Ansiedad y miedo en Kuwait por la guerra
KUWAIT CITY.- La guerra no sólo está en el aire, sino que es una certeza. Aquí, en este pequeñísimo emirato en medio del desierto y sobre un mar de petróleo, que con el emplazamiento de más de 100.000 soldados angloamericanos se ha transformado en la principal base de partida para un ataque terrestre contra Irak (con el que limita), nadie se pregunta si habrá guerra o no, sino cuándo.
"Todo va a ser muy rápido. Va a haber un nuevo régimen, y todos vamos a estar mejor: el mundo necesita de un Irak sin Saddam Hussein", afirma Minivi Shammeri, un kuwaití de 24 años que trabaja en el flamante Marina Mall, uno de los tantos shoppings de esta opulenta capital llena de monstruos de cemento, recién inaugurado a metros de la costa, sobre el Golfo Pérsico.
Como la mayoría de los poco más de dos millones de habitantes de este Estado -más chico que la provincia de Tucumán, y sexto en renta per cápita gracias a su formidable producción y reserva de petróleo-, Minivi parece estar apurado. Quiere la guerra ya. No le importa que Saddam haya comenzado a destruir los misiles Al- Samoud 2, que haya manifestaciones pacifistas en todo el mundo y que buena parte de la diplomacia internacional esté trabajando contra reloj para evitar un conflicto.
"No veo la hora de que empiece la guerra, rápido, y que se vaya de una vez por todas Saddam, que es un criminal", afirma Minivi, mientras se queja de que por culpa de este tensionante compás de espera "en los últimos dos meses casi no viene gente al Marina Mall". Pocas personas se ven, en efecto, paseando entre los relucientes pisos de mármol del shopping, que ostenta tiendas internacionales al mejor estilo Zara, Guess, Starbucks, McDonald´s, Hallmark, Kentucky Fried Chicken, Hugo Boss o Cacharel, y donde llama la atención escuchar de repente que la música pop funcional se mezcla con el canto del muezzín que invita a rezar de la mezquita de en frente.
Aunque sólo tenía ocho años, Minivi se acuerda muy bien de la invasión iraquí de agosto de 1990, que desencadenó la primera Guerra del Golfo. "Sí, los tanques y el ruido de las bombas... Pero con mi familia nos quedamos sólo cuatro días: después nos fuimos a Arabia Saudita y volvimos sólo a mediados del 91, después de la liberación que obtuvimos gracias a Estados Unidos", dice este joven de bigote, vestido con la tradicional "dishasha" -la túnica que llevan aquí los hombres- y el turbante a cuadritos rojos y blancos.
Aunque Kuwait reconstruyó todo aquello que las tropas de Saddam arrasaron hace 12 años, el fantasma del dictador iraquí, un vecino incómodo, siguió acechando a la rica población del pequeño emirato, que ahora quiere "que de una vez por todas se termine la pesadilla" y "que Saddam desaparezca de la faz de la Tierra".
Paranoia a la orden del día
En medio del compás de espera por una guerra considerada inevitable, también hay miedo en el aire. Saddam amenazó con atacar a su vecino del Sur con armas químicas o bacteriológicas, y la paranoia por conseguir un kit de máscara antigás, traje, inyección de atropina y demás elementos para subsistir en caso de catástrofe está a la orden del día. El gobierno no hace otra cosa que publicar en los diarios las instrucciones por seguir una vez que suenen las sirenas de alarma y todos los días hay simulacros de evacuación en colegios, empresas y oficinas públicas. La mayoría de las embajadas occidentales ha dado luz verde como para que el personal que desee irse pueda hacerlo, y varios colegios ingleses y norteamericanos directamente han decidido suspender las clases hasta nuevo aviso.
"En casa tenemos un cuarto con las ventanas selladas, provisiones de agua y comida y máscaras", cuenta Dunya Al-Bashir, una de las pocas personas que se ven en el impresionante megastore Virgin del Marina Mall, que dice que no quiere la guerra, pero "que es necesario que se vaya Saddam". ¿Tiene miedo? "No, mi destino y el de mi familia están en las manos de Allah, pero el régimen iraquí debe cambiar", agrega esta mujer kuwaití de 34 años que durante la primera Guerra del Golfo se encontraba en Londres estudiando literatura inglesa en la Universidad.
"En realidad la guerra no es el problema, porque va a ser muy rápida y fulminante, sino el período de tiempo a caballo de la guerra", señala un diplomático occidental. "Básicamente, hay dos riesgos: que Saddam, en un acto de desesperación, lance hacia aquí misiles con cabezas químicas o que haya un atentado terrorista", agrega.
Virtual protectorado de Estados Unidos enclavado en la península arábiga, todo el mundo es consciente de que el "traidor" Estado de Kuwait podría ser blanco del terrorismo fundamentalista.
No extraña entonces que en las últimas semanas el gobierno haya decidido redoblar las medidas de seguridad, con 4000 hombres de la policía y el ejército en las calles, convirtiendo a esta capital en una ciudad virtualmente militarizada, pero donde no se ve ni la sombra de un militar norteamericano, algo que no sería "políticamente correcto".
Para prevenir cualquier tipo de atentado, bolsas de arena, tanquetas y bloques de cemento rodean los lujosos palacios del emir Jaber al-Ahmed al-Sabah, las embajadas británica y estadounidense, así como también las entradas de los grandes hoteles internacionales, llenos de periodistas extranjeros, hombres de negocios y demás personajes de lo más parecidos a espías.
En su modesto restaurante de Fahed El Sailem Street, en pleno centro, Abdul Mahman, un egipcio -la mitad de la población de este país es inmigrante, mano de obra barata de los ricos kuwaitíes- admite que tiene miedo de un ataque iraquí. Señalando las mesas vacías, se queja: "Con este clima, hay mucho menos gente en la calle, y casi no hay trabajo". Como la gran mayoría, Abdul piensa que "hay que sacar del poder a Saddam". Pero con una salvedad: "Sin guerra".
Avalancha de periodistas
- KUWAIT CITY (De una enviada especial).- En vistas de la aquí considerada inminente guerra en Irak, más de mil periodistas se han acreditado en este país, dijo a LA NACION Entesar Al-Azmi, del centro de prensa montado en el hotel Sheraton de esta capital. De todas partes del mundo, los reporteros no sólo se registran con el gobierno kuwaití, sino también con el comando de las fuerzas norteamericanas, en el hotel Hilton, con la esperanza de poder seguir las operaciones militares que vendrán.
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