América Latina se consolida como la región más violenta
Registra un tercio de los asesinatos que se producen en el planeta, aunque tiene solo el 8% de la población mundial
WASHINGTON.- América Latina es hogar de apenas el 8% de la población mundial, pero allí se producen el 33% de todos los asesinatos del mundo. De hecho, tan solo cuatro países de la región - Brasil , Colombia , México y Venezuela - representan una cuarta parte de todos los homicidios que se producen en el planeta. De los 20 países con mayores tasas de homicidios, 17 son latinoamericanos, y de las 50 ciudades con mayor cantidad de crímenes, 43 están en la región.
Los sociólogos aún buscan las razones para ese problema endémico de la región, pero un nuevo informe del Instituto Igarapé, un centro de estudios no partidario basado en Río de Janeiro abocado a estudiar los fenómenos latinoamericanos, ayuda a descartar varias hipótesis.
Para empezar, no es verdad que todos los lugares de América Latina sean violentos. Es cierto que en la región hay bolsones de violencia donde se producen una cantidad desproporcionada de homicidios -como las cuatro naciones mencionadas antes-, pero incluso en esos países los crímenes violentos se concentran en un puñado de lugares específicos. Los investigadores los llaman "lugares calientes" y "poblaciones calientes".
América Latina es particularmente susceptible a la formación de esos focos de criminalidad debido a su vertiginosa urbanización. En los últimos 50 años, las ciudades latinoamericanas crecieron a mayor velocidad que en el resto del mundo, y para 2000 tres cuartas partes de los latinoamericanos ya vivían en ciudades: el doble que en Asia y África.
Como explica la revista The Economist, "esa migración desde las zonas rurales concentró factores de riesgo de violencia letal -desigualdad, desempleo juvenil, desintegración familiar, servicios públicos deficientes, fácil acceso a las armas-, por más que esa migración también haya generado los factores necesarios para el crecimiento económico".
La policía no ayuda demasiado. El número de uniformados suele ser insuficiente, sobre todo en las zonas más calientes. A veces los propios policías están involucrados con el crimen organizado, o por lo menos están dispuestos a hacer la vista gorda. No sorprende entonces que la mayoría de los asesinatos queden sin resolver. En algunas partes de América Latina se resuelve apenas uno de cada 20 homicidios denunciados.
"En muchas partes de la región reducir el número de homicidios sigue sin ser considerado prioritario. En consecuencia, a veces los departamentos de policía no dan prioridad a esas investigaciones, ni siquiera cuando se trata de crímenes alevosos", dice Robert Muggah, cofundador y director de investigaciones del Instituto Igarapé.
Como resultado, la confianza de la opinión pública en la policía es bastante baja. Los ricos con buenos contactos directamente suelen prescindir del sistema de seguridad pública y contratan seguridad privada. En América Latina hay más empleados de seguridad privada que agentes de policía.
También hay otros problemas cruciales, como las pandillas y la violencia relacionada con ellas. "El crimen organizado y la economía ilegal relacionada con él son los grandes motores de la violencia en América Latina y el Caribe", explicó a principios de este año la organización InSight Crime, dedicada a investigar el delito en la región. Ese dato ayuda a explicar por qué las víctimas son abrumadoramente varones (al menos un 80%) y jóvenes (la mayoría tiene entre 15 y 29 años).
Al igual que Estados Unidos, América Latina está inundada de armas de fuego. Dos tercios de todos los homicidios en América Central se cometen con armas de fuego, y en América del Sur, alrededor de la mitad. El porcentaje global es de 32%.
Esa violencia se traduce en el miedo generalizado de la población. A lo largo de 2016, más de un tercio de los habitantes de América Latina denunciaron ser víctimas de un delito violento. En algunos países, como Venezuela y México, casi la mitad de la población sufrió un delito violento durante el último año.
Traducción de Jaime Arrambide
Amanda Erickson
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