Nicolás Nin, coordinador de centros de referencia de cuidados intensivos por Covid, apeló a testimonios de antivacunas para convencer a la población sobre su importancia
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A medida que Uruguay batía en enero sus propios récords de contagios diarios por covid-19, el médico Nicolás Nin lidiaba con un sentimiento especial por los pacientes que recibe en terapia intensiva sin estar vacunados contra el virus.
“Más que nada me genera frustración, la frustración de no haberlos convencido de vacunarse. ¿Dónde está el error que podemos haber cometido?”, se pregunta.
Nin trabaja en la trinchera de la lucha contra la pandemia en Uruguay: coordina los dos principales centros públicos de referencia de cuidados intensivos por covid en el país. Y observa día a día cómo la inoculación puede marcar una diferencia vital.
En enero, la tasa de mortalidad cada 100.000 habitantes sin vacunarse en Uruguay fue 10,6, diez veces superior a la de quienes habían recibido tres dosis de vacunas (1,08) y más de cuatro veces mayor a la de quienes tenían dos dosis, informó el ministerio local de Salud Pública.
Según datos oficiales obtenidos el jueves, 71% de los pacientes con coronavirus internados en los centros estatales de tratamiento intensivo de Uruguay no habían sido inoculados contra el virus.
Ninguna de esas 42 personas con covid en terapia intensiva había recibido las tres dosis recomendadas por las autoridades sanitarias para adultos. “Frustración es lo mismo que le genera a las familias y los pacientes una vez que ingresan y se ponen graves”, explica Nin en diálogo con BBC Mundo.
“No queda otra”
La pandemia fue una suerte de montaña rusa para Uruguay. El país pasó de ser en 2020 una excepción latinoamericana en el control de contagios de covid, a tener en mayo pasado la peor tasa de muertes y casos diarios reportados a nivel mundial, en relación a la población.
Luego su campaña de vacunación avanzó con rapidez y la curva de contagios bajó casi a mínimos en la segunda mitad de 2021. Pero los casos volvieron a subir en diciembre, con el impulso adicional de la contagiosa variante ómicron, Uruguay batió en enero varias veces su récord de contagios diarios hasta superar los 11.000 dos semanas atrás.
Los datos oficiales indican que 81,6% de los uruguayos recibieron una vacuna contra el covid, dos tercios (76%) tienen la segunda y desde la semana pasada más de la mitad ya tiene la tercera de refuerzo. Si bien esos números colocan a la sociedad uruguaya como una de las más inoculadas en Latinoamérica, Nin observa la otra cara de la moneda: quienes evitan vacunarse pese a haber disponibilidad de dosis.
“A medida que hay tantos casos, ese 20% de población que no está protegida se contagia y algunos de ellos, los más vulnerables o susceptibles, pueden agravarse y llegar a la muerte”, advierte.
Este médico de 50 años y su equipo grabaron en video testimonios de expacientes que, después que el coronavirus pusiera en jaque sus vidas, se arrepintieron de haberse resistido a vacunarse.
Uno de ellos es Pablo Damborena, quien pasó 18 días en terapia intensiva en junio y perdió 21 kilos en ese lapso. “Nunca estuve de acuerdo con las vacunas hasta que caí acá y gracias a la ciencia y a los médicos pude salir con vida”, señaló en su testimonio frente a la cama hospitalaria donde permaneció internado.
“Si tienen alguna duda en cuanto a la vacuna, por mi parte les puedo decir que no: no queda otra que vacunarse”, agregó en el video grabado por Nin y su equipo, y divulgado por las redes sociales de los servicios de salud del Estado.
Damborena cuenta que aún hoy intenta convencer a sus amigos y conocidos de que se vacunen, incluso a aquellos que creen en falsedades sobre el tema.
“Estas teorías de conspiración agarran a personas que no quieren pensar: les dicen algo y se aferran a eso sin saber. Yo no puedo discutir de un tema médico; no soy médico”, le dice este trabajador independiente de 52 años a BBC Mundo. Ahora Damborena aguarda para recibir su tercera dosis. Y dice sentir una “deuda enorme” por el personal hospitalario que lo trató.
“No es una simple gripe”
Nin explica que grabaron esos videos durante controles que realizaron a expacientes de coronavirus para detectar posibles secuelas luego de darles el alta hospitalaria. Esas secuelas suelen incluir alteraciones psicológicas, físicas o respiratorias.
Señala que divulgar testimonios de ese tipo con la anuencia de los expacientes para mostrar cómo los antivacunas pueden revertir su actitud tras sufrir experiencias traumáticas tiene un “impacto” especial para la opinión pública.
“Yo puedo salir hablando en una red social, pero si sale el que vivió la experiencia en carne propia es mucho más importante”, sostiene y anticipa que en algunas semanas volverían a registrar ese tipo de testimonios.
Pero agrega que los mensajes de expacientes también sirven para motivar al propio personal sanitario afectado “desde el punto de vista físico y psicológico” por la pandemia. A ese personal se le exigió como nunca con la actual ola de coronavirus, dice Nin, ya que los médicos y enfermeros contagiados deben faltar al trabajo aunque estén bien de salud, lo cual genera sobrecarga laboral en quienes permanecen.
Con 20 años de experiencia profesional en centros respiratorios, este intensivista del hospital Español de Montevideo también rechaza la idea de que la ómicron pueda tomarse como una gripe normal por ser más leve que otras variantes de covid.
Relata que algunos días atrás un paciente suyo menor de 25 años murió por “una reacción fulminante” a la variante: no tenía ninguna vacuna contra el covid.
La cifra de personas que fallecieron con diagnóstico de coronavirus en Uruguay durante enero fue más del triple del promedio de muertes por causas relacionadas con neumonía o gripe que el país registraba el mismo mes antes de la pandemia.
La mayoría de esos fallecidos eran mayores de 80 años. “No es una simple gripe”, advierte Nin.
“No vimos influenza que dé reacciones tan severas y mucho menos a gente joven y sin comorbilidades, como vimos con el coronavirus”.
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