Amenazas, represión y asfixia internacional: tres claves de un futuro explosivo para Venezuela
Un mayor aislamiento y una economía desolada son solo algunos de los escenarios a los que se enfrentan Maduro y millones de venezolanos; cómo podría responder el aparato represivo del chavismo
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Nicolás Maduro nunca pierde la oportunidad de ser fiel a sí mismo. Apenas proclamado presidente reelecto por el Consejo Nacional Electoral (CNE), cayó en su hábito más frecuente: la victimización y la amenaza.
Para el presidente, la escandalosa sucesión de ardides electorales del domingo no fue un fraude chavista, sino un complot internacional en su contra. Y advirtió a los supuestos saboteadores que los perseguirá con todo el peso de la Constitución. “Esta vez no habrá ningún tipo de debilidad”, dijo, como si haber habilitado a la oposición para participar de los comicios fuera una flaqueza.
Las amenazas del presidente y la persecución de sus rivales es una rutina en Venezuela. El problema es que ahora el mandatario comienza también a caer en la sombra de la amenaza, no la del “Imperio” al que siempre apunta, sino la suya propia, cimentada en una trampa que Maduro le tendió a la oposición y también a sí mismo.
1. ¿Qué tan tranquilo está Maduro con su supuesta victoria?
Maduro acaba proclamar que logró su segunda reelección y, si se sostienen los grotescos números del escrutinio, que no mostró, presidirá Venezuela hasta 2031. El mandatario debería estar contentísimo. ¿Lo está? Es probable que no. Nadie sabe mejor que él cuántos votos reales obtuvo el chavismo y cuánto tuvo que mentir su gobierno para manipular el resultado. Nadie sabe mejor que él lo que le espera.
“El gobierno sabe que se puede adjudicar la victoria a través del Consejo Nacional Electoral, pero nadie conoce mejor que el propio gobierno la verdadera dimensión de su propia derrota. Saben que no lograron la movilización que querían y que la oposición logró muchos votos. Hay una pequeña ventana de negociación con la oposición, si el gobierno comprende que su lógica de apoyo popular ha caído lo suficiente como para que su gobierno no sea efectivo en el mediano y en el largo plazo”, advirtió, en diálogo con LA NACION, Ronal Rodríguez, director del Observatorio de Venezuela, de la colombiana Universidad del Rosario.
Eso que le espera es, claro, lo que él buscaba sostener claro: la presidencia. Pero el contexto será el peor que hasta ahora haya rodeado sus 11 años de gobierno en crisis permanente.
Con menos apoyo popular que nunca, el presidente deberá recostarse sobre las Fuerzas Armadas y las agencias de seguridad para legitimar un gobierno viciado de origen. Ya lo hace, ya se respalda sobre esos sectores, pero el precio será aún mayor. Y esa dependencia recortará el poder del mandatario, para traspasárselo a otros pesos pesados chavistas.
El escenario económico no será mejor. El ligero repunte de la economía venezolana, desde 2021, se sostiene sobre una política fiscal y cambiaria más ordenada y sobre la flexibilización de las sanciones sobre la producción y comercialización del petróleo, que reforzó las casi inexistentes arcas del Estado.
Con la probable restauración de las penalidades por la escandalosa manipulación de los resultados electorales, la recuperación se acabará abruptamente. Y Venezuela ya conoce de memoria cómo son las crisis de hambre, escasez y destrucción que se comen porciones gigantes de su economía.
Una legitimidad imperceptible y una economía desolada son solo algunos de los escenarios a los que se enfrentan Maduro y millones de venezolanos. Pero los últimos están hartos. Y no los escucharon cuando lo dijeron en las urnas. ¿Será acaso el comienzo de un nuevo capítulo de represión a esos venezolanos, que empiezan a tomar las calles?
2. ¿Qué hará el aparato represivo del chavismo?
Cada vez que la Venezuela de la deriva autocrática de Maduro está al borde de un giro determinante o un renacer democrático, la atención venezolana y regional se enfoca insistentemente en una persona. Vladimir Padrino López ostenta un título pomposo, como todo en un régimen que llena hasta los cargos de relato: ministro del Poder Popular para la Defensa. Abreviado, es el jefe de las Fuerzas Armadas de Venezuela y el hombre más poderoso de ese país junto con Maduro y Diosdado Cabello, el legislador que despliega poder desde cualquier puesto.
En sus 25 años, el chavismo tuvo sus funcionarios todopoderosos -como por ejemplo el exzar del petróleo Tarek el-Aissami- que creyeron ser los herederos del régimen. Pero todos cayeron en desgracia, desde los hermanos de Chávez a los dueños de la inteligencia y la economía. Todos menos Maduro, Cabello y Padrino López. Ellos quedan, mientras los otros se hunden.
Padrino López, sin embargo, es la pieza en la que se deposita la atención cuando el ánimo de los venezolanos se tensa y la represión es una amenaza inminente. “¿Qué harán las Fuerzas Armadas de Padrino López? ¿Defenderán a la población o al régimen?”, es la incógnita repetida.
Detrás de esa pregunta está la ambigüedad de Padrino López, que suele confundir a seguidores y detractores. Pasó en la represión de las protestas de 2016 y 2017, en la rebelión opositora de abril de 2019 y en la previa de las elecciones del domingo. El general se proclama como un defensor de la institucionalidad, de la calma y de las normas. Por eso el antichavismo suele apostar por su ayuda… para frustrarse una y otra vez. Ante las situaciones de peligro, se inclina sin fallar por socorrer a Maduro; atrás de ese apoyo está el increíble entramado de negocios con el que presidente premia al general y sus pares.
¿Hará eso Padrino López nuevamente si explota la violencia y el régimen desata la represión? ¿O saldrá al respaldo de los venezolanos de la calle, forzado por las jerarquías intermedias de las fuerzas armadas, agobiadas por la decadencia económica y harta del favoritismo presidencial con el generalato? Son las preguntas que decidirán el futuro de Maduro, reelecto o no. Hay otros brazos represivos en el régimen, son varios, pero ninguno tan poderoso y extendido como las Fuerzas Armadas.
3. La asfixia internacional se acerca, ¿forzará un cambio?
En más de una década nada parece haber funcionado para detener la deriva dictatorial de Maduro o para impedir que la impericia chavista arruine por completo la vida diaria de los venezolanos. Ni la movilización callejera ni el enfrentamiento político ni las insurrecciones internas ni los boicots internacionales ni los paros petroleros ni las sanciones internacionales ni el aislamiento internacional. Maduro y el chavismo sobrevivieron una y otra vez, a veces con un precio alto para ellos, siempre con un costo impagable para los venezolanos.
Esta vez, sin embargo, la manipulación de resultados es tan flagrante que hasta los aliados más fieles de Maduro dudan de reconocer la reelección. Una inquietud que amenaza con transformar el aislamiento internacional directamente en asfixia.
El Consejo Nacional Electoral ni se molestó en ocultar sus vicios. Ignoró la ley al no entregar las actas a la oposición; proclamó presidente a Maduro con solo el 80% de sufragios escrutados cuando ese 20% sin contar sería suficiente para dar vuelta los comicios. Esas son solo algunas de las artimañas. En total son tantas que hasta Brasil y Colombia hacen acrobacias para encontrar un lugar lo suficientemente cerca como para no romper con su socio ideológico y lo suficientemente lejos como para no caer en el papelón de convalidar el fraude electoral.
El repudio regional es tan grande como el de las calles de Caracas a esta hora. ¿Será esta vez lo suficientemente fuerte como para convencer a Maduro de que la hora de la trampa –y su propia hora- terminó?
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