Alemania dejó atrás la era Merkel con la asunción de Scholz como nuevo canciller
El líder socialdemócrata encabeza un inédito gobierno de coalición con Verdes y liberales con una ambiciosa agenda centrada en el cambio climático y el rigor fiscal; ovación para la exjefa del gobierno
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PARÍS.– Tras jurar ante la Constitución, que en su artículo 56 lo obliga a “consagrar sus fuerzas al bien del pueblo alemán y cumplir sus deberes con la conciencia de ser justo con todos”, Olaf Scholz, de 63 años, se convirtió oficialmente este miércoles en el noveno canciller de la República Federal de Alemania. Como la mayoría de sus ministros Verdes, pero a diferencia de sus aliados liberales del FDP, que manifiestan públicamente su fe, el nuevo jefe socialdemócrata del gobierno no pronunció la fórmula tradicional, aunque optativa, que continúa ese juramento: “Que Dios me ayude”.
Hija de un pastor, Angela Merkel, que dejó sus funciones después de 16 años al frente de la cancillería, siempre se inspiró, por su parte, en esa referencia divina.
Después de más de tres lustros dominados por la omnipresencia de la ahora excanciller, una página terminó en la historia de la política alemana. Una coalición inédita llegó al gobierno, compuesta por la socialdemocracia (SPD), acostumbrada a la gestión del poder, y dos partidos –los Verdes y el FDP– que defendieron durante la campaña programas económicos muy diferentes. El nuevo equipo asume como prioridad la lucha contra el cambio climático y la modernización de las infraestructuras del país, prometiendo al mismo tiempo un rápido retorno al rigor presupuestario.
Pero de proyectos y de nuevas leyes esta vez no se habló. Distribuida durante toda la jornada, la toma de funciones respetó una coreografía perfecta, efectuada sin falsas notas y colocada bajo el signo de la continuidad. “Somos una democracia fuerte y eficaz”, insistió Olaf Scholz.
Votación
La jornada comenzó a las 10 en el Bundestag, donde los miembros del Parlamento depositaron sus boletas en la urna, en una sala adyacente al hemiciclo.
La candidatura de Scholz recibió una mayoría de 395 votos sobre 707. Le faltaron 15 papeletas de la coalición, tal vez debido a que varios diputados estaban enfermos. Con un barbijo negro, como todos sus colegas, el nuevo canciller recibió una ovación de pie. Los diputados se acercaron personalmente a felicitarlo tendiéndole un puño o la palma de la mano… crisis del Covid obliga. Uno de los primeros fue su adversario democristiano (CDU), Armin Laschet. Incluso los diputados de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), parias de la vida mediática y política alemana, se prestaron al ejercicio.
Merkel se había ubicado en la tribuna. La futura jubilada simplemente le hizo un saludo con la mano, lo mismo que su predecesor, el socialdemócrata Gerhard Schroeder, convertido en presidente del consejo de administración del gigante petrolero ruso Gazprom.
Mientras tanto, las selfies se multiplicaban y los ramos de flores se acumulaban en el banco de Scholz, situado en la primera fila del hemiciclo, junto a una canasta de manzanas rojas. Como durante los actos de campaña, en Berlín o en Munich, el excandidato sonreía detrás de su barbijo sin jamás acceder a un “aparté”. Así es el estilo del nuevo canciller, apodado Scholzomat (el autómata), cuyo autocontrol es un eterno motivo de burla incluso en su propia mayoría.
Es verdad que la agenda, cargadísima, limitó en forma drástica las efusiones. Hacia el mediodía, el canciller y su nuevo equipo eran esperados del otro lado del parque berlinés del Tiergarten, en el Castillo de Bellevue, residencia del presidente de la república, donde el ministro de Agricultura, el verde Cem Özdemir, llegó en bicicleta. A diferencia de la arquitectura estilizada del Bundestag y sus fachadas transparentes, ese edificio constituye el pesado simbolismo del poder.
En la sala de recepción, el canciller y cada uno de sus 16 ministros –ocho hombres y ocho mujeres– recibieron un ejemplar personal de su acta de nominación, el famoso Ernennungsurkunde, depositado sobre un atril por un ujier en guante blanco. El vicecanciller y ministro de Medioambiente, el también verde Robert Habeck, que por primera vez llevaba una corbata, recibió el documento directamente de manos del presidente, Frank-Walter Steinmeier.
“Los esperan pesadas responsabilidades en tiempos difíciles. El mundo entero tiene los ojos puestos en ustedes”, les dijo el jefe del Estado, considerado como la conciencia moral del país. Steinmeier recordó los desafíos que les esperan a nivel mundial y continental.
Intereses propios y ajenos
“Estamos en el centro de Europa, y promoviendo nuestros propios intereses deberíamos tener en cuenta los de nuestros vecinos”, advirtió, recordando la crisis sanitaria, que causó más de 100.000 muertos en ese país.
La última etapa de la transmisión de poderes se realizó en la sede de la cancillería, a dos pasos del Bundestag, donde lo esperaba por última vez Merkel.
“Usted marcó nuestro país”, la felicitó Scholz, expresando su deseo de “apoyarse” en el trabajo realizado por el gobierno anterior al cual perteneció como ministro de Finanzas. El flamante canciller evocó asimismo la estrecha colaboración entre él y su exjefa, “nacida en particular durante la crisis financiera de la zona euro”, explicó.
“Quisiera proseguir con la mentalidad” regional de la excanciller, bromeó Scholz, que durante la campaña no dudó en adoptar muchas de sus poses. Merkel nació en Hamburgo, la ciudad de Olaf Scholz, antes de mudarse con su familia a Uckermark, en la entonces República Democrática de Alemania y que hoy forma parte del land de Brandeburgo.
Enseguida, un militar de alto rango distribuyó ramos de flores a cada miembro de ambas administraciones. Fiel a su legendaria sobriedad, a la que jamás renunció durante 16 años, la excanciller deseó buena suerte a su sucesor solicitándole “trabajar por el bien de nuestro país”. Parecía calma y relajada.
“Tome posesión de esta casa. Es una tarea apasionante y gratificante, también exigente. Pero si uno la asume con alegría, puede ser una de las tareas más hermosas”, dijo Mutti antes de partir hacia un futuro que nadie conoce.
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