Alarma en Pekín: la crisis demográfica china amenaza a la economía y al régimen
La tasa de natalidad es la más baja de los últimos 61 años y deja al descubierto los límites del gobierno, que no logra reactivar con sus políticas el crecimiento poblacional
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PEKÍN.– China anunció este lunes que en 2021 su tasa de natalidad se derrumbó por quinto año consecutivo. El país más poblado del mundo está cada vez más cerca de ese momento bisagra en que su número de habitantes puede empezar a disminuir, acelerando una crisis demográfica que pondría en jaque su vigor económico y hasta su estabilidad política.
Sumada al aumento de la expectativa de vida que trajo aparejada la transformación económica china de las últimas cuatro décadas, la caída de la natalidad implica que la cantidad de personas en edad de trabajar seguirá disminuyendo en relación con la cantidad de personas demasiado viejas para hacerlo. Eso podría generar escasez de mano de obra, un freno al crecimiento económico, y una caída de la recaudación impositiva necesaria para solventar a una población cada vez más envejecida.
Para Pekín, esta tendencia representa un enorme problema político, que viene a sumarse al viento de frente que atraviesa su economía. Además de los datos demográficos, China también informó que el crecimiento durante el último trimestre de 2021 se desaceleró a un 4%.
Hace tiempo que el gobernante Partido Comunista empezó a tomar medidas para contrarrestar la caída de la tasa de natalidad. En 2016, flexibilizó su tristemente célebre política de “un solo hijo” para permitir tener hasta dos, y el año pasado la amplió a tres. También ofrece incentivos a las familias jóvenes y promete mejorar la normativa laboral para padres y las condiciones de guarderías y educación inicial. Pero ninguna de esas medidas ha logrado revertir una cruda realidad: las mujeres chinas que quieren tener hijos son cada vez menos.
“La magnitud de la crisis demográfica que enfrenta China excede todo lo que puedan imaginar las autoridades chinas y la comunidad internacional”, dice Yi Fuxian, profesor de la Universidad de Wisconsin-Madison, que sostiene desde hace tiempo que los líderes del Partido Comunista subestiman los datos poblacionales.
En 2021, el número de nacimientos cayó a 10,6 millones, en comparación con los 12 millones del año anterior, según cifras de la Oficina Nacional de Estadísticas. El número es todavía menor que el de 1961, cuando el Gran Salto Adelante, la política económica de Mao Tse-Tung, desató una ola de hambruna y de muerte en todo el país.
Ahora, por primera vez desde el Gran Salto Adelante, la población de China pronto podría empezar a reducirse: en 2021 murieron 10,1 millones de chinos, casi igual al número de nacimientos. De hecho, algunos demógrafos dicen que el giro ya se produjo.
“2021 pasará a la historia de China como el último año en que China experimentó un crecimiento demográfico”, dice Wang Feng, profesor de Sociología en la Universidad de California en Irvine, y agrega que la tasa de natalidad de 2021 fue más baja que las estimaciones más pesimistas.
Un declive similar se está viviendo en otras sociedades ricas, aunque la mayoría de los expertos coincide en que la situación de China es más complicada debido a los efectos indeseados de la política de “un solo hijo”, que desde 1980 hasta 2015 controló las opciones reproductivas de las mujeres.
Si bien el objetivo de esa política era reducir la tasa de natalidad para impulsar el crecimiento económico, uno de sus efectos no buscados fue que ahora hay menos mujeres en edad de procrear.
Maternidad postergada
Para colmo, el gobierno empezó a flexibilizar las restricciones a la planificación familiar justo cuando mejoraron las condiciones sociales y económicas de las mujeres, que comenzaron a posponer el matrimonio y la maternidad. Ahora, hay muchas mujeres que directamente no quieren tener hijos.
“La verdad que no quiero gastar todo lo que gano y mis ahorros en los hijos”, dice Wang Mingkun, de 28 años, que vive en Pekín y es profesora de coreano. “No odio a los niños, sino todo lo contrario”, aclara Wang. “De hecho, me gustan, pero no quiero tener que criarlos”.
Como la regla de “un solo hijo” fue uno de los pilares de la política del Partido Comunista durante décadas, las preguntas sobre sus consecuencias se han vuelto políticamente ríspidas. La semana pasada, cuando un destacado economista escribió que la forma de resolver la disminución de la tasa de natalidad de China era imprimir miles de millones de billetes, fue rápidamente censurado de las redes