Alemania quiere el gasoducto ruso, pero sus aliados desconfían
El canciller Scholz sorprendió a más de uno al adoptar la misma postura que Merkel, que defendió el Nord Stream 2 como una iniciativa empresaria esencial para el futuro de la base industrial del país europeo
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BERLÍN.- El flamante canciller alemán, Olaf Scholz, no tuvo que esperar para que le preguntaran su opinión sobre el Nord Stream 2, el proyectado gasoducto submarino entre Rusia y Alemania que enfurece a Washington y a los gobiernos de Europa en momentos de extrema tensión con el Kremlin.
La coalición de gobierno que encabeza Scholz incluye al Partido Verde, cuyos seguidores se oponen acérrimamente al gasoducto. Pero el canciller sorprendió a más de uno al adoptar la misma postura que su predecesora inmediata, Angela Merkel, que defendió el Nord Stream 2 como una iniciativa empresaria esencial para el futuro de la base industrial de Alemania.
“El Nord Stream 2 es un proyecto del sector privado”, declaró el nuevo canciller ante los periodistas. “La decisión final sobre la aprobación del gasoducto en Alemania la tomará un organismo totalmente apolítico.”
Pero no es tan simple como eso. Con miles de soldados rusos concentrados en la frontera con Ucrania y la amenaza de posibles sanciones de Estados Unidos contra el gasoducto, el futuro del Nord Stream 2 sigue en la nebulosa.
A eso se suma el precio del gas natural en Europa, que en las últimas semanas batió récords debido a la escasez de reservas. Los precios se dispararon justo cuando Alemania saca de funcionamiento la mitad de los seis reactores nucleares que le quedaban y el invierno boreal empieza a apretar, fogoneando la demanda. El proyecto del Nord Stream 2, que fue lanzado en 2015 para evitar justamente estos cuellos de botella en el suministro energético, hoy parece estar exacerbándolos.
Y además están las tensiones en el seno del gobierno de Scholz, donde los lideres de los Verdes han salido a apoyar la idea de Europa y Estados Unidos de que Alemania use el gasoducto como herramienta de presión contra el presidente ruso, Vladimir Putin.
Más allá de los conflictos, los observadores creen que ese gasoducto de 11.000 millones de dólares diseñado para distribuir gas ruso esquivando los países anteriormente bajo influencia de Rusia, entrará en funcionamiento cuando supere un último obstáculo burocrático: la certificación del ente regulador alemán.
“Yo creo que al final lo van a aprobar, pero podrían poner condiciones ligadas al tránsito a través de Ucrania”, dice Katya Yafimava, investigadora en jefe del Instituto de Estudios de la Energía de la Universidad de Oxford. “Por supuesto que la política va a influir, y hasta podría influir mucho.”
Como lo indica su nombre, el Nord Stream 2 corre junto al gasoducto Nord Stream original, que entró en funcionamiento en 2021. Pero a diferencia del ducto anterior, el Nord Stream 2 es enteramente propiedad de Gazprom, la gigante energética estatal de Rusia.
Rusia en el centro
Rusia es el mayor proveedor de gas natural de Europa, pero este año los volúmenes de importación siguen siendo por debajo del promedio. Los analistas dicen que Rusia está cumpliendo con los volúmenes de gas acordados en los contratos, pero que parece reacia a ofrecer un volumen extra a sus clientes europeos. El problema es crítico, porque Europa necesita el gas. Las plantas de almacenamiento llegaron al invierno con niveles de reserva inusualmente bajos -en parte debido al aumento de la demanda mundial y una ola de frío a principios de este año-, y los precios se han disparado en toda Europa.
“Rusia asegura estar cumpliendo con los contratos, y parece ser cierto”, dice James Waddell, director de la división europea de gas de Energy Aspects en Londres. “Pero no está ofreciendo gas suplementario en los volúmenes que solía hacerlo.”
Uno de los motivos de la reticencia de Rusia puede ser su animosidad contra el gobierno de Ucrania. Durante décadas, el gas ruso fluía hacia Europa a través de los gasoductos de la era soviética que atravesaban Ucrania, un tránsito que para el gobierno de Kiev redundaba en miles de millones de dólares de ingresos en concepto de tarifa de tránsito. Con el Nord Stream 2 y su capacidad de mover 55.000 millones de metros cúbicos de gas al año, Gazprom podría vender gas adicional a los clientes europeos sin pagarle tarifas de tránsito a Ucrania.
Las empresas alemanas necesitan el gasoducto para garantizar un flujo de energía confiable, ya que el país pronto dará de baja sus tres últimas plantas de energía nuclear. El asunto también se volvió más urgente cuando el nuevo gobierno anunció su intención de adelantar al año 2030 la fecha límite para terminar con las plantas de combustión de carbón.
La necesidad de gas es especialmente grave en los estados del sur de Alemania, sede de gigantes industriales como BASF Chemical, la automotriz Daimler y el megaconglomerado de Siemens. En el norte del país abundan las turbinas eólicas de energía renovable y el gobierno se ha comprometido a acelerar la construcción de líneas eléctricas de alta tensión para llevar esa energía al sur, pero la resistencia de la opinión pública ha obstaculizado los avances.
Por el momento, la empresa dueña del gasoducto -que tiene su sede en Suiza pero es propiedad de Gazprom-, sigue ocupándose de abrir su filial en Alemania, como se lo exige el regulador alemán para que el gasoducto esté sometido a la legislación de la Unión Europea. Jochen Homann, presidente de la Agencia Federal de Redes, dijo hace poco que el organismo que preside probablemente no otorgue su aprobación antes de la segunda mitad de 2022.
A partir de ahí, la pelota pasa a Bruselas, donde los funcionarios de la Comisión Europea tienen dos meses, que pueden extenderse a cuatro, para llegar a su propia opinión sobre el gasoducto. Aunque la decisión de la comisión no es vinculante, el ente regulador alemán seguramente querrá evaluarla y tomarla en cuenta, lo que podría demorar todo varios meses más.
La idea detrás del Nord Stream 2 es que funcione como una póliza de seguro en tiempos de crisis energética o ante un gran aumento del precio del gas, dice Jacopo Maria Pepe, investigador de infraestructura energética y climática del Instituto Alemán de Asuntos Internacionales y de Seguridad.
Si bien ponerle freno al oleoducto sería una señal diplomático fuerte y clara hacia Rusia, el investigador advierte que eso también puede poner en riesgo la posición dominante de Alemania como mayor potencia de Europa.
“Mientras necesitemos gas, necesitaremos a Rusia”, dice Pepe. “Esa es una realidad inescapable.”
Por Melissa Eddy
The New York Times
(Traducción de Jaime Arrambide)
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