Alemania inicia un complicado proceso de negociaciones para formar gobierno
Los socialdemócratas, que obtuvieron la primera minoría en las elecciones, iniciaron el diálogo con los Verdes y los liberales, pero sus rivales de la CDU también aspiran a formar una alianza similar
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BERLÍN.– En público, en privado y entre bambalinas, las dos grandes coaliciones de la política alemana comenzaron este lunes las conversaciones exploratorias con la esperanza de constituir la alianza de gobierno que reemplazará a la canciller democristiana Angela Merkel después de 16 años en el poder.
En forma inhabitual, las discusiones y los sondeos se realizan por dos vías paralelas. Por un lado, el Partido Socialdemócrata (SDP), que obtuvo la primera minoría en las elecciones legislativas del domingo, con 206 bancas en el Bundestag, reivindica el derecho de iniciar las discusiones preliminares para tratar de integrar una alianza tripartita de gobierno.
Desde su búnker electoral, ubicado en el edificio Willy Brandt (sede de su partido), el líder del SPD, Olaf Scholz, envió a sus emisarios a dialogar con los Grünen (Verdes), que ocuparon el tercer lugar, con 118 diputados, y con el Partido Liberal Demócrata (FDP), que se consolidó como cuarta fuerza política del país, con 92 escaños. En una clara alusión a los colores que caracterizan a los tres partidos, ese posible pacto es conocido en la jerga política germana como la “alianza semáforo” (rojo por el SDP, amarillo por el FDP y verde por los ecologistas).
“Los electores se pronunciaron claramente y es preciso respetar ese mandato”, declaró Scholz, que aparece como principal favorito para dirigir esa coalición tripartita y convertirse en el noveno canciller de la Alemania de posguerra.
Su rival Armin Laschet, de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), lanzó por su parte una inesperada acción relámpago al reclamar “total legitimidad” para formar gobierno si consigue el apoyo de los Grünen y el FDP en una alianza que, por los colores de sus tres componentes, los medios políticos definen como la “coalición Jamaica” (negro por la CDU y sus aliados bávaros del CSU, amarillo por el FDP y verde por los ecologistas). Con solo 196 diputados en el Parlamento, Laschet se verá obligado a realizar enormes concesiones para seducir a sus interlocutores. El personaje clave de esa ofensiva de persuasión es la vicepresidenta de la CDU, Julia Klöckner, que desde la primera hora propició una rueda de “discusiones exploratorias serias” con los Verdes y el FDP sobre la posibilidad de formar un gobierno tripartito.
Por el momento, los Grünen se proclamaron dispuestos al diálogo, mientras que los liberales –más prudentes– declararon que “la formación de una coalición es una cuestión de valor agregado”.
Los Verdes expusieron sus condiciones al dar a entender que mantendrán inalterables las exigencias en materia de transición energética y reducción de las emisiones de CO2, y enfatizan el carácter social de su programa, que reclama un aumento del salario mínimo para ayudar a los trabajadores más desfavorecidos, mayores gravámenes impositivos para las grandes fortunas, mejor acceso a la vivienda y eliminación de los llamados minijobs, que –a su juicio– están perpetuando la precariedad del empleo y agudizaron la situación de millones de personas durante los meses de inactividad de la pandemia. “Esas condiciones son difíciles de aceptar para la CDU-CSU, que tiene un fuerte contenido conservador”, advirtió el analista político Martin Korte.
El FDP es mucho más intransigente en materia económica, en particular sobre la deuda acumulada durante la epidemia de Covid y un manejo más virtuoso de las finanzas públicas. Los dos sectores, en diferente tono, son partidarios de acelerar la modernización del país, que es una de las asignaturas que dejó pendientes Merkel.
En teoría, el FDP tiene mayor afinidad ideológica con la democracia cristiana, pero le inquieta el “extremismo” económico social de los Grünen. El FDP, que se considera “guardián del alma liberal” de Alemania, se retiró de las negociaciones en 2017 por temor al exceso programático del SPD. En este caso, la presencia de Scholz –que fue ministro de Finanzas de Merkel en los últimos tres años– aparece como una garantía de equilibrio y moderación.
Otra alternativa podría ser la repetición de la Grosse Koalition (gran coalición), formada por la alianza CDU-CSU y la socialdemocracia, que gobernó el país en los últimos cuatro años. Ese escenario complicaría las aspiraciones de Laschet: minoritario en el Bundestag frente a Scholz, no podría reivindicar la conducción de la coalición. Los electores tampoco resultarían demasiado satisfechos, como muestra el éxodo de electores democristianos hacia la socialdemocracia.
Queda finalmente la posibilidad de que los dos gigantes de la política alemana decidan aliarse a los Grünen en una “coalición Kenia” (rojo, negro y verde). Esa hipótesis no es para nada desdeñable. En cambio, parece más difícil un giro más liberal para facilitar una solución tripartita con el FDP que tendría la ventaja de poder simbolizarse con los colores de Alemania (rojo, negro y amarillo).
Las dificultades que aparecen en el horizonte de los negociadores permiten imaginar que –a pesar de la presión del calendario– será difícil encontrar una rápida solución.
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