El joven, de 17 años, apareció con vida en los últimos días y fue el motivo para conocer este inhóspito lugar llamado Quillan donde el joven permaneció a salvo
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Clavada en las estribaciones de los Pirineos, con el río Aude atravesándola gentilmente, la comuna de Quillan podría presumir de tener uno de los paisajes más pintorescos de Francia.
Esta semana, Quillan fue foco de atención porque fue aquí donde apareció el adolescente británico Alex Batty, de 17 años, en un sorprendente caso en que estuvo perdido desde que se fue de vacaciones en 2017 con su madre y su abuelo.
Batty emergió esta semana de la niebla tras seis años en las montañas. Este domingo regresó finalmente a Reino Unido. De acuerdo a la policía francesa, Batty había estado caminando cuatro días cuando llegó a las calles de Quillan. “Fue una historia muy triste, pero al menos tiene un final feliz”, dice la jubilada Martine Vincent, a quien encontraron paseando a su perro de tres años llamado Rambo. Y agregó: “Estoy preocupada por él psicológicamente, pasó esos años lejos de casa en un lugar tan remoto”.
Martine, quien se mudó aquí desde la ciudad de Marsella tras jubilarse, es una especie de vínculo entre los dos universos paralelos que coexisten en este vasto corredor en el sur de Francia. El primero de esos universos abraza el pequeño mundo de la iglesia, la brasería y la plaza de la localidad; el segundo, alrededor de nosotros pero fuera de vista, alberga a una mezcla de nómadas internacionales que optaron por abandonar lo que se considera una “vida normal”.
Conectando estos dos reinos, Martine vende crepas en el verano a miembros de estas comunas alternativas, que bajan desde sus campos para este alimento común de la cocina francesa. “Mucha gente piensa aquí que son maleantes, ‘colocados’ con drogas, pero encuentras drogas en todos lados. Ellos solo quieren una vida alternativa”, dijo Martine.
Utopía para unos, peligro para otros
Mientras más te alejas de Toulouse, la ciudad más grande en esta región, más se debilita la señal del teléfono y más inestable se vuelve el vínculo con el mundo exterior.
Durante décadas, este portal a los Pirineos ofreció una vía a una existencia distinta, una en la que un adolescente del noroeste de Inglaterra vivió durante al menos dos años. Algunas comunidades en esta parte de Francia están basadas en la religión, otras se enfocan en la ilustración espiritual, otras organizan retiros de yoga. Es una mezcolanza de ideales y aspiraciones. Utopía para unos, peligro para detractores.
“Hay tanta gente distinta aquí”, nos dice Agathe mientras degusta una cerveza fuera del restaurante Healthy Life en la ciudad de la localidad de Espéraza. La mujer, de 26 años, dice que estudiaba psicología antes de darse cuenta de que lo que quería era vivir su especialidad, no estudiarla en libros de texto.
“Vivo como a 20 kilómetros de aquí. Es un pedazo de tierra, estoy con el bosque, con el río. Prendo el fuego y como de mi jardín”, deslizó. Agathe dice que alemanes, españoles y británicos vienen y se van, así que no le sorprende que Batty vivió en la zona con su madre y su abuelo.
Una vida que “no es para todo el mundo”
Al otro lado de la mesa, mirando y asintiendo lentamente, se encuentra Julien, un amigo de Agathe que, como ella, lleva una vida itinerante desde hace seis años.
Lleva un cuervo como mascota atado a su mochila negra. Pronto emprenderán su viaje de vuelta para continuar sus vidas remotas sin tiendas, electricidad y todo lo que la mayoría de personas considerarían esenciales.
“Esta es mi visión de felicidad, pero no es para todo el mundo”, admite Agathe. Más adelante, en el valle, la temperatura oscila por encima del punto de congelación, pero encontramos media docena de figuras casi desnudas acurrucadas en un arroyo.
“Santa Magdalena solía bañarse aquí”, nos dice una mujer, mientras explicamos desde una distancia respetable la historia en la que estamos trabajando. “Métanse al agua y encontrarán las respuestas a todos sus problemas”, retrucó.
La mujer se hace llamar “Plume” o pluma. Ella y otros tres están pintando piedras antes de aventurarse al baño natural termal aquí en Rennes-les-Bains. “He viajado y sigo viajando”, atestiguó una madre de 32 años.
Inmediatamente pienso en la experiencia de Alex entre los 11 y los 17 años, sin ir a la escuela, como dice la policía francesa. Fue ahí que le pregunto a Plume sobre su hijo. “Mi hijo tiene nueve años y le he estado educando en casa durante nueve años. Ahora es el primer año que va a la escuela porque es una escuela alternativa”, manifestó.
Plume dice que en la escuela, además de asignaturas curriculares, enseñan “cómo vivir en la naturaleza, construir chozas, hacer herrería, cosas que la sociedad necesita a medida que volvemos a lo básico”. Más que sentirse ajena a la realidad, Plume aseguró que su estilo de vida le hace más sensible a más personas.
“No pienso que haya dos mundos, solo uno, pero es un mundo que cambia. Hay cosas que dejamos atrás, pero a las que ahora estamos volviendo”, retrató Plume.
Preocupaciones sobre desconectar de la realidad
De vuelta en Toulouse, la cuarta ciudad más grande de Francia y símbolo de la modernidad que muchas comunidades de los Pirineos evitan, las autoridades dicen que Batty no experimentó violencia física durante sus años en las montañas.
Tomará más tiempo medir el impacto psicológico, pero no hay evidencias de que haya vivido en un culto, según el fiscal público. Pero muchas personas se preocupan de que muchos que se aíslan en las montañas acaban con el cerebro lavado, separados de sus familias y la realidad.
“Hemos identificado una triple ruptura: con la familia, los vínculos sociales y la sociedad”, explicó Catherine Katz, quien apoya a familias cuyos allegados se han unido a cultos.
Su organización, la Unión Nacional de Asociaciones para la Defensa de Familias e Individuos, que trabaja para identificar y ayudar a víctimas de cultos, fue fundada hace 50 años y es financiada por el Estado francés.
Katz teme que Batty haya sufrido por haber sido juzgado por su vida en Oldham, en Inglaterra: “El hecho de que no asistiera a la escuela es una ruptura social, sin contacto con niños y maestros”, subrayó. Sin embargo, fue la separación de su abuela, su tutora legal, la ruptura que Batty estaba más interesado en reconciliar.
Tras marcharse de su estilo de vida itinerante en los últimos seis años, su primer mensaje al mundo exterior fue a ella. “Hola abuela, soy yo, Alex. Estoy en Francia, Toulouse. Realmente espero que recibas este mensaje. Te quiero. Quiero volver a casa”, añadió el niño quien apareció con vida.
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