¿Amor o espionaje? Cómo una profesora estadounidense terminó presa en Cuba
Para el gobierno cubano, que presentó su caso en los documentos judiciales revisados por The New York Times, Alina López Miyares es una traidora y una espía que reveló los nombres de los operativos cubanos al FBI
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MIAMI.— Un matrimonio secreto. Una llamada telefónica críptica. Y luego, un vuelo a Cuba del que Alina López Miyares nunca regresó.
Fue meses más tarde cuando su familia se enteró de que López, con doble nacionalidad cubana y estadounidense y residente en Miami, terminó envuelta en una turbia historia de amor impregnada de espionaje internacional. Ahora, con 62 años, cumple una condena de 13 años en una prisión cubana. Su juicio a puerta cerrada en un tribunal militar duró una sola mañana.
Para el gobierno cubano, que presentó su caso en los documentos judiciales revisados por The New York Times, es una traidora y una espía que reveló los nombres de los operativos cubanos al FBI. Para su familia y sus defensores en Estados Unidos, es una mujer ingenua que fue engañada por un viejo amor —un diplomático y espía cubano— y luego engañada de nuevo por agentes de inteligencia estadounidenses. Está detenida desde 2017 y quieren que el gobierno de Estados Unidos ayude a traerla de vuelta.
“Es muy confiada, hasta el punto de que alguien podría llamarla ingenua”, dijo el hijo de López, Michael Peralta, un vendedor en California. “No es una mala persona. Siempre tiene buenas intenciones. Otras personas pueden aprovecharse de la gente que es demasiado confiada”.
El abogado de López, su familia y sus simpatizantes tratan de llamar la atención del presidente Joe Biden sobre su caso con la esperanza de que bajo su gobierno se desvanezca la gran hostilidad que caracterizó a las relaciones entre Estados Unidos y Cuba durante los años de Donald Trump, y se produzca el acercamiento que existía cuando Biden era vicepresidente, lo que podría generar una oportunidad para discutir su caso.
“Quiero mucho, mucho volver a casa”, dice López en un mensaje de audio que grabó para el presidente Biden poco después de que asumiera el cargo, y que fue hecho público por su abogado en Estados Unidos, Jason I. Poblete. “He perdido mi trabajo. Lo he perdido todo”.
Su causa también ha sido asumida por la fundación The James W. Foley Legacy, un grupo que aboga por las personas secuestradas o retenidas de manera ilegal en el extranjero. Sin embargo, el gobierno de Biden ha declarado que reparar las relaciones con Cuba no es una prioridad en la agenda de la nueva administración.
Como en las mejores historias de espionaje, quedan preguntas: ¿Cuánto sabía ella de la red de espionaje que la rodeaba? ¿Dónde residían sus lealtades?
La historia de López comenzó como la de muchos cubanoestadounidenses: su familia huyó de la revolución de Fidel Castro a Estados Unidos en 1966. Construyeron una vida en Nueva Jersey, donde ella creció y se convirtió en pianista y profesora, siguiendo los pasos de su madre.
Entonces, siendo una joven de 20 años, fue a una fiesta y conoció a Félix M. Milanés Fajardo, un diplomático cubano destinado en las Naciones Unidas.
“Se enamoró, me imagino yo”, dijo su madre, Alina Miyares, una maestra de escuela de Nueva York que vive su retiro en Miami Beach.
Aunque su familia es confusa en cuanto a las fechas, los documentos del gobierno cubano dicen que a mediados de la década de 1990, la pareja había tomado caminos separados. El diplomático regresó a Cuba y López siguió a su madre a Miami, donde trabajó como profesora de educación bilingüe y realizó un doctorado en la Universidad Nova Southeastern. Se casó y se divorció dos veces, y crió a un hijo de su primer matrimonio.
Años después, se reencontró con su antiguo novio, el diplomático cubano y, en 2007, sin decírselo a su familia, se casó con él. Peralta, su hijo, se enteró de la boda seis meses después.
No está claro qué sabía López —por entonces profesora de educación especial enfocada en trabajar con niños confinados en casa— sobre su marido, ni cuándo lo supo. Su familia cree que López se enamoró de una vieja pasión y se dejó embaucar.
James Cason, un exalto funcionario estadounidense en Cuba, dijo que la mayoría de los diplomáticos cubanos son conocidos por ser espías de su gobierno, en particular los destinados en Estados Unidos.
“Ella tenía que saber en qué se metía al casarse con un diplomático cubano”, dijo Cason. “Aquí en Miami, si te casas con un diplomático cubano, se te considera una traidora, básicamente”.
Los documentos judiciales cubanos son inequívocos: Milanés había sido un agente de la inteligencia cubana. Y, según los expedientes judiciales, se lo confesó a ella después de casarse en la víspera de Navidad de 2007. Cuando se casaron, Milanés vivía en Cuba. No se le permitía salir de la isla, por lo que su esposa pasó la siguiente década visitándolo durante los fines de semana largos y las vacaciones escolares.
Según los registros judiciales cubanos, Milanés era alcohólico y dependía económicamente de ella.
Según Poblete, el abogado de López, ella recibió una críptica llamada telefónica de su marido en enero de 2017, pidiéndole que fuera a Cuba. Milanés había sido capturado en una embarcación en Baracoa, en la costa oriental, cuando trataba de huir de Cuba, según una persona familiarizada con el caso que no está autorizada para hablar públicamente.
Había llamado a su mujer desde la cárcel, atrayéndola a la isla. López voló a La Habana y fue detenida en el aeropuerto, cuando regresaba. “No me importa si tenía una pistola en la cabeza”, dijo Peralta, su hijo, del marido de su madre. “Es su mujer. ¿Qué clase de hombre eres para tirar a tu mujer a los leones?”.
Pasaron meses antes de que sus amigos o familiares en Miami se enteraran de que había sido acusada de espionaje. Cuba, al igual que muchos países, considera ciudadanos a los nacidos allí, aunque tengan también otro pasaporte. Así que el gobierno cubano negó a López la asistencia consular estadounidense. “Durante unos seis meses, nadie nos dijo por qué estaba detenida, nadie nos dejó hablar con ella, nadie nos dio ninguna información”, dijo su hijo. “Yo llamaba a la embajada en Cuba casi todos los días”.
Un abogado defensor, funcionario del gobierno cubano, instó a López a cooperar, dijo Edilio Hernández, un abogado independiente que ahora asesora a López en Cuba. “Ella dijo: ‘Mi abogado me dijo que si cooperaba, tendría menos tiempo de prisión y terminaría con esto’”, dijo Hernández.
Guiada por el abogado del Estado cubano, López les dijo a sus interrogadores que el FBI se le había acercado en Miami, diciéndole que sabían que estaba casada con un antiguo agente de la inteligencia cubana.
Según los documentos judiciales, ella le dijo a los cubanos que los agentes estadounidenses le ofrecieron ayuda para sacar a su marido, y a la hija que él tenía en Cuba, de la isla a cambio de información. Una vez que López informó a su marido de la oferta del FBI, este decidió cooperar con los estadounidenses, dijo. A través de su esposa, les dio los nombres encubiertos de agentes cubanos en Estados Unidos y detalles de algunas de sus propias misiones, alegan los expedientes.
Siguiendo el consejo del abogado del gobierno cubano, López llamó a su madre en Miami, y le pidió que recogiera tres libretas en su apartamento y las llevara a la isla, relató su actual abogado en Cuba. Los militares utilizaron los documentos para armar el caso contra ella, según los registros del tribunal cubano y Hernández.
Una de las libretas contenía nombres de oficiales de servicio de la inteligencia cubana, así como de tres agentes cubanos activos y tres jubilados, según los registros del tribunal cubano; otra libreta tenía los nombres y números telefónicos de agentes especiales estadounidenses “conocidos por López”.
López recibió dos pagos: 400 dólares para cubrir gastos y 10.000 dólares para ayudar a Milanés a pagar a un contrabandista y escapar de la isla, según documentos judiciales.
Tras un breve juicio a puerta cerrada en La Habana, en octubre de 2017, Milanés fue condenado a 16 años de prisión y López, a 13 años.
Margaux Ewen, directora ejecutiva de la fundación Foley, dijo que las personas arrestadas en el extranjero pueden ser consideradas “detenidas injustamente” si no hay un juicio imparcial en ese país y si la nación las retiene para ejercer presión política. El grupo añadió a López a su lista de 48 estadounidenses que están cautivos o que fueron detenidos injustamente en otros países.
El caso tuvo poco apoyo durante el gobierno de Trump, la Oficina del Enviado Presidencial Especial para Asuntos de Rehenes ahora revisa la demanda de López, dijo Poblete, su abogado, quien ha ayudado a liberar a estadounidenses detenidos ilegalmente en Irán y Venezuela.
La oficina del enviado remitió las preguntas sobre el caso de López a la oficina de Asuntos Consulares, que no quiso hacer comentarios. Una portavoz del Departamento de Estado también se negó a comentar, y solo dijo que “la protección de los ciudadanos estadounidenses fuera del país es la mayor responsabilidad del Departamento de Estado”.
El FBI declinó a repetidas solicitudes de comentarios, y un portavoz del gobierno cubano en Nueva York no respondió a una solicitud de comentarios.
López tiene insuficiencia renal y otros problemas graves de salud, y ha perdido peso, dijo Poblete.
Inicialmente recluida en prisiones, ha sido trasladada a instalaciones tipo campamento donde trabaja como profesora. Sus compañeros la llaman “la americana”, dijo el abogado.
Lamentó la falta de atención que ha recibido el caso, a pesar de los intentos de su madre, la señora Miyares. “Ella es un testimonio del amor de una madre y de alguien que ha estado ahí para su hija”, dijo Poblete. “Cuando todo el mundo parece haberse rendido, esta mujer no lo ha hecho”.
Miyares, quien tiene 93 años, sigue haciendo todo lo que puede por su hija, dirigiéndose a miembros del Congreso y a organizaciones de defensa de los derechos en Estados Unidos para pedir ayuda, con poco éxito.
Viajaba a Cuba todos los meses para llevarle a López medicinas y alimentos, hasta que el coronavirus interrumpió sus visitas. “Caminé todo Miami buscando apoyo y no había”, dijo. “Ni una sola persona del gobierno, o político, me ayudó con mi hija. Nadie. No me queda adónde ir”.
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