América latina, donde sobran los bloques y falta integración
OEA, Unasur, Celac, Mercosur, ALBA, Alianza del Pacífico, CAN, Aladi y la lista sigue. En América latina, los bloques regionales se multiplican como conejos.
"Tenemos más organismos de integración que países en el continente", señalaba el entonces presidente chileno Sebastián Piñera en la última cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), que se celebró en enero pasado, en La Habana.
Precisamente ese encuentro regional fue el primero de varios en los que se debatió la actual crisis venezolana, y cuyas tibias resoluciones hicieron agua por todos lados.
Motivados por intereses económicos, ideologías políticas y cercanía geográfica, en las últimas décadas se crearon en América latina varios bloques de integración, destinados a lograr una identidad unitaria en un mundo cada vez más globalizado. Pero, paradójicamente, el continente con más proyectos multinacionales parece ser uno de los más desunidos.
"Actualmente, América latina se caracteriza más por la desunión que por su unión. Y más allá de ideas generales y amplias, existen pocos acuerdos concretos sobre temas políticos específicos", señaló a LA NACION Michael Shifter, presidente de Inter-American Dialogue, un think tank con sede en Washington.
También para Amado Cervo, profesor emérito de relaciones internacionales de la Universidad de Brasilia, "en el siglo XXI, la dispersión caracteriza a América latina".
"Los países adoptaron distintos modelos de desenvolvimiento interno, de relaciones regionales y de integración internacional. Unos se inclinaron por políticas liberales; otros, por estatistas; otros, por geopolíticas. Y la vocación globalista de una era de interdependencia fue privilegiada por muy pocos países", precisó.
La proliferación de proyectos intergubernamentales se dio en dos grandes etapas, marcadas por distintos enfoques: una, en los 90, cuando la apertura económica y el libre comercio fueron las banderas que izaron algunos países para crear organismos como el Mercosur o el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, incluido México. Y la otra, en la década siguiente, cuando la llegada de líderes populistas trajo aparejado un discurso nacionalista que inspiró la creación de bloques como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) o la Celac.
Cumbres
Desde entonces, las cumbres regionales se hicieron más frecuentes y la foto familiar de los presidentes posando como buenos amigos se volvió recurrente. Sin embargo, la existencia de más encuentros en la región no fue sinónimo de mayor integración.
Por el contrario, "la multiplicación de bloques les restó efectividad", expresó a LA NACION Erick Langer, director del Centro de Estudios sobre América latina de la Universidad de Georgetown.
"Uno de los grandes males de América latina es el exceso de organismos internacionales", coincidió en destacar el español Carlos Malamud, investigador principal para América latina del Real Instituto Elcano (RIE).
Parte del problema radica en que las acciones de estos bloques se solapan y sus objetivos se superponen, ya que sus miembros participan en varios de ellos. Los 33 países que integran la Celac, por ejemplo, con excepción de Cuba, ya formaban parte de la OEA, mientras que las naciones que agrupa la Unasur ya eran parte de otros subgrupos, como el Mercosur o la CAN.
"Para resolver distintas crisis -explica Malamud- se crearon nuevos bloques, sin saber qué ocurriría con los anteriores. Los países comenzaron a superponerse en varias instituciones y la falta de claridad respecto de los objetivos atentó contra una verdadera integración."
Las recientes cumbres de la Celac, la OEA y la Unasur para tratar la crisis en Venezuela fueron un claro ejemplo de cómo los países priorizaron sus intereses nacionales por sobre los de la región.
Si bien era de esperar que las naciones más afines al chavismo, como Cuba, Nicaragua, Ecuador, Bolivia y la Argentina, expresaran -por afinidad ideológica y conveniencia económica- su apoyo al presidente Nicolás Maduro, otros países, como Chile, Colombia, Perú y México, de los que se esperaban voces más críticas, también hablaron en voz baja.
En el caso de Chile, por la llegada de la socialista Michelle Bachelet; en el de Colombia, por la extensa frontera en común y el respaldo de Maduro a las negociaciones de paz con las FARC, y en el de Perú y México, por los crecientes movimientos de izquierda, fuentes de votos y de eventuales disturbios.
La Unasur y la Celac, por otro lado, fueron creadas, en parte, para contrarrestar el peso de Estados Unidos en la OEA, una institución que si bien siempre fue vista como herramienta del imperialismo norteamericano, ya no sirve con la obsecuencia de antaño. Pese a ello, "en lugar de tomar el control de ese organismo existente, los países latinoamericanos optaron por organizar sus propias instituciones sin Estados Unidos", dijo a LA NACION Peter Hakim, presidente emérito de Inter-American Dialogue.
Por todo ello, Malamud afirmó que los gobiernos de la región deberían ser más consecuentes y antes de crear nuevas instituciones poder responder la siguiente pregunta, básica: ¿qué es lo que se quiere integrar?
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