Alemania: para unos, país modelo; para otros, el villano
Sumó poder con el éxito de su economía y los reclamos a otros Estados
BERLIN.- Durante la crisis de la eurozona, mientras caen los gobiernos, las deudas aumentan y las economías se estancan y reducen, Alemania flota por encima de la refriega. Al tiempo que su economía avanza sin problemas, sus líderes insisten firmemente en que el camino de la redención, para los deudores, es la austeridad y el sufrimiento.
El lunes, cuando la canciller alemana, Angela Merkel, describió la crisis de deuda como "las horas más difíciles de Europa desde la Segunda Guerra Mundial", estaba hablando de algo que la mayoría de los alemanes sólo han leído en diarios o visto por televisión. Anteayer, la economía alemana volvió a sorprender a los expertos al crecer inesperadamente un saludable 0,5% en el tercer trimestre, un 2,5% más que el año anterior.
Aunque en algún momento hubo signos ominosos de que la recesión europea golpearía también a Alemania, su mayor economía, las penurias que tienen que enfrentar sus socios de la eurozona todavía no han llegado al país.
Con los alemanes consumiendo libremente, el desempleo alcanzó su nivel más bajo desde la reunificación alemana, hace más de dos décadas, y siguió cayendo en octubre. La recaudación de impuestos constantemente derrota las proyecciones del gobierno, hasta el punto de que la coalición de Merkel incluso tiene planes de reducir los tributos en más de 8000 millones de dólares.
Y en un giro ampliamente difundido de las sorpresas contables que ayudaron a cubrir las deudas de Grecia, Alemania recientemente descubrió un error en su balance: sus obligaciones eran 76.000 millones de dólares menos de lo que se creía previamente.
La sostenida prosperidad alemana contribuye a atizar la furia en países como Grecia y España, que se rebelan ante lo que consideran un cruel dominio alemán. Cada vez más se atribuye a Alemania el papel del villano, ya sea por parte de los manifestantes de Atenas o por parte de los exasperados políticos en la reciente cumbre del G-20 en Cannes.
"Los alemanes no suelen apreciar lo dolorosos que resultan los cambios económicos que ellos prescriben", dijo Philip Whyte, investigador del Centro para la Reforma Europea de Londres.
Alemania, dijo Whyte, pretende rehacer toda Europa a semejanza de su modelo económico competitivo, orientado hacia la exportación, sin entender la conexión que existe entre su éxito y las deudas externas de otros países, que durante años usaron fondos prestados para adquirir productos alemanes. "No todos pueden ser como Alemania -dijo Whyte-. El mundo no comercia con la Luna."
Sus socios europeos suelen reparar en el enorme abismo que se extiende entre sus luchas y la fuerza de Alemania, y de la manera en que los líderes alemanes rechazan la intervención del Banco Central Europeo (BCE), que habría podido proporcionar algún alivio, pero que también podría alentar lo que para los alemanes es uno de los fantasmas más temidos: la inflación.
Los griegos en particular se indignaron ante las exigencias de cambio impuestas por Berlín, que vulneran su soberanía. Algunos manifestantes griegos incluso portaron recientemente banderas azules de la Unión Europea con esvásticas amarillas grabadas en el centro; otros compararon los acuerdos de la deuda con la ocupación de Grecia durante la Segunda Guerra Mundial.
La crisis europea ha sido comparada con frecuencia a una obra de teatro moral -los pecadores sureños en contraste con los virtuosos norteños-, pero a veces, en Alemania, ha cobrado la forma de una ópera wagneriana, con el país representando el papel del dragón que custodia su reserva de oro.
La semana pasada, Alemania fue inundada de informes que hablaban de una propuesta presentada en la cumbre del G-20 para permitir que el FMI usara las reservas de oro alemán para reforzar el fondo de rescate de Europa. La condena fue inmediata para una sugerencia que, desde el principio, estaba destinada a quedar en la nada.
Una tira cómica del periódico Süddeutsche Zeitung mostraba a tres hombres que intentaban abrir una caja fuerte de un banco en la que se leía la inscripción "Oro del Bundesbank y reservas en divisas extranjeras". Los enmascarados que atacaban la caja tenían en la espalda la abreviatura del BCE, mientras que el que colocaba la dinamita lucía las letras FMI. Otro, que sostenía una linterna, era el presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy.
Los líderes políticos defienden la independencia del Bundesbank, pero también suelen reclamar a Italia que venda sus reservas de oro, las cuartas entre las mayores del mundo, después de las de Estados Unidos, Alemania y el FMI.
Mientras el saludable estado general de la economía alemana y su posición fiscal ensanchan el abismo que la separa de la periferia pobre de Europa, los alemanes tienen una respuesta preparada. Dicen que ya hicieron los cambios estructurales en las reglas laborales y las reformas jubilatorias que ahora recomiendan a los países de lento crecimiento y que, además, pagan verdaderamente sus impuestos.
Entonces, si los rezagados quieren el dinero alemán, deben cumplir las reglas alemanas.
"Creemos que nuestro éxito se debe a que tenemos ciertos criterios en torno a los cuales organizamos nuestra política económica, y ésos son los criterios que queremos que otros países cumplan si nos piden nuestro dinero", dijo Tanja A. Börzel, profesora de política de la Unión Europea en la Universidad Libre de Berlín.
Guntram B. Wolff, del Bruegel, un grupo de investigación de Bruselas, dijo que Berlín ha desempeñado un papel más enérgico en la crisis europea debido a que la Comisión Europea no ha desempeñado un rol tan activo como hubiera podido hacerlo, particularmente en lo referido al endeudamiento italiano.
"El desplazamiento de poder es muy claro -dijo Wolff-. Es evidente que Berlín ganó poder."
Traducción de Mirta Rosenberg
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