Antes que Trump, Modi fue el pionero del populismo nacionalista
WASHINGTON.- El proceso electoral en la India ha sido una prueba de fuego para la democracia. El país tiene unos 900 millones de votantes, una cifra que lo convierte en la mayor democracia del mundo, pero que también revela que solo uno de cada ocho adultos está en condiciones de votar.
En un país con una población tan variada y geográficamente dispersa, la logística electoral es titánica. De todos modos, por extenuante que haya sido, esta elección se reducía en definitiva a una sola pregunta: ¿el polarizante Narendra Modi debe ser premier durante cinco años más? A juzgar por los resultados, la respuesta fue un sí rotundo que tiene varias consecuencias internacionales.
La marca de populismo derechista de tintes religiosos que en 2014 llevó al gobierno al Bharatiya Janata, el partido de Modi, pronto se reflejó también en otras votaciones antiestablishment en Estados Unidos, Europa y otros países. De hecho, en la India muchos se refieren a Modi como "nuestro Trump", ya sea con orgullo o con desprecio. "De las grandes democracias que cayeron en el populismo, la India fue la pionera", escribió el novelista y periodista Aatish Taeser en Time.
A pesar de las críticas generalizadas de parte de los liberales de todo el mundo, esa guerra cultural global no da señales de apaciguarse. Esta misma semana, y contra toda lógica convencional, la sorpresiva victoria del primer ministro australiano, Scott Morrison, vino a sumarse al muy probable crecimiento de los partidos antiestablishment en las elecciones para el Parlamento Europeo (ver página 6), lo que sugiere que el auge de esas fuerzas continúa.
Los detractores de Modi señalan dos graves problemas de su liderazgo que serán difíciles de revertir para cualquier gobierno futuro. Primero, que a pesar de haber basado su campaña haciendo alarde de sus ideas económicas, sus intentos para que la India se convierta en un país más atractivo para los negocios han fracasado notoriamente. En segundo lugar, critican que el gobierno sea tan proclive a la divisiva ideología del nacionalismo hinduista, que rechaza los principios laicos sobre los que la India fue fundada.
Imagen internacional
Al igual que muchos populistas, Modi se vende internacionalmente como un reformista de la economía. En 2012, cuando era ministro en jefe del estado de Guyarat, Modi prometió generar un clima que "minimice el papeleo y aliente los negocios". Al año siguiente, sugirió que la India necesitaba "modernizarse, no occidentalizarse", y puso como ejemplo el boom económico de Corea del Sur.
Esos comentarios llevaron a algunos intelectuales indios y extranjeros que querían una economía más abierta a brindarle un apoyo condicional. La política de la India estaba dominada desde hacía décadas por el Congreso, entre acusaciones de decadencia y corrupción, así que en ese contexto esa ética de clase trabajadora de origen humilde de Modi parecía traer aires nuevos.
Esa promesa económica hizo que pasaran por alto los costados más oscuros de la historia de Modi. En 2005, a Modi se le negó el ingreso a Estados Unidos sobre la base de cuestiones de libertad religiosa: se lo acusaba de haber dado apoyo tácito a los extremistas hinduistas durante los levantamientos de 2002 en Guyarat. El gobierno de Barack Obama sorteó velozmente la cuestión para invitar a la Casa Blanca al flamante primer ministro después de su triunfo en las elecciones de 2014. Dos años después, Modi se convirtió en el primer premier de la India en dirigirse al pleno del Congreso norteamericano.
Pero los intentos de Modi de reconvertir la economía de la India no arrojaron los resultados que muchos esperaban. En 2018, el desempleo alcanzó el 6,1%, la cifra más alta en 45 años. Los trabajadores rurales también están desesperados: en la última década, se suicidaron más de 10.000 agricultores. Los expertos dicen que Modi no solo perdió la oportunidad de mejorar la situación económica de la India, sino que además su inoperancia en otros temas claves tal vez la haya empeorado.
Los males económicos de la India podrían terminar siendo solo una parte de problemas sociales más amplios que se exacerbaron durante el primer mandato de Modi. Como no había buenos resultados económicos para mostrar antes de las elecciones de 2019, el apoyo a Modi ha girado en torno al nacionalismo hinduista al que sus críticos tanto temen.
Tras el atentado terrorista de febrero en Pulwama, una región de Cachemira en disputa, Modi envió aviones de combate a realizar ataques en territorio paquistaní, profundizando las tensiones entre esos dos países vecinos y rivales.
"Para sobrevivir en este mundo, hace falta un líder potente. ¿Vieron que con Rusia y con Estados Unidos nadie se mete?", dijo antes de las elecciones el oficial retirado del ejército Chandra Bhal Singh.
En ese clima enrarecido, las tensiones internas también son alarmantes. En la India viven casi 200 millones de musulmanes, y en los últimos años se ha registrado un aumento de los reportes de violencia, con linchamientos incluidos, de parte de extremistas hinduistas contra musulmanes. Modi condenó esos actos de violencia, pero sus detractores recuerdan que se tomó dos años antes de hacerlo.
De hecho, Modi hizo poco y nada para rechazar a los extremistas durante el proceso electoral. Un candidato de su partido está acusado de terrorismo por el atentado de 2008 en el que murieron seis musulmanes. Otros candidatos hicieron comentarios antimusulmanas. En un artículo en Nation, Ruchira Gupta dijo que el discurso de Modi había virado "de la lucha contra la corrupción a la diseminación del odio".
Traducción Jaime Arrambide
The Washington Post
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