Alemania reunificada: 30 años después, se volvió un modelo de estabilidad y tolerancia
PARÍS.– Hace exactamente 30 años, Alemania del Este (RDA) "adhería" a la República Federal de Alemania (RFA) para reunificar un país dividido desde 1945 y crear una nueva Alemania. Desde entonces, casi dos billones de euros fueron transferidos del oeste al este, una "ossi" se instaló en la cancillería y Berlín se convirtió en un hub tech. Pero a pesar de tres décadas de bonanza económica muchos alemanes del este se siguen viendo como ciudadanos de segunda zona y nunca consiguieron subirse al tren de la economía social de mercado.
Cuando se les pregunta a los historiadores cuántos años tiene Alemania, las respuestas jamás coinciden. Algunos dirán "30 años, desde la reunificación". Para otros son "71, desde la fundación de la República Federal, en 1949". Hay quien prefiere la primera reunificación, en 1871. Tampoco faltará quien diga 1220 años, con el nacimiento de lo que los alemanes llaman el Reich, también denominado el Sacro Imperio Romano-Germánico. Pero, cualquiera que sea la respuesta escogida, una cosa es segura: las últimas tres décadas han sido las mejores en toda la larga y complicada historia de ese país.
Nunca antes los alemanes vivieron mejor ni tuvieron relaciones más apacibles con sus vecinos. En este mundo de populismos, fanatismos y autoritarismos, Alemania es un modelo de democracia, estabilidad y tolerancia, todas cualidades personificadas por su canciller, Angela Merkel , nacida en la RDA comunista.
Para llegar a la situación actual fueron necesarios enormes sacrificios. Con la caída del Muro y la reunificación, el 3 de octubre de 1989, la ruinosa economía planificada del este tuvo que adaptarse brutalmente al capitalismo global en un traumático proceso de privatización, que sembró de cadáveres industriales esa parte del país y creó una legión de desocupados, muchos de los cuales aún no consiguieron integrarse totalmente.
En muchos aspectos, esa reunificación fue ejemplar y admirable, gracias a un monumental impulso político y a una lluvia de millones que tres décadas más tarde ha logrado la casi total convergencia en esperanza de vida, en número de hijos y otros indicadores claves. Pero también es cierto que las economías del este y el oeste no acaban de equipararse y el tejido industrial sigue repartido de manera desigual.
"La mayoría de la gente mira el futuro con confianza. A pesar de los éxitos impresionantes, la reunificación alemana no ha satisfecho a todos los ciudadanos por igual. En los nuevos Estados federados, aún siguen doliendo las heridas de la dictadura comunista y el brutal terremoto social y económico posterior a la reunificación", reconoce el informe presentado este mes por el comisionado para la reunificación.
Crisis de adaptación
Cuando hace 30 años el Treuhand, el organismo encargado de la reestructuración, comenzó a privatizar sectores enteros de la economía en ruinas del este, también precipitó una profunda crisis de adaptación. La liquidación de unas 3700 empresas provocó uno de los mayores traumatismos, con despidos masivos que hicieron caer la población activa de 9,7 millones en 1990 a 6,2 millones en 1993.
Tres décadas después los expertos constatan que el proceso de normalización dista mucho de haber concluido. "No obstante, si bien es obvio que 30 años no bastan para erradicar todas las fallas estructurales de semejante aventura –sobre todo cuando ciertas regiones, como el Mecklemborg, han estado subindustrializadas desde hace más de un siglo–, es necesario reconocer que los factores de convergencia económica entre el este y el oeste son reales", afirma Dorothea Bohnekamp, profesora de Historia y Economía en la Universidad París III-Sorbona.
En estos últimos años, el desempleo se redujo en forma espectacular (6,4% en el este, 4,7% en el oeste, en 2019), mientras el PBI por habitante se cuadruplicó en 30 años (43.449 euros al oeste, 32.721 euros al este). Por su parte, la performance económica "estealemana" es ahora comparable a la de ciertas regiones francesas.
Una calidad de vida e ingresos elevados (92% del de un "oestealemán"), sumados a un costo de vida muy inferior y a una propuesta universitaria de excelencia, explican la reciente inversión de la tendencia migratoria: desde 2017, cada vez más personas se instalan en este del país, mucho más atractivo debido a la exitosa renovación de los centros urbanos, la modernización de sus infraestructuras y precios inmobiliarios accesibles.
La ex-RDA también asiste a un inédito renacimiento industrial. Las PME familiares proliferan (420.000). Lo mismo sucede con los centros tecnológicos a imagen de la Silicon Saxony, el mayor polo de producción de microelectrónica de Europa. Alemania del Este ha hecho progresos espectaculares en la fabricación de instrumentos de música, relojes de lujo, anteojos, papel, vidrio y dulces.
Pero ese progreso no se registra en todas partes. Mientras ciudades como Leipzig o Dresde florecen y atraen estudiantes, artistas y empresarios, hay también un mundo rural, despoblado, que siente una profunda frustración de la cual se nutre la ultraderecha populista, repartida en forma desigual en el territorio de la ex-RDA. En ese mundo, que se siente abandonado por los políticos de Berlín, la AfD cosecha excelentes resultados.
Es en Sajonia donde la AfD tiene su mayor audiencia: en las legislativas de 2017, dos años después de la crisis de la inmigración que le dio un considerable empuje, obtuvo 27% de los votos. El partido de extrema derecha logró ese año 12,6% de los sufragios a nivel federal. Inimaginable en 1989, cuando solo había cuatro organizaciones políticas en el Bundestag (conservadores, socialdemócratas, liberales y verdes).
Desde entonces, el tablero político no cesó de complicarse con el crecimiento de la izquierda radical, la extrema derecha y el derrumbe de la socialdemocracia. Paradójicamente, el peso de las formaciones contestatarias explica también la instalación durable de grandes coaliciones centristas y la longevidad de Angela Merkel.
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