En 2019, Neil Hopper, de 46 años, estaba en un viaje de campamento familiar cuando él y su pequeña hija comenzaron a sentirse mal; ella mejoró, pero él desarrolló una infección autoinmune
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Como cirujano debió amputar a cientos de pacientes durante su carrera, pero perder sus propias piernas debido a la sepsis le dio una nueva perspectiva vital. Antes de la cirugía que le cambiaría la vida, el trabajo del experimentado cirujano vascular Neil Hopper dejaba poco espacio para otras cosas.
El trabajo sigue siendo importante, pero su prioridad ahora es pasar tiempo con su familia, mantenerse activo y cumplir su sueño de la infancia de convertirse en astronauta.
En 2019, Hopper, de 46 años, estaba en un viaje de campamento familiar cuando él y su pequeña hija comenzaron a sentirse mal. Regresaron a casa y su hija se recuperó rápidamente, pero él no. Lo último que recuerda es que decidió acostarse temprano un día que su esposa e hijos no estaban en la casa porque habían ido a visitar a unos familiares. A la mañana siguiente lo despertó una llamada de su esposa, Rachel.
“Afortunadamente me llamó por teléfono. Yo hablaba galimatías, no tenía sentido lo que decía”, contó Hopper, originario de Gales que ahora vive en Inglaterra. Llamó a un amigo que fue a su casa e inmediatamente llamó a una ambulancia, que lo llevó a un hospital cerca de su trabajo.
Finalmente le dijeron que tenía sepsis, una afección que ocurre cuando el sistema inmunológico reacciona de forma exagerada a una infección y comienza a dañar los tejidos y órganos del propio cuerpo, y que es potencialmente mortal.
“Vi que los dedos de mis pies se habían vuelto azules, y en ese momento supe hacia dónde me dirigía”, afirmó. El cambio de roles por el cual ahora él era el paciente y no el médico le resultó difícil de manejar. Discutió con varias personas y, al final, uno de los médicos de la UCI y su esposa le dijeron: “Dejá de ser médico y dejá que te traten”.
Allí comenzaron semanas de oxigenoterapia y luego se sometió a una operación para que le amputaran los dedos de los pies y le quitaran grandes cantidades de piel de las plantas de los pies. Pero tenía claro que para salvar sus piernas todavía debía enfrentarse a múltiples operaciones e injertos de piel, sin garantía de éxito.
También temía que los injertos de piel en las plantas de los pies pudieran ser perjudiciales para su regreso al trabajo, donde pasaba gran parte de su tiempo parado. “Tuve una conversación con los cirujanos plásticos, me reuní con la enfermera de prótesis y decidí que perder más me daría un mejor resultado”, contó.
Fue por eso que optó por no pasar por “cientos y cientos de operaciones”, sino solo una para resolverlo: le amputaron las dos piernas por debajo de las rodillas.
Hoy sigue creyendo que fue la elección correcta. “No me arrepiento. Creo que hubiera terminado en la misma situación, pero me hubiera llevado años”, expresó.
Miembro fantasma
Por su trabajo a diario, era muy consciente de lo que implicaría la operación y no podía evitar imaginarla. “Hago bastantes amputaciones y lo único que me rondaba por la cabeza eran las herramientas eléctricas que se utilizan. La idea de que las utilizaran en mí era repugnante. Fue realmente extraño”, relató.
Despertar de la operación fue desconcertante para Hopper. “Pensé que no lo habían hecho. Fue muy extraño porque sentí que mis pies todavía estaban allí y que había una comunicación directa con las tibias de mis piernas”. Ese fenómeno se conoce como “miembro fantasma”; el amputado siente como si las partes faltantes de su cuerpo todavía estuvieran ahí.
“Puedo mover los dedos de los pies, puedo sentir cómo se frotan los dedos de los pies (...) Si una brisa fría pasa por mi muslo, puedo sentir la brisa fría en mis pies. Es tan extraño”, narró. “Tu cerebro no está diseñado para que le falten partes, así que llena los vacíos”. El dolor del miembro fantasma es algo que todavía siente.
