Alemania abandona la doctrina pacifista que siguió desde el nazismo y se arma para frenar a Putin
Scholz aumento el presupuesto militar y autorizó el envío de armas a Ucrania
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PARÍS.– Cuando se silencien las armas, el gran acontecimiento geopolítico de la guerra de Ucrania será el cambio de doctrina alemán, que esta semana decidió abandonar su histórico pacifismo: aumentó su presupuesto militar a 100.000 millones de euros y autorizó las exportaciones de armas al gobierno del presidente Volodimir Zelensky para que pueda resistir a la invasión rusa.
“Putin coloca en peligro la seguridad europea. Hay que decirlo claramente. Hagamos frente a ese desafío con sangre fría y determinación”, explicó ante el Bundestag el canciller Olaf Scholz.
Ese cambio de doctrina diplomática y militar constituye una auténtica revolución copernicana porque introdujo tres modificaciones radicales en la ambigua posición de neutralidad adoptada hace 75 años para expiar el tremendo pecado cometido por el régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
La primera es el abandono de la llamada doctrina de “no intervención en conflictos exteriores” que impedía la participación de efectivos militares alemanes en suelo europeo. Esa línea sufrió una primera transgresión en 1999, cuando soldados de la Wehrmacht integraron —como fuerza logística— el contingente de la OTAN que participó en el conflicto de Kosovo.
El giro de 180 grados resuelto por el canciller socialdemócrata Olaf Scholz marca, en segundo lugar, una ruptura con la Ostpolitik (apertura al Este) propiciada desde el final de los años 1960 por Willy Brandt. Convertida prácticamente en doctrina oficial de la social-democracia, esa política traducía la esperanza de asegurar el mantenimiento de la paz —en plena época de guerra fría— a través del diálogo y el desarrollo de relaciones comerciales, en particular con la RDA (República Democrática Alemana), en forma más general con los países comunistas de Europa del Este y más específicamente con la Unión Soviética.
Frente a las ambiciones expansionistas del líder ruso Vladimir Putin, el gobierno de Berlín aprobó el envío a Ucrania de .000 armas antitanque y 500 misiles tierra-aire, una actitud que le valió el aplauso sostenido de los diputados del Bundestag, excepto los representantes del partido de extrema derecha Alternativa por Alemania (AfD).
El tercer cambio importante fue la aprobación de un fondo especial de 100.000 millones de euros (111.000 millones de dólares) destinado a modernizar las fuerzas armadas. De los 500.000 hombres que tenía en 1989 cuando cayó el Muro de Berlín, en la actualidad la Bundeswehr solo totaliza 200.000 efectivos que, por lo demás, están “muy mal equipados”, según un informe del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) de Londres. El aspecto clave del gesto de Scholz es que se comprometió a consagrar más del 2% de su PIB para reforzar el presupuesto militar alemán. En 2021, por ejemplo, estuvo limitado a 1,21%, cifra sensiblemente inferior al nivel que reclamaba desde hace años la OTAN. Los reclamos en ese sentido formulados por Donald Trump —con descortesía y tono amenazante— provocaron el enfriamiento que sufrieron las relaciones entre Estados Unidos y Alemania entre 2017 y 2021.
Un elemento decisivo de ese giro trascendental es la influencia que tuvieron los Verdes, aliados de Scholz en el gobierno. Inicialmente hostiles a esos cambios de doctrina que no figuraban en el acuerdo de coalición firmado con los socialdemócratas y liberales, los ecologistas cambiaron de opinión cuando comprendieron las amenazas que entrañaba la brutal política exterior de Putin a partir de la invasión de Ucrania: “Cuando el mundo cambia, nuestra política exterior también debe cambiar”, justificó la ministra verde de Relaciones Exteriores, Annalena Baerbock, evocando en forma implícita la doctrina definida por el ex responsable de la diplomacia alemana, el ecologista Joschka Fischer, durante el conflicto de Kosovo. “Nunca más la guerra de un lado y nunca más genocidio del otro”.
Para agregarle dramatismo a su cambio de posición, Baerbock agregó: “Los niños ucranianos podrían ser los nuestros”.
El cambio también fue desgarrador para Christian Lindner, ministro de Finanzas del Partido Liberal, tradicionalmente hostil a todo “exceso”. Sin renunciar a su promesa de terminar el año sin déficit público, consideró que la dotación especial no era un gasto, sino una “inversión en nuestra libertad”.
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