Aleppo, la batalla que nadie aún puede ganar
Damasco y los rebeldes mantienen combates desde hace cuatro años
JERUSALÉN.- La batalla que libran desde hace cuatro años el régimen de Damasco y las fuerzas opositoras en Aleppo, la principal ciudad del norte de Siria y nudo estratégico de comunicaciones, da continuos vuelcos sin que ningún bando parezca poder cantar victoria.
Después del efímero alto el fuego de febrero, ambas partes se han adjudicado avances y sufrido retrocesos, como los experimentados en apenas un mes.
El 17 de julio pasado, el ejército del presidente Bashar al-Assad cercó a los insurgentes -junto a más de 250.000 civiles- en los distritos orientales de la ciudad, tras apoderarse de la ruta Castello, su eje vital de suministros.
Tres semanas después, las milicias rebeldes devolvieron el golpe en el corredor de Ramusa, dejando semiaisladas a las fuerzas gubernamentales en los barrios del Oeste, habitados por 1,2 millones de personas.
El régimen de Al-Assad cuenta con el apoyo aéreo de su aliado ruso, que en septiembre pasado le evitó una anunciada derrota con un despliegue de aviación, misiles y asesores militares decisivo para dar un giro completo al conflicto que desangra Siria desde 2011.
En este mismo bando pelean también las milicias libanesas chiitas de Hezbollah, unidades de elite de la Guardia Republicana iraní y combatientes iraquíes y afganos, también de la etnia chiita.
Sin apenas presencia de las llamadas fuerzas opositoras moderadas, como el Ejército Libre Sirio, el principal bloque rebelde lo integran milicias sunnitas agrupadas en el llamado Ejército de la Conquista, una coalición formada por una docena de grupos y encabezada por el Frente de la Conquista de Levante, que hasta hace poco se denominaba Frente Al-Nusra.
Unidades bien preparadas
Tras haber declarado a finales de julio su ruptura con el jihadismo de Al-Qaeda -en un intento de escapar de la exclusión internacional-, estos insurgentes islamistas se han mostrado en los últimos enfrentamientos librados en Aleppo como las fuerzas mejor preparadas para hacer frente a las fuerzas armadas sirias y sus aliados.
Mientras Estados Unidos apoya a los opositores menos radicales, Arabia Saudita, Turquía y las monarquías del Golfo apuestan por grupos de inspiración salafista.
Ambas partes están, sin embargo, empantanadas entre el territorio nororiental dominado aún por el grupo terrorista Estado Islámico (EI), contra el que combaten en mayor o menos medida los restantes bandos en liza y que no deja de retroceder, y la franja septentrional bajo control de la milicias kurdas de las Unidades de Protección del Pueblo (YPG).
Las fuerzas kurdas, que fueron adiestradas por la guerrilla separatista turca del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), se han transformado en la principal fuerza de choque contra los jihadistas de Daesh (acrónimo en árabe de EI) gracias al apoyo aéreo -y recientemente de unidades especiales sobre el terreno- estadounidenses.
Para escapar de las presiones de Turquía la milicia YPG se ha integrado en la Alianza Democrática Siria, junto con grupos árabes sunnitas y turcomanos.
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