Antes una rareza, los brotes globales se volverán más comunes
WASHINGTON.- La rápida propagación global del coronavirus agarró desprevenidos a ciudadanos, empresarios, inversores y políticos por igual. Sin embargo, los expertos sanitarios y economistas que estudian las pandemias sostienen que no debería sorprendernos para nada.
Las epidemias de enfermedades infectocontagiosas son parte del paisaje global desde hace un cuarto de siglo y, según los expertos, eso se debe en parte a tendencias como la urbanización, la globalización y el aumento del consumo de proteína de origen animal en las sociedades que prosperan. Para los especialistas, deberíamos prepararnos para que se repitan cada vez más.
David Finnoff, economista de la Universidad de Wyoming, dice que la antigua regla de oro de la investigación de las pandemias indicaba que esos eventos ocurrían unas tres veces cada cien años. Pero en el siglo que corre el mundo ya sufrió un amplio surtido de amenazas virales: el SARS en 2002 y 2003, la gripe porcina H1N1 en 2009, el MERS en 2012, el Ébola en 2014 y 2016, el zika en 2015 y el dengue en 2016.
La recurrencia de epidemias infectocontagiosas se multiplicó entre las décadas de 1940 y 1960, según EcoHealth Alliance, una organización sin fines de lucro que construyó una base de datos para volcarlos en un mapa global sobre este tipo de brotes. Peter Daszak, presidente del grupo, señala que en 1980, con la aparición del VIH, el crecimiento se disparó, y que ahora "está aumentando exponencialmente".
Sin contar siquiera la gripe común, las pandemias infectocontagiosas de este siglo se cobraron más de 300.000 vidas a nivel mundial, según David Bloom y Daniel Cadarette, investigadores de la Universidad de Harvard.
Daszak estima que en los próximos 30 años las pandemias le costarán al mundo unos 23,5 billones de dólares. Esa cifra incluye el perjuicio de la caída de la actividad económica, pero también el daño por la pérdida de vidas humanas.
Urbanización significa que la gente vive cada vez más apretada, lo que facilita el intercambio de gérmenes de persona a persona. A su vez, la globalización hace que la gente se aventure a lugares más lejanos de sus fronteras, transportando esos bichitos a distancias mayores.
A eso se suma el auge del consumo de proteína de origen animal, que pone a los humanos en contacto con animales de cría, que actúan como portadores de enfermedades de otras especies.
China, donde se originó el brote actual, es también epicentro de varias de esas tendencias que les ofrecen a los virus un caldo de cultivo más amplio para multiplicarse. Según el Banco Mundial, ningún país se urbanizó más rápido que China en el último cuarto de siglo. En 2018, el 59% de su población vivía en zonas urbanas, en comparación al 36% de 2000 y al 19% de 1980.
Wuhan, la ciudad china donde se manifestó por primera vez el Covid-19, es un buen ejemplo de esa tendencia: entre 2000 y 2018, su población creció de 8 a 11 millones. La gente, además, fluye masivamente hacia las ciudades gracias a una red de transporte cada vez más rápida y extensa. En 2000, pasaron por Wuhan unos 20 millones de turistas y en 2018 fueron 288 millones. Además, actualmente, desde Wuhan salen trenes de alta velocidad hacia 25 grandes ciudades de China y el tiempo de viaje a Pekín se redujo de 10 a 5 horas.
El desarrollo de la ciudad coexiste con el comercio de animales silvestres, presuntos vectores de infecciones, que las autoridades chinas prometieron prohibir en el país.
Ramanan Laxminarayan, investigador de la Universidad de Princeton, dice que el auge de pandemias globales plantea un problema de acción colectiva. Una de las mejores maneras de combatir el virus es que las autoridades informen de su aparición no bien ocurre, para aislarlo en sus primeras etapas.
Sin embargo, cada país tiene sus propias razones para demorar el anuncio hasta que el problema es una certeza porque la noticia siempre tiene costos para la economía, como la caída del turismo y el consumo.
La demora del anuncio en China e Irán no debería sorprender, dice Laxminarayan. Los comentarios públicos de Donald Trump sobre el coronavirus, que llegaron recién cuando el miedo a la epidemia ya había causado el desplome de las acciones en Estados Unidos, son blanco de la misma desconfianza.
Traducción de Jaime Arrambide
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