Alemania: llamó a la policía por una amenaza neonazi, pero los neonazis eran los policías
FRANKFURT.- De viaje por trabajo muy lejos de casa, Seda Basay-Yildiz recibió un fax escalofriante en el hotel donde se alojaba: "Turca sucia, vamos a reventar a tu hija".
Basay-Yildiz es una abogada defensora alemana con ascendencia turca que se especializa en casos de terrorismo islámico, y ya estaba acostumbrada a las amenazas de la ultraderecha. Pero esta era diferente, y llegó a última hora de una noche de agosto de 2018.
Firmado con las iniciales de un exgrupo terrorista neonazi, el fax incluía la dirección de Basay-Yildiz, que no era de dominio público debido a las amenazas anteriores. Quienquiera fuese responsable, debía tener acceso a la base de datos protegida del gobierno.
"Supe de inmediato que iba en serio: tenían nuestra dirección, sabían dónde vive mi hija", recordó Basay-Yildiz en una entrevista. "Así que por primera vez llamé realmente a la policía".
Pero sirvió de poco y no le reportó ninguna seguridad: una investigación muy pronto reveló que la información sobre su domicilio provenía de una computadora de la policía.
El extremismo de ultraderecha está resurgiendo en Alemania, y adapta características nuevas y otras muy viejas, que horrorizan a un país que suele jactarse de lidiar honestamente con su sangriento pasado. Este mes, una investigación parlamentaria de dos años llegó a la conclusión de que las redes extremistas de la derecha han penetrado profunda y extensamente los servicios de seguridad alemanes, incluidas las fuerzas especiales de élite.
Pero los reflectores apuntan cada vez más a Policía Federal alemana, una fuerza mucho más extensa y descentralizada y con controles mucho menos estrictos que los militares, y sobre todo, con un efecto más inmediato en la seguridad cotidiana de la ciudadanía, según advierten los expertos.
Tras la Segunda Guerra Mundial, la mayor preocupación entre Estados Unidos, los Aliados y los propios alemanes, era que las fuerzas policiales del país nunca más pudiesen ser militarizadas, o politizadas y usadas como brazo armado disciplinador de un Estado autoritario.
Tras la guerra, la policía de Alemania Occidental fue reformulada hasta los cimientos, y actualmente los cadetes de todo el país reciben instrucción, con aberrantes detalles, sobre el vergonzoso historial de la policía durante el régimen nazi y sobre cómo ese legado da forma a la misión de la institución policial alemana en nuestros días.
Sin embargo, Alemania sigue acorralada por las revelaciones de que en todos los rincones del país hay agentes de policía que participan de grupos basados en una ideología de ultraderecha compartida.
"Siempre tuve la esperanza de que se tratase de casos particulares, pero ahora son muchísimos", dice Herbert Reul, ministro del interior del estado de Renania del Norte-Westfalia, el más poblado de Alemania, donde 203 policías están siendo investigados por su participación en incidentes relacionados con la ultraderecha.
Para Reul, las alarmas sonaron en septiembre, cuando se descubrió que 31 oficiales de la región compartían propaganda neonazi. "Era casi una unidad de oficiales entera, y lo descubrimos de casualidad", dice Reul. "Me cayó como un baldazo de agua fría. No es una pavada."
Y agrega: "Tenemos un problema con el extremismo de ultraderecha, y no sé hasta dónde llegan las ramificaciones dentro de la institución policial. Pero si no enfrentamos el problema, va a empeorar."
Y sigue empeorando mes a mes.
Los 31 oficiales de esa región del oeste alemán fueron suspendidos en septiembre por compartir imágenes de Hitler, memes de refugiados en las cámaras de gas, y el fusilamiento de un hombre negro. El jefe superior de la unidad también integraba el grupo de chat.
Gran parte de la investigación se enfoca ahora en el estado de Hesse, donde se encuentra Frankfurt, ciudad donde vive Basay-Yildiz y un gran número de blancos de alto perfil de las amenazas neonazis.