Asumir su nuevo cuerpo
Aceptar el cambio en su cuerpo tuvo un costo emocional. Hasta entonces, él se definía por su trabajo. Neil Hopper: padre, esposo y cirujano. Pero las amputaciones supusieron un vuelco en su vida. “No me daba cuenta de que todo tu lugar en la sociedad cambia y eso me pasó de la noche a la mañana”, aseguró.
Y las preguntas en su cabeza comenzaron a brotar. “¿Volveré a trabajar? ¿Seré el mismo tipo de padre para mis hijos? ¿Podré hacer las cosas que solía hacer? Eso me golpeó bastante”. Solicitar una insignia de discapacidad fue otra experiencia extraña: “Simplemente no me sentía tal”.
Pero cuando su esposa regresó al trabajo, sus hijos a la escuela, y él estaba solo, sentado en una silla de ruedas, cayó en la realidad. En su lugar de trabajo le proporcionaron un consejero y consiguió un fisioterapeuta privado. Para evitar desesperarse por completo, se asignaba un tiempo en el día para estar triste y luego se autoimponía hacer cosas.
El sueño de niño
Obtener sus piernas ortopédicas fue un gran punto de inflexión. Le dijeron que tardaría unos tres meses en poder caminar, pero lo hizo en tres horas.
“Odio decirlo, pero desde que perdí mis piernas tengo una vida más activa”, aseguró.
Hopper regresó al trabajo en poco menos de seis meses y a los nueve meses prácticamente volvió a la normalidad, según dijo.
Esta experiencia que le cambió la vida también lo impulsó a probar cosas nuevas. “Todos los niños quieren ser astronautas y de hecho una vez que estaba borracho me postulé a la NASA como médico junior”, comentó entre risas.
Un amigo le dijo que la Agencia Espacial Europea (ESA, por su sigla en inglés) estaba buscando un paraastronauta. Terminó postulándose para el proyecto de viabilidad para astronautas de la ESA, destinado a superar las barreras que presenta el vuelo espacial para los astronautas con una discapacidad física.
Pasó el examen médico y quedó entre los 27 candidatos finales. “Mi familia estaba bastante relajada al principio, pero cuando me enteré de que iba a Hamburgo [para más evaluaciones] pensé: ‘Esto se está volviendo bastante real’”. “Mis hijos comenzaron a preocuparse. Decían: ‘¿Qué sucede si el cohete explota?’”.
Pero no pudo ser. La agencia espacial finalmente seleccionó al velocista paralímpico John McFall para convertirse en su primer astronauta con discapacidad.
“Fue un poco de alivio no lograrlo, aunque todavía me pregunto cómo habría sido”, reconoció.
“Una auditoría de tu vida”
Sin que la negativa anterior lo detuviera, ahora se presentó a un programa de ciudadanos astronautas y está esperando una respuesta.
Hopper también se está desafiando a sí mismo físicamente: participó en una caminata de 12 kilómetros con sus piernas ortopédicas y en pruebas en su triciclo. Para su próximo desafío, está considerando correr 5 kilómetros. “Sería bastante irónico porque nunca corrí esa distancia cuando tenía piernas”, afirmó.
Hopper no podría haber superado los últimos cuatro años sin el apoyo de su esposa. “Esto no me pasó a mí, nos pasó a nosotros” y “Rachel ha sido increíble”, dijo.
Perder sus piernas puso su vida “fuera del guion”, le trajo nuevas oportunidades y una nueva perspectiva. “Tenés que hacer muchos sacrificios para ser cirujano y el tiempo en familia es uno de ellos”, expresó.
“Ahora sé que fue un error, así que quiero pasar más tiempo con los niños. Realmente no los vi crecer”.
También le acercó a otros en su vida. “Fue como hacer una auditoría de tu vida: tuve tantos visitantes y mensajes y personas que no había visto en 20 o 30 años poniéndose en contacto... No entendía muy bien lo importante que era para otras personas y eso fue algo agradable de descubrir”.
Por Nicola Bryan, para BBC News
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