Ante reyes y tribus, Mandela dijo ayer adiós
El luchador por la libertad dejó el poder en Sudáfrica y asumió Thabo Mbeki.
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17 de junio de 1999
PRETORIA (De un enviado especial).- Llegó de la mano de su esposa, Graça Machel, y luego subió en forma pausada la escalera hacia el podio, mientras un aplauso cerrado rodeaba toda su humanidad.
Nelson Mandela entregó ayer la presidencia a su sucesor, Thabo Mbeki, con lo cual se cerró un capítulo fundamental en la vida de uno de los más importantes personajes de la historia contemporánea.
El viejo luchador por la libertad y adalid de la reconciliación le dio paso a quien tendrá también una dura tarea por delante: consolidar la convivencia pacífica y hacer realidad el sueño de millones de negros que aún esperan un futuro mejor.
Siyabonga, Madiba. Enkosi, Madiba. Farewell. Cada uno en su idioma, zulú, xhosa o inglés, le dijo ayer gracias y adiós. Y todos juntos lo hicieron con alegría y música, que el veterano líder acompañó con sus característicos pasos de baile y una sonrisa ancha, cuando el podio ceremonial dio paso al escenario de un concierto popular al que asistieron más de 30.000 personas en los parques adyacentes al Union Buildings, la sede del gobierno.
“Es un hombre extraordinario. Salió de la cárcel y supo perdonar a quienes lo pusieron tras las rejas, y que aún están vivos. Era el único que podía reconciliar el país. Eso no es fácil”, dijo con genuina admiración Divine Koblah, uno de los tantos que acudió ayer a observar la despedida pública de Mandela.
¿Y qué hará ahora el veterano líder? Se dijo ayer que, por lo pronto, se tomaría quince días de vacaciones repartidos entre Maputo, capital de Mozambique (donde nació Machel) y Gabón. Pero casi nadie descuenta que, como ya lo ha hecho, se dedique, además de acompañar en las sombras al nuevo gobierno, a mediar en potenciales conflictos entre países africanos o, incluso, mundiales.
Fuentes diplomáticas manifestaron ayer que podría considerar intervenir en la crisis entre las autoridades militares de Birmania y la líder opositora, Aung San Suu Kyi.
Bajo un sol generoso, pero en una jornada fresca, reyes, príncipes, presidentes y ministros de un centenar de países ocuparon sus lugares en el anfiteatro de la sede del gobierno, mientras niños y jóvenes de coros provenientes de Bloemfontein, Tygenberg, Pretoria, Garankua e Imborgi y una banda naval ejecutaban piezas clásicas y populares. La música fue tapada por los vítores cuando ingresó en el lugar Muammar Khadafy, exclamaciones que superaron a las recibidas por Yasser Arafat.
El líder libio realizó aquí su primer viaje al exterior tras el levantamiento de las sanciones a Trípoli, en abril, luego de que, por intervención de Mandela, su gobierno accedió a entregar a los dos sospechosos del atentado de Lockerbie.
Los imbongis
La ceremonia de jura tuvo dos momentos curiosos. Uno fue cuando dos imbongis (cantores de alabanzas que en la tradición tribal elogian al rey) manifestaron sus elogios y expectativas tanto ante Mandela como ante Mbeki. Pero un tercer imbongi , presente en la ceremonia sólo como invitado, irrumpió en el centro de la escena para reclamar de viva voz que no se le brindara tanta atención a los reyes extranjeros y más a los monarcas locales ponda, zulú y timbu. Fue gentilmente llevado a un costado del podio para que volviera a su asiento.
El otro momento que pateó el tablero del protocolo ocurrió tras una exhibición de helicópteros y cazas de la fuerza aérea, cuyas estelas dejaron en el cielo los colores de la bandera sudafricana: colorado, blanco, azul, amarillo y negro. El desfile no parecía haber concluido cuando la locutora oficial del acto llamó a Mbeki para que iniciara su previsto discurso. Ante la vacilación del flamante mandatario, la animadora lo exhortó en un tono más firme.
Mbeki aceptó en tono de broma y desgranó su alocución con una voz cascada por una persistente gripe. Cuando restaban sólo unos pocos párrafos para el final, tres Jumbos de la aerolínea local pasaron en vuelo rasante por el lugar, lo que obligó a todos los presentes a olvidar lo que sucedía en tierra firme y mirar al cielo. Efectivamente, Mbeki tenía razón.
El traspaso del poder coincidió con el Día de la Juventud y tanto Mandela, que se despidió con unas pocas palabras frente a los jóvenes, como Mbeki destacaron en sus discursos la importancia de las próximas generaciones para consolidar el camino abierto en 1994.
“Mientras el sol continúa alzándose para expulsar la oscuridad de los largos años de colonialismo y apartheid , la nueva luz debe mostrar una nación presta a trabajar por un futuro mejor”, expresó Mbeki.
Esta es su hora, porque Mandela, el luchador por la libertad, formalizó su despedida. Cerró así otro capítulo en una vida novelesca: de revolucionario a prisionero, de prisionero a presidente y estadista.
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