Basay-Yildiz saltó a la fama como abogada cuando representó a la familia de un vendedor de flores turco que recibió un disparo en su puesto junto a la ruta. Fue la primera víctima de la Clandestinidad Nacionalsocialista, conocida como NSU, un grupo terrorista neonazi que mató a 10 personas, nueve de ellas inmigrantes, entre 2000 y 2007.
Las fuerzas policiales de toda Alemania culparon a los inmigrantes, sin advertir que los perpetradores eran neonazis buscados por la ley, mientras que los informantes pagos del servicio de inteligencia ayudaban a ocultar a los líderes del grupo. Los archivos de los informantes fueron destruidos por los servicios de inteligencia pocos días después de que la historia se hiciera pública, en 2011, cuando el grupo NSU fue supuestamente desbaratado.
Después de un proceso judicial de cinco años y que recién concluyó en julio de 2018, Basay-Yildiz ganó una modesta compensación para sus clientes, pero no lo que más ansiaban: respuestas.
"¿Cuál era la extensión deesa red? ¿Qué sabían las instituciones del Estado?" dice Basay-Yildiz. "Años en los tribunales y seguimos sin saberlo".
Tres semanas después de terminado el juicio, la abogada recibió su primera amenaza por fax, y desde entonces no se han detenido. Basay-Yildiz representa precisamente el tipo de transformación de Alemania que la extrema derecha tanto desprecia.
Pero ella no es la única. Las computadoras de la policía en Hesse han sido utilizadas para obtener datos del comediante turco-alemán Idil Baydar y de la política de izquierda Janine Wissler, que también recibieron amenazas. El jefe policial del estado de Hesse no lo informó durante meses: en julio, tuvo que a renunciar.
La mayoría de las amenazas, incluidas las de Basay-Yildiz, llegaron en forma de correos electrónicos firmados por "NSU 2.0".
En total, desde 2015, el gobierno de Hesse ha investigado77 casos de extremismo de ultraderecha en sus fuerzas policiales. Hace unos meses, se nombró a un investigador especial cuya unidad estará abocada exclusivamente a las amenazas por correo electrónico.
Cuando los investigadores descubrieron que la información personal de Basay-Yildiz había sido extraída desde una computadora de la Comisaría del Distrito 1° de Frankfurt y apenas una hora y media antes de que la abogada recibiera la amenaza, el oficial de policía que había iniciado la sesión en ese momento fue suspendido. La comisaría fue registrada de arriba abajo y se analizaron las computadoras y los teléfonos celulares de todos los agentes, lo que derivó en la suspensión de otros cinco policías. A lo largo del año, ese número fue creciendo hasta llegar a 38 efectivos suspendidos.
Pero a Basay-Yildiz eso no la tranquiliza.
"Si hay 38 personas afectadas, entonces lo que tenés es un problema sistémico", dijo. "Y mientras no lo admitas, no va a cambiar nada."
Más aterrador que las amenazas, dice la abogada, es su creciente sensación de que la policía sigue protegiendo a los extremistas de derecha que hay entre sus filas. Ni siquiera se le mostraron fotos de los oficiales en cuestión, que permanecen suspendidos con salario reducido.
Las amenazas siguieron llegando, a veces cada un par de meses, a veces todas las semanas. Basay-Yildiz se mudó con su familia a otra parte de la ciudad y la dirección de su nuevo domicilio estaba aún más protegida que la anterior. Las computadoras ordinarias de la policía ya no tendrían acceso a esos datos. Durante 18 meses, se sintió segura.
Pero a principios de este año todo cambió: quienquiera que la estuviera amenazando, había identificado su nueva dirección y se aseguró de que ella lo supiera.
La policía regresó y le dijo que nadie había accedido a esa información internamente.
El 11 de noviembre, hace poco más de mes, recibió su última amenaza. Empezaba con "¡Heil Hitler!" y terminaba con "Saludos a tu hija de mi parte".
Cuando hizo la denuncia, la evaluación de la policía fue que ni su hija ni ella corrían un peligro concreto.
"Pero yo ya no confío", dice. "Es un gran factor de inseguridad. ¿En quién confiar? ¿A quién recurrir si ya no se puede confiar en la policía?"
The New York Times
(Traducción de Jaime Arrambide)
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