Occidente por su dependencia a los combustibles fósiles de Rusia, Biden dejó a un lado sus advertencias y viajó a Arabia Saudita, primer exportador mundial de petróleo, en busca de recursos. Pero Ben Salman eligió mantener la distancia y, como líder de la OPEP, mantuvo los precios del crudo a pesar de los pedidos occidentales, una medida que fue considerada como beneficiosa para las exportaciones rusas.
El jueves pasado, Biden dijo a un juez de la corte federal estadounidense que Ben Salman debería adquirir inmunidad soberana en la demanda relacionada con el asesinato de Khashoggi, una decisión polémica que supone un giro frente a sus constantes denuncias contra el régimen y refuerza la posición del gobernante de facto.