Años antes de su estrategia de “covid cero”, China tuvo una política de “gorrión cero”: con ambas la autocracia quedó expuesta
Al igual que en los tiempos de Mao, el gobierno de Xi contraría la opinión de los científicos, que hablan de convivir con el virus
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HONG KONG.- En la primavera de 1958, el gobierno chino movilizó a toda la nación para exterminar a los gorriones, a los que Mao había declarado “plaga destructora de cosechas”. La gente de toda China salió a golpear ollas y sartenes, encender petardos y agitar banderas para evitar que las aves se posaran, y así cayeran y murieran de agotamiento. Se estima que en unos meses mataron cerca de 2000 millones de gorriones en todo el país.
La casi extinción de los gorriones provocó plagas de insectos, que arruinaron los cultivos y contribuyeron con la Gran Hambruna, que mató de inanición a decenas de millones de chinos en los tres años siguientes.
Ahora en China el temor es que la estrategia “Covid cero” se haya convertido en otra campaña al estilo de Mao, que responda a la voluntad de una sola persona –el líder máximo Xi Jinping– y que pueda terminar perjudicando a todos.
Así como Mao y sus subalternos ignoraron la oposición de científicos y tecnócratas a su política contra los gorriones, Pekín ignora la opinión de los expertos que aconsejan que China abandone esa costosa estrategia y aprenda a coexistir con el virus, especialmente ahora que la variante predominante, aunque más contagiosa, es más leve.
Por el contrario, Pekín insiste en seguir con el mismo manual de estrategias de 2020, basado en testeos masivos, cuarentenas y confinamientos. Este enfoque puso en pausa la vida de cientos de millones de personas, encerró a decenas de miles en improvisados campamentos de cuarentena y privó de tratamiento médico a muchos pacientes con otras enfermedades.
Xi se aferra a esta estrategia porque busca lograr un tercer mandato en el Congreso del Partido Comunista, a fines de este año. Quiere usar el supuesto éxito de China en la contención del virus como prueba de que su modelo de gobierno verticalista es superior al de las democracias liberales.
Mientras la variante ómicron se sigue propagando, el lunes había alrededor de 373 millones de personas en 45 ciudades chinas en confinamiento total o parcial, según estiman economistas del banco de inversión Nomura, y advierten que esas ciudades representan el 26% de la población de China, el 40% de su producción económica del país, y que el riesgo de recesión sigue subiendo, mientras los gobiernos locales compiten por escalar aún más las medidas de contención del virus.
Ahora Pekín insta a los gobiernos locales a buscar un equilibrio entre el control de la pandemia y la producción económica. Pero dentro de la burocracia estatal absolutamente todos saben cuál es la prioridad.
Recientemente, en la ciudad de Jixi, en la provincia más septentrional de China, 18 funcionarios entre los que se contaban líderes municipales, jefes policiales y los directores de un hospital y una funeraria, fueron disciplinados o amonestados por descuidar sus deberes y responsabilidades en el control de la pandemia. Algunos cuadros “no se esforzaron lo suficiente”, dijo el anuncio.
En Shanghái, la ciudad más grande y próspera de China, destituyeron o suspendieron de sus cargos a por lo menos ocho funcionarios de nivel intermedio por la mala gestión de la cuarentena, que provocó caos, accidentes y un grave desabastecimiento de alimentos.
A principios de abril, cuando Shanghái confinó a sus 25 millones de residentes y suspendió la mayoría de los servicios de delivery, muchas personas tuvieron problemas para abastecerse de alimentos, sin importar su nivel socioeconómico. Algunos sincronizaban sus alarmas para despertarse en el horario de reaprovisionamiento de las distintas aplicaciones de entrega de comestibles, que empiezan a funcionar desde las 6 de la mañana.
Según informan algunos residentes de Shanghái, un tema candente en los grupos de WeChat en los últimos días era si es seguro comer las papas germinadas. Los vecinos recurrieron a un sistema de trueque para hacer intercambios, por ejemplo, de un repollo por una botella de salsa de soja. Y cada Coca-Cola se convirtió de pronto en moneda fuerte.
Dai Xin es propietaria de un restaurante, pero después de casi dos semanas de confinamiento se está quedando sin alimentos para mantener a su propia familia de cuatro integrantes. Ahora corta el jengibre en rodajas finas como un papel, hace encurtidos de verduras para que no se echen a perder y come dos comidas al día, en lugar de tres.
Hasta la clase adinerada se enfrenta a la escasez de alimentos. La gerenta de un gran comercio minorista dice que la semana pasada recibió muchos pedidos de altos ejecutivos que viven en Shanghái. “Pero no pude hacer mucho por ellos, debido a las reglas del confinamiento”, dice sin revelar su nombre, debido a la sensibilidad política del tema.
Pero para los habitantes de Shanghái la peor pesadilla es dar positivo en el hisopado y que los envíen a instalaciones de cuarentena centralizadas. En algunas de ellas las condiciones son tan terribles que en las redes sociales les dicen “campos de refugiados” o “campos de concentración”.
En las redes sociales chinas, muchas personas compartieron listas de lo que hay que llevar en el bolso en caso de ser confinado y consejos para la cuarentena. Por ejemplo, llevar tapones para los oídos y antifaces, porque suelen ser lugares inmensos, como centros de convenciones, y las luces permanecen encendidas día y noche. También aconsejan llevar mucha ropa interior descartable, porque no hay duchas, y montones de papel higiénico. Algunos centros de cuarentena están tan mal preparados que la gente tiene que pelearse por la comida, el agua y la ropa de cama.
Por Li Yuan
The New York Times
(Traducción de Jaime Arrambide)
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