El conductor, blanco de las acusaciones en España
Confirman que giró a 190 km/h; los muertos son más de 80
MADRID.– Son ocho segundos escalofriantes: el tren Alvia entra como un rayo en la curva, se sale de las vías y vuela contra el talud mientras una estela de humo negro deja intuir la dimensión de la tragedia.
Un país en shock revivió ayer una y otra vez las imágenes del catastrófico accidente de Galicia, que mató a por lo menos 80 personas y dejó 130 heridos. Las grabaciones de las cámaras de seguridad parecían corroborar las primeras certezas de la investigación: el tren del desastre tomó a 190 kilómetros por hora una curva señalizada con un máximo de 80.
Fuentes de la causa judicial indicaron ayer que el maquinista Francisco Garzón, de 52, confesó que iba a esa velocidad cuando, aun mareado por el impacto y atrapado en la cabina, se comunicó por radio con la estación de Santiago de Compostela. También se lo dijo, entre lágrimas, a los policías que lo asistieron entre los cadáveres y los hierros.
El error humano es la primera hipótesis para explicar el peor siniestro ferroviario en casi 70 años. El juez imputó a Garzón, a quien le tomará declaración hoy. Además, ordenó analizar la "caja negra" del tren. El análisis permitirá determinar si además hubo alguna falla en los sistemas informáticos de seguridad.
La empresa estatal Renfe negó que hubiera problemas técnicos en el tren, que había pasado una revisión en Madrid al amanecer del día trágico. El Alvia 730 -que entró en servicio en junio de 2012- es capaz de rodar a 250 kilómetros por hora en vías de alta velocidad y a 190 en tramos convencionales, como es la curva de A Grandeira, donde descarriló.
Por la tarde, se conoció una publicación del maquinista en su página de Facebook de marzo de 2012 en la que alardea de ir a 200 kilómetros por hora. "Estoy en el límite; no puedo correr más, si no, me multan", escribió. Garzón tiene más de 30 años en Renfe, es gallego y conocía bien el trayecto, según informó el gremio ferroviario.
La dimensión del desastre obligó al gigante canadiense de medios de transporte Bombardier, fabricante del motor de la locomotora, a enviar personal para colaborar en la investigación sobre el descarrilamiento.
"Cuando se produce un accidente, lo primero que se hace es enviar gente al lugar para asistir al cliente de la manera que sea y, por supuesto, colaborar con la investigación", explicó el director de comunicaciones de Bombardier Transport, Marc Laforge, a las agencias internacionales. La empresa desarrolló los motores, mientras que la española Talgo fabricó el resto de la locomotora.
Las novedades judiciales se sucedían entre escenas desgarradoras en la capital gallega. Cientos de personas pasaron la noche en vela en los principales hospitales de la ciudad, llenos de heridos, y en el polideportivo, donde se acumulaban los cuerpos y las valijas que habían quedado regadas en la "zona cero". No hubo hasta el mediodía datos fehacientes sobre las identidades de las víctimas. La cifra de muertos crecía.
"¡ Ai meu filliño, que non me colle o móvil! ", sollozaba Milagros, una madre desesperada porque su hijo -que venía en el tren- no respondía las llamadas. Apareció al amanecer, con un brazo roto, en uno de los hospitales.
Otros tuvieron menos suerte. "Ya dieron todas las identidades de los heridos. No creo que la volvamos a ver", se quebraba Pedro Roldán, que buscaba a su sobrina.
A las 22, se informó que ya había 67 muertos identificados. Entre ellos, se encontraba una funcionaria del gobierno de República Dominicana, el periodista radial Enrique Beotas, familiares del futbolista del Deportivo La Coruña Juan Domínguez y por lo menos un ciudadano norteamericano. No había argentinos entre las víctimas. Treinta y tres personas, cuatro de ellas chicos, permanecían internadas en estado grave en hospitales de la provincia de La Coruña.
Desde temprano, se sucedían también escenas dramáticas en la zona del impacto, donde bomberos y paramédicos revisaban uno a uno los vagones retorcidos en busca de más cuerpos. Los asistía una grúa gigantesca, necesaria para mover los restos del tren. Uno de los vagones incluso había terminado encima del talud, a 15 metros de distancia.
Hasta allí se acercó el presidente del gobierno, Mariano Rajoy, natural de Santiago de Compostela. "Hoy es un día de dolor para España; venimos a solidarizarnos con las familias que sufrieron esta tragedia y decirles que no están solos", dijo.
El rey Juan Carlos, todavía convaleciente de su operación de cadera, también se trasladó a Galicia a expresar sus condolencias. "Todos los españoles nos unimos en el dolor de las familias de los muertos", enfatizó, apoyado en una muleta. Por la tarde, el jefe de la oposición socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, recorrió el lugar con ministros del gobierno al que -por las sospechas de corrupción- le está pidiendo la renuncia.
Toda España expresó su conmoción con un minuto de silencio, a las 12, en edificios públicos y estaciones de trenes. En la capital gallega, las calles seguían cubiertas de peregrinos que habían recorrido el tradicional Camino de Santiago y esperaban celebrar el día del apóstol, que era ayer. Lo mismo que la mayoría de los pasajeros del Alvia siniestrado. Pero la fiesta terminó en luto. Deambulaban con los ojos húmedos y una pregunta recurrente: ¿cómo pudo pasar?
La secuencia extraída de un video revela el violento impacto del Alvia 730 a más de 190 kilómetros por hora cuando faltaban cinco kilómetros para su ingreso en Santiago de Compostela