Apenas el prólogo de una larga batalla por la deuda pública
WASHINGTON.- Para ser el vencedor, el presidente Barack Obama mostró un semblante demasiado preocupado. Cuando anteanoche por fin pudo anunciar el final de la larga batalla política por los recortes de impuestos, evitó adoptar expresiones de júbilo o una retórica triunfalista.
Con ayuda de su vicepresidente, Joe Biden, logró cumplir su mayor promesa electoral: subidas impositivas para los ricos y exenciones duraderas para el resto. Pero su lenguaje corporal dejó en claro que no serán sencillos los próximos meses. Porque ahora se aproxima otra gran batalla por la deuda pública.
La agitada trama sobre fin de año en Washington fue apenas el prólogo, según la opinión de varios analistas. Y lo que seguirá podría constituir el verdadero drama.
El Congreso deberá definir próximamente el aumento del actual techo de deuda, de 16,4 billones de dólares. La última vez que éste debió ser elevado, a mediados de 2011, republicanos y demócratas se enfrentaron de tal manera por recortes simultáneos del déficit que el país estuvo cerca de la insolvencia y perdió su máxima calificación crediticia.
Seguramente fue el recuerdo de estos momentos el que pesó la víspera durante el anuncio de Obama. Como un padre estricto, advirtió a la oposición de imprudencias juveniles que vuelvan a poner en jaque la salud de la mayor economía mundial: "Las consecuencias para la economía mundial en su conjunto serían catastróficas. Mucho peor que el impacto del abismo fiscal".
Obama llamó a poner fin de una vez a las conductas irresponsables. Sin embargo, la apelación del mandatario demócrata podría quedar en el plano de las aspiraciones. Si bien hoy se iniciará un nuevo período legislativo con algunos nuevos representantes y senadores, las relaciones de poder en las cámaras no se modificarán, como tampoco los líderes de las facciones.
Tras su derrota en materia de impuestos, los republicanos darán todo para que el inmenso déficit estatal de más de un billón de dólares se reduzca a expensas de los programas sociales. "Debemos hacer frente a las raíces del problema: el gasto desenfrenado", opinó Lou Barletta, representante y miembro del ultraconservador Tea Party.
Pero no sólo los conservadores consideran que el acuerdo por el presupuesto representa una solución temporal e insuficiente.
También la mayoría de los analistas políticos manifiestan sus críticas: "Es una mala ley, que empeoró una mala situación", opinó Richard Haas, del Council of Foreign Relations en Washington. El acuerdo apenas envió una señal al mundo de que la política norteamericana no está completamente "atolondrada y fuera de control".
Obama perdió el "momento mágico" de tomar la iniciativa contra las extremas deudas estatales, consideraron los expertos en economía Erskine Bowles y Alan Simpson.
Tras el acuerdo, en algunos círculos financieros ya se habla de una nueva degradación crediticia norteamericana: "El proceso fue tan caótico y el resultado tan insatisfactorio que probablemente en un momento futuro veamos una nueva rebaja de Estados Unidos", concluyó un análisis del grupo Citi.
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