América latina sigue lejos de las prioridades
WASHINGTON.- La victoria de Barack Obama en las elecciones de anteayer no debería sacudir a América latina. Al fin y al cabo, la región ya conoce la gestión del presidente y lo que le cabe esperar de él en un nuevo mandato, en el que los vecinos al sur del río Grande son considerados posibles aliados, pero no una prioridad política.
"Sería sabio contener las expectativas", advirtió sobre la nueva victoria de Obama Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano, uno de los think tanks más influyentes en Washington sobre las relaciones con América latina.
"Es difícil ser optimista acerca de que Obama cambiará de forma significativa su política latinoamericana", dijo Shifter. "Se verá distraído por otras prioridades internas y de política exterior urgentes."
¿Eso es bueno o malo? Para muchos analistas, el hecho de que América latina no esté en el radar inmediato de Washington es algo bueno: por una vez, la región ofrece al mundo "más soluciones que problemas", como dijo el canciller brasileño, Antonio Patriota, en su última visita norteamericana, en octubre.
Al igual que en el resto del mundo, Obama generó enormes expectativas en América latina con su llegada a la Casa Blanca, en enero de 2009. Nunca antes los líderes de la región habían ovacionado a un presidente norteamericano como lo hicieron en la Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago tres meses más tarde, cuando Obama prometió una nueva línea de Washington hacia la región basada en una relación de iguales y respeto mutuo.
El gobierno demócrata impulsó varias iniciativas de seguridad ciudadana en la región, especialmente con América Central y el Caribe, además de México, a cuyo presidente ahora saliente, Felipe Calderón, apoyó en su para muchos fracasada guerra contra el narcotráfico.
Además, presionado por los republicanos, acabó por ratificar los tratados de libre comercio (TLC) pendientes con Colombia y Panamá.
Cualquier tímido avance hacia Cuba, tema que América latina siempre mira con lupa, se vio frenado en seco con el arresto y condena a 15 años de cárcel del contratista norteamericano Alan Gross, un obstáculo más en las de por sí tensas relaciones con la isla, que no parece vayan a cambiar en el corto plazo.
Mientras, aunque el propio presidente venezolano, Hugo Chávez, aseguró antes de las elecciones que de ser norteamericano votaría por Obama, lo cierto es que Washington y Caracas no lograron limar sus asperezas, una tensión que también se mantiene con otras capitales latinoamericanas.
Aunque América latina apenas jugó un papel mínimo en la intensa campaña electoral y no mereció más que una breve mención en el programa político de la reelección de Obama, su equipo defiende a capa y espada una gestión hacia la región que, afirma, mejoró el estatus de Estados Unidos a ojos de sus vecinos más inmediatos.
"El liderazgo del presidente restauró la posición de Estados Unidos en las Américas -subió de 58% de aprobación en 2008 a 72% en 2011- y nos hizo más prósperos y seguros", afirmó recientemente el vocero de campaña y ex asesor de Obama para América latina Dan Restrepo, al contestar a un ataque de Romney.
Según la secretaria de Estado adjunta para el Hemisferio Occidental, Roberta Jacobson, durante un nuevo mandato de Obama no cabe esperar enormes cambios de política frente a la región, sino "mucha continuidad" en las políticas de seguridad ciudadana unida a un nuevo impulso a la agenda comercial a través del Acuerdo de Asociación Transpacífica (TPP), entre otros.
La continuidad no tiene por qué ser mala. "Si Paquistán, Afganistán e Irán son considerados prioridades, quizá no sea tan malo que la región no pertenezca a ese club", subrayó Shifter.
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