Apolo 11: cinco curiosidades del cohete que llevó al hombre a la Luna, según un argentino que trabajó en la misión
El ingeniero César Sciammarella, responsable de los tanques de combustibles del Saturno V, contó a LA NACION las particularidades de la hazaña de 1969
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La llegada del hombre a la Luna hace 53 años tuvo a dos argentinos detrás de la hazaña, el físico Ramón Alonso -que trabajó en el diseño de la computadora de la Apolo 11-, y el ingeniero César Sciammarella, responsable de los tanques de combustible de un sector clave del cohete Saturno V, que llevó y trajo a los astronautas del satélite terrestre.
Próximo a cumplir los 98 años en agosto, Sciammarella contó desde Chicago a LA NACION que continúa con varios proyectos, ahora focalizados en tecnología óptica. Obsesionado en cruzar el clásico límite de Rayleigh -la capacidad máxima de un aparato para distinguir objetos pequeños- trabaja en el desarrollo de microscopios ópticos que alcanzan resoluciones del orden de las distancias atómicas.
“Desde chico siempre fui y sigo siendo muy curioso. Siempre quiero saber por qué ocurren las cosas, en el mundo vegetal, animal y mineral”, contó a LA NACION, y recordó su sorpresa y pasión por investigar el tema cuando a los diez años, en Concordia, en el río Uruguay, encontró piezas indias: puntas de flechas y discos grabados.
Con Ramón Alonso comparte no solo el haber trabajado en el proyecto Apolo, sino la experiencia ingrata en la Argentina: la persecución durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón. Sospechado de complotar contra las autoridades en los últimos meses del régimen, el entonces profesor de física en la escuela de ingeniería del Ejército fue encarcelado en 1955 durante algunas semanas en Villa Devoto. “¡Agua, agua!”, gritaba muerto de sed durante los interrogatorios, bajo la luz enceguecedora de un faro que lo apuntaba sin pausa durante las 24 horas. Allí también padeció la acción de la tortura. Y en los últimos días de prisión contrajo una neumonía. Hoy, sin embargo, dice estar ya “en paz” con aquellos recuerdos.
En 1962, ya emigrado a Estados Unidos, donde trabajaba como profesor en la Universidad de Florida, se reunió con el grupo encargado del diseño estructural del cohete Saturno V. En esa reunión se acordó la presentación de una propuesta del argentino para el estudio de los tanques de combustible líquido del tercer componente del Saturno V. La propuesta fue finalmente aprobada y financiada por la NASA.
“El tercer componente tenía un papel clave en la misión Apolo”, explicó Sciammarella. “Se activaba en dos oportunidades. La primera, cuando la nave alcanzaba la órbita lunar. Ese componente era el que impulsaba el módulo hacia la superficie del satélite. Luego, se volvía a activar para el proceso de retorno a la Tierra”, señaló Sciammarella. En concreto, su trabajo consistió en el diseño del tanque que llevaba el combustible líquido de propulsión de ese sector del cohete. El desafío era reducir el peso del tanque al mínimo posible y asegurar que no fuera vulnerable a ninguna deformación ni avería durante la etapa de llenado en tierra, despegue y travesía en el espacio.
Cinco curiosidades
Fascinado con todo el proyecto Apolo, Sciammarella enumeró a LA NACION los cinco aspectos más sorprendentes del cohete que llevó al hombre a la Luna:
1. En el momento del despegue, el cohete Saturno consumía 635 galones (2400 litros) de combustible por segundo. Como referencia, un Jumbo 747 consume aproximadamente 1 galón (3,8 litros) por segundo. “Cuando conducimos un auto, para ganar velocidad tenemos que acelerar y consumir más combustible. La energía de movimiento está dada por la energía de combustión, a lo que hay que restarle las pérdidas debidas a la fricción, a la resistencia atmosférica y otros fenómenos adicionales que consumen energía. Lo mismo ocurre con un cohete, que necesita ese fabuloso consumo de combustible para escapar de la atracción de la Tierra”.
2. El cohete Saturno tenía inicialmente una fuerza de empuje de 3400 toneladas. “Para escapar de la órbita terrestre el cohete tiene que adquirir una energía de movimiento superior a la energía potencial que lo atraía a la Tierra. La velocidad de escape desde la superficie de este planeta es 11,19 km por segundo. Dado que la energía de movimiento depende de la masa del cohete y por lo tanto del peso, todo el conjunto debe pesar lo menos posible. Lo mismo ocurre con un auto de carrera en el que el peso debe reducirse a un mínimum compatible con el consumo de combustible del motor para lograr la velocidad más grande posible”.
3. A pesar de que ha transcurrido más de medio siglo, el cohete Saturno V y el actual Sistema de Lanzamiento Espacial (SLS) de la NASA son muy similares. Uno se podría preguntar ¿No hizo más avances la ciencia en tanto tiempo? “La respuesta no está tanto en el desarrollo tecnológico como en los límites de la Física. Hay dos serios obstáculos: primero, el material de la estructura que pueda soportar los esfuerzos y las temperaturas que implica escapar de la órbita terrestre; y segundo, el desarrollo de equipos que puedan proveer la energía de escape. Una alternativa sería controlar la atracción que ejerce la fuerza de gravedad. Por ejemplo, se puede lograr una reducción del campo gravitacional creando un campo electromagnético giratorio, como sería el caso de un platillo volador”.
4. No solo el cohete Saturno V y el SLS son muy similares sino que “el actual edificio de ensamblaje de vehículos (VAB) del Centro Espacial Kennedy, es el mismo que se construyó en 1966. Tiene 160 metros de alto (la Estatua de la Libertad en Nueva York mide 93 metros de alto) y 150 de ancho. Tuve la oportunidad de ver de cerca varias veces el cohete Saturno V y era un espectáculo dantesco. Estaba todo armado en una posición vertical, como para el despegue y en los cuatro rincones de ese edificio había tornillos que empujaban, que comprimían al cohete. Era un espectáculo extraordinario”.
5. “Si uno piensa que el proyecto Apolo tardó solo seis años en pasar del papel a llevar al hombre a la Luna, hoy sería algo inimaginable concretar algo así en esos plazos. Todo el proyecto Apolo costó alrededor de 200.000 millones de dólares, al valor actual, casi la mitad del PBI de la Argentina. Obviamente que fue una decisión política de aquel momento, y ahora hay otras prioridades. Pero no deja de ser un momento grandioso de la historia de la Humanidad”.
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