Coronavirus. Altruismo, dinero, coerción y la reina: la estrategia de Gran Bretaña para incentivar la vacunación
LONDRES.- Durante la primera semana de la primera campaña de vacunación masiva contra el coronavirus en Occidente, el Servicio Nacional de Salud británico le inoculó la vacuna de Pfizer-BioNTech a 137.897 personas. Los funcionarios británicos quieren que se la aplique todo el mundo, así que faltan 66 millones de personas más.
¿Cómo se convence a un país entero de darse una vacuna -especialmente una tan nueva, con autorización de emergencia- en tiempos de creciente desconfianza en los líderes y las instituciones, cuando un tercio de los encuestados dice que piensa rechazar la vacuna o esperar hasta ver qué pasa?
Las autoridades sanitarias no tienen una solución infalible, y eso los preocupa.
Gran Bretaña planea lanzar una masiva campaña de concientización, apelando tanto al altruismo de la población como a interés personal de cada individuo. Y para promocionar la vacuna, desplegarán a una horda de "influencers". Los ojos de todos, por supuesto, apuntan hacia la reina de 94 años.
Una de las primeras en recibir la vacuna de Pfizer fue Prue Leigh, de 80 años, jueza del popular reality de cocina "Great British Bake Off". La BBC estuvo presente en ese trascendental momento. Y después, Leigh tuiteó una foto suya en el consultorio del médico, con la pregunta "¿Quién no querría inmunidad contra el Covid-19 a cambio de una inyección que no duele nada?"
Su tuit fue rápidamente compartido por el primer ministro Boris Johnson. "Excelente noticia, Prue", exclamó el mandatario. "Es maravilloso ver la cantidad de gente que se está vacunando en Gran Bretaña. Muchas gracias a los trabajadores de la salud, que se esfuerzan incansablemente para que la vacuna llegue a la gente de todo el país."
Pero otros expertos sospechan que para arrear a la gente harán falta otro tipo de incentivos y garrotes.
El gobierno británico dejó entrever, por ejemplo, que quienes en un futuro den positivo para anticuerpos del virus tal vez podrían ingresar a eventos deportivos o abordar aviones más fácilmente. Y aunque hasta ahora tanto Jonhson como su panel de expertos aseguran que la vacuna no será obligatoria, el gobierno podría girar sobre sus talones y ponerse más insistente.
Algunos países que podrían exigirles una prueba de vacunación a los viajeros para dejarlos ingresar. Ya muchas naciones piden vacunación contra la polio o la fiebre amarilla. Para peregrinar a La Meca, en Arabia Saudita, es obligatorio vacunarse contra la meningitis.
Los empleadores también podrían pedirle a sus empleados que se vacunen, especialmente en entornos laborales donde mantener el distanciamiento es difícil, como las plantas de procesamiento de alimentos o las líneas de ensamblaje de autos. En este momento, las empresas británicas están consultando con el gobierno si no deberían ir más allá de meramente alentar la vacunación de su personal.
Los hospitales y asilos de ancianos podrían presionar a los trabajadores de la salud y el personal auxiliar para que se vacunen, como ya hacen todos los años con la vacuna estacional para la gripe.
Las escuelas de Gran Bretaña, al igual que en muchos países, ya exigen a sus alumnos tener las vacunas al día para asistir a clase. La nueva vacuna contra el coronavirus podría sumarse a esa lista.
Además, el gobierno podría obligar a vacunarse a los beneficiarios de programas sociales, como ya lo hace Australia. También las personas que cumplen condenas en prisión podrían ser obligadas a inocularse.
Incluso hay unos pocos expertos que sugieren dar un incentivo económico: pagarle al que se vacune.
Julian Savulescu, profesor de filosofía en la Universidad de Oxford, sostiene que debido al riesgo real o a la percepción de riesgo de vacunarse contra el coronavirus, "sería práctica y hasta éticamente problemático introducir la obligatoriedad de la vacuna, al menos al principios, cuando las dudas seguramente serán mayores". "Pero pagarle a la gente no es coerción", dice. "Simplemente es una opción: Tómalo o déjalo."
Savulescu dice que confiar en el altruismo y la solidaridad de la sociedad británica o de cualquier otra es un exceso de optimismo. "La realidad es que las personas no son ángeles. Necesitan leyes e incentivos", dice. "Necesitan un empujoncito".
El filósofo señala que desde que arrancó la pandemia el gobierno británico lleva gastados 300 mil millones de dólares en apuntalar la economía. Y sostiene que pagarle a la gente "al final puede resultar más barato que las otras alternativas".
Los funcionarios de salud dicen que para detener la pandemia es crucial la vacunación generalizada. Los expertos en enfermedades infectocontagiosas dicen que para alcanzar la inmunidad de rebaño hace falta que al menos el 70 por ciento de las personas estén protegidas, ya sea por vacunación o por haber estado infectado.
Lo que más preocupa a los funcionarios de salud pública no es el pequeño grupo de fanáticos anti-vacunas, sino los "vacilantes", los que están preocupados por los ensayos y autorizaciones a las apuradas, los que advierten que las vacunas con tecnología de ARN mensajero son nuevas y temen los efectos secundarios a largo plazo, todos aquellos que prefieren "esperar a ver qué pasa".
Scott Anderson, de 29 años, un ingeniero civil de la ciudad escocesa de Inverness, es de los que no planean vacunarse.
"No soy anti-vacunas, de ninguna manera. De hecho, me han dado muchas vacunas. Pero en mi opinión esto es todo muy a las apuradas. No es una teoría conpiranoica: son preocupaciones genuinas", dice Anderson, y señala que todavía "no hay forma de saber realmente los efectos a largo plazo, dentro de 10 años".
A Anderson le preocupa que se hable de exigirle a la gente un "pasaporte sanitario" para viajar a ver a su familia o ingresar a los estadios de fútbol.
Petitorio
Bajo el título de "Impidamos toda restricción a quienes rechacen vacunarse contra el Covid-19", Anderson lanzó un petitorio que reunió más de 320.000 firmas en el sitio web del Parlamento británico y el lunes fue debatido por los legisladores.
Tanto en Gran Bretaña como en todo el mundo, las encuestas muestran que hay una minoría considerable de personas que dudan de las vacunas, tanto contra el coronavirus como otras, como la del sarampión o las paperas.
Daniel Freeman, profesor de psicología clínica en la Universidad de Oxford, y sus colegas llevaron a cabo extensas encuestas a 5114 adultos británicos, representativos de la población general por edad, género, origen étnico, ingresos y religión.
La buena noticia para los funcionarios de salud pública fue que el 72% de los encuestados está dispuesto a vacunarse. Pero un 16% se mostró muy inseguro y un 12% probablemente retrasaría o evitaría recibir la vacuna.
Una de cada cinco personas dijo que los datos de seguridad y eficacia de las vacunas podrían ser inventados. Uno de cada 20 se describió a sí mismo como anti-vacuna para el covid-19.
Freeman dice que se observó vacilación sobre las vacunas en todo el espectro de la sociedad, ricos y pobres, hombres y mujeres.
"Si vemos que un 25% está dispuesto a sentarse a esperar en el margen, es posible que nos estemos acercando a un punto de inflexión en que la sospecha hacia las vacunas se generalice", dice Freeman.
Los expertos médicos se sientan en los programas de la tarde y dan conferencias de prensa para intentar llevar tranquilidad a la opinión pública.
La siguiente etapa de la campaña publicitaria británica podría incluir figuras destacadas. Potencialmente, la realeza, pero también estrellas del fútbol y otras personalidades.
Stephen Mawdsley, un historiador que estudió el papel de Elvis Presley en la difusión entre los adolescentes de la vacuna contra la polio, dice que los funcionarios actuales también podrían "identificar grupos que dudan y transmitirles el mensaje de que entienden sus preocupaciones y están dispuestos a trabajar con ellos".
En Estados Unidos, tres expresidentes -Barack Obama, George W. Bush y Bill Clinton-, han dicho que quieren recibir la vacuna públicamente. La líder escocesa Nicola Sturgeon dijo que lo haría en vivo por televisión.
La vocera de Boris Johnson, Allegra Stratton, dijo a los periodistas que el primer ministro, conocido por su histrionismo, también podría considerar darse la vacuna en público. "Todos conocemos el carácter del primer ministro. No creo que haya descartado la idea", dijo Stratton.
"Pero lo que también sabemos es que él no querría recibir una dosis que necesite alguien más vulnerable, clínicamente vulnerable, que debería recibirla antes que él".
Johnson tampoco tiene tanta urgencia, ya que tuvo la enfermedad hace apenas 6 meses y los casos de reinfección han sido muy escasos.
Tal vez las figuras más efectivas no sean celebridades, miembros de la realeza o políticos, sino gente común, como Martin Kenyon, un británico de 91 años que habló con CNN poco después de recibir su inyección.
"No duele para nada", dijo Kenyon. "Ahora espero no tener el maldito bicho. No pienso tenerlo, porque tengo nietas y quiero vivir muchos años para disfrutar de ellas".
La entrevista a Kenyon se viralizó en pocas horas.
Richard Horton, editor la prestigiosa revista médica británica The Lancet, dijo a The Washington Post que había un gran número de ciudadanos honestamente preocupados, "que quieren hacer lo correcto pero tienen miedo, que observan el debate pero no saben qué conclusión sacar".
Horton dijo que llamar "locos" a los anti-vacunas, como lo hizo el primer ministro británico, no sirve de nada.
Para convencerlos, "Necesitamos ser lo más transparentes y honestos posible en base a la evidencia. Necesitamos someter cada vacuna a las pruebas correctas de seguridad y eficacia. No hemos tomado atajos y escuchamos lo que dice la gente. No los consideramos locos ni los descalificamos con ningún otro epíteto. Nuestra tarea debe ser generar confianza brindando información y respondiendo preguntas legítimas", dijo Horton
La desconfianza hacia las vacunas no es cosa nueva.
En el siglo XIX, la viruela mataba a cientos de miles de personas y era la principal causa de muerte en Europa. Sin embargo, hubo una fuerte resistencia a las primeras vacunas, y el gobierno británico tuvo que hacerlas obligatorias, castigando el incumplimiento con multas y penas de cárcel.
Penny Ward, investigadora farmacéutica del King's College de Londres, dice que las autoridades sanitarias todavía no empezaron a bombardear a la población con una campaña pro-vacunación porque todavía no hay oferta suficiente de vacunas. En las primeras semanas, Gran Bretaña solo tendrá suficientes dosis de Pfizer-BioNTech para llegar a 400.000 personas.
"Es como hacer equilibrio en la cuerda floja", dijo Ward. "Por un lado, hay que enviar un mensaje tranquilizador. Por otro lado, nadie quiere que la gente se agolpe en los centros de vacunación cuando no hay suficientes dosis para todos".
Pero Ward dice que las autoridades se están preparando para ese día. "Sé que mi madre haría cualquier cosa que hiciera la reina", dijo.
The Washington Post
(Traducción de Jaime Arrambide)
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