Análisis: el plan de Biden para cerrar filas con Europa contra Rusia y China no es tan sencillo
NUEVA YORK.- Dos semanas después de la asunción del presidente norteamericano Joe Biden, su par francés, Emmanuel Macron, se refirió públicamente a la importancia del diálogo con Moscú, y recalcó que Rusia es una parte de Europa a la que no se puede simplemente ignorar y que el continente debe ser lo suficientemente fuerte para defender sus propios intereses.
En 30 de diciembre, apenas unas semanas antes de la asunción en Estados Unidos, la Unión Europea cerró un importante acuerdo de inversiones con China. Dos días antes, el asesor en seguridad nacional de Biden, Jake Sullivan, había reclamado por Twitter “consultas inmediatas” con Europa sobre la situación con China y advertía en contra de un acuerdo apresurado con Pekín.
Así que por más que Estados Unidos se haya reseteado con un nuevo liderazgo en la Casa Blanca, lo cierto es que Europa está trazando su propio camino con Rusia y China, un curso de acción que no necesariamente está alineado con los objetivos de Biden y que plantea un desafío para el nuevo mandatario norteamericano, que se propuso reconstruir una alianza transcontinental post-Trump.
Hoy, ante la Conferencia de Seguridad de Munich, una reunión anual de líderes y diplomáticos de Europa y Estados Unidos, Biden proclamó el “regreso” de la alianza transatlántica. “Estoy enviando un mensaje claro al mundo: Estados Unidos ha vuelto. La alianza transatlántica ha vuelto”, afirmó desde la Casa Blanca.
El norteamericano destacó su ya conocido llamado a un frente occidental unificado ante a la amenaza antidemocrática que representan Rusia y China. En muchos aspectos, sus palabras son recibidas como un bálsamo por los expectantes líderes europeos, escaldados tras cuatro años de exabruptos y desaires diplomáticos de parte del expresidente Donald Trump.
Pero si cuando habla de “liderazgo” Biden se refiere a volver a la premisa tradicional de Estados Unidos -”nosotros decidimos y usted nos siguen”-, el norteamericano se desayunará con que para muchos europeos ese mundo se ha ido para siempre, y que Europa no debe comportarse como el segundón de Estados Unidos en peleas que se definen en Washington.
Como queda demostrado por el acuerdo comercial de la Unión Europea (UE) con China y los amigables términos con que se refieren a Moscú líderes como Macron y el probable próximo canciller de Alemania, Armin Laschet, está claro que Europa tiene su propio conjunto de intereses e ideas sobre cómo manejarse con los dos principales rivales de Estados Unidos, ideas e intereses que pueden complicar la política exterior de Biden.
“Biden está dando señales de un abordaje increíblemente duro hacia Moscú, que mete a Rusia en la misma bolsa con China y parece definir una nueva Guerra Fría global contra el autoritarismo”, dice Jeremy Shapiro, director de investigación del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.
Según Shapiro, eso pone nerviosos a muchos líderes europeos. Y otros expertos regionales también dicen que en Europa el enfoque de Biden genera mucho menos entusiasmo del que Washington querría.
“Después del congelamiento de las relaciones que se produjo durante el gobierno de Trump, esperaba más entusiasmo y acercamiento, pero todavía no lo veo”, dice Ulrich Speck, miembro del centro de estudios German Marshall Fund, Berlín.
No bien asumió, Biden dio muchos de los pasos más sencillos para recuperar la confianza y la unidad con Europa, incluida la reincorporación de Estados Unidos al acuerdo climático de París 2015, la reafirmación del compromiso norteamericano con el multilateralismo y los derechos humanos, y la promesa de reincorporarse al acuerdo nuclear de Irán antes de que termine de desintegrarse.
Pero alinear a Europa en contra Rusia y China le costará mucho más.
Tal vez China sea rival de Estados Unidos, pero durante mucho tiempo ha sido un vital socio comercial vital de Europa. Y aunque para los líderes europeos Pekín sea un rival y un competidor sistémico, también lo ven como un socio, y difícilmente lo consideren como un enemigo.
Y Rusia, por truculenta que sea, sigue siendo un vecino con armas nucleares, y para los europeos tiene su propia influencia financiera y emocional.
La conferencia de seguridad de esta semana no está dirigida por el gobierno alemán, pero la canciller Angela Merkel de Alemania también habló, así como Biden, Macron y el primer ministro británico Boris Johnson. La propia Alemania ilustra algunos de los problemas que enfrentará la administración Biden en su esfuerzo por cerrar filas contra Moscú.
El gobernante Partido Demócrata Cristiano de la canciller Merkel eligió a Laschet como su líder y como su muy probable candidato para sucederla en las elecciones de otoño. Pero Laschet es más comprensivo que Biden con Rusia y China: ha puesto en duda el alcance de la desinformación política rusa y las operaciones de ciberpiratería, ha criticado abiertamente la “comercialización del populismo anti-Putin”, y también es un firme partidario de la economía de base exportadora de Alemania, que depende fuertemente de China.
Alemania sigue decidida a poner en funcionamiento el gasoducto Nord Stream 2, una arteria de gas natural de 1200 kilómetros que corre bajo la superficie del Mar Báltico desde el norte de Rusia hasta Alemania. Los ductos emparejados son propiedad de Gazprom, empresa de propiedad rusa. El año pasado, con el 94% de las tuberías colocadas, las obras se detuvieron cuando el Congreso de Estados Unidos impuso más sanciones al proyecto, con el argumento de que contribuiría al financiamiento del Kremlin, de que era perjudicial para Ucrania y le daba a Rusia la posibilidad de abrir o cerrar la canilla del suministro de energía a Europa.
El año pasado, los políticos alemanes calificaron de “extorsión”, “guerra económica” y “neoimperialismo” las amenazas de castigo económico los senadores republicanos de Estados Unidos. Muchos quieren completar el proyecto del gasoducto, pero el martes, la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, dijo ante los periodistas que Biden siempre se opuso con considerarlo un “mal arreglo” que dividió a Europa y la dejó más vulnerable a una posible traición de Rusia.
A pesar de las sanciones, los barcos rusos ya reiniciaron el tendido de caños y Merkel defiende el proyecto en tanto emprendimiento comercial, y no como declaración geopolítica. Los alemanes argumentan que las regulaciones energéticas de la UE y las nuevas configuraciones de tuberías reducen la capacidad rusa para manipular el suministro, y agregan que Rusia depende más de los ingresos de esas exportaciones que Europa del gas ruso.
De todos modos, y al igual que con el acuerdo con China, hay indicios de que Biden quiere negociar una solución con Alemania y así sacar del medio un irritante obstáculo con un aliado crucial. Algunos sugieren que eso solución puede pasar por incluir sanciones “snapback” -de efecto retardado- si Moscú desvía suministros o frena el pago de la tarifa de tránsito a Ucrania.
El francés Macron viene buscando desde hace tiempo un diálogo más positivo con Putin, pero sus intentos de “resetear” la relación no han llegado a ninguna parte. Algo parecido intento este mes el jefe de política exterior de la UE, Josep Borrell Fontelles, y con vergonzosos resultados, cuando el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergey Lavrov, lo humilló públicamente en una conferencia de prensa y tildó a la UE de “socio poco confiable”.
Los funcionarios de la administración Biden dicen que la coordinación con una Europa fragmentada nunca ha sido fácil, y que los líderes europeos celebran el recuperado liderazgo de Estados Unidos, especialmente ahora, cuando la amenaza que representa China para Europa es mucho más evidente que hace cinco años.
En cuanto al acuerdo de inversión con China, después de siete años de duras negociaciones, los funcionarios europeos lo defienden como un gran intento para garantizar que las empresas de Europa tengan el mismo acceso al mercado chino que el que recibieron el año pasado las empresas estadounidenses a través del acuerdo de Trump con China.
“El campo de juego tiene que estar nivelado y las reglas tienen que ser las mismas para todos, incluso para Estados Unidos”, dijo Sabine Weyand, directora general de comercio de la UE, en un foro virtual a principios de febrero. “¿Por qué deberíamos quedarnos callados?”
Weyand dijo que el acuerdo establece altos estándares para las prácticas comerciales chinas, lo que en última instancia pondría a Estados Unidos y a Europa “en mejor posición para enfrenar juntos a China con más firmeza”.
El acuerdo, sin embargo, debe ser ratificado por el Parlamento Europeo, donde ya han criticado que el acuerdo no garantiza mayores derechos laborales, y es poco probable que sea sometido a votación hasta fines de este año. Los funcionarios de la administración de Biden parecen estar dispuestos a dar vuelta la página, dado que para Estados Unidos es fundamental estar alineado con Europa frente a China.
“El acuerdo podría complicar un poco la cooperación transatlántica frente a China, pero no la va a obturar”, dice Wendy Cutler, exnegociadora comercial de Estados Unidos y vicepresidenta del Instituto de Políticas de la Asia Society.
Traducción de Jaime Arrambide
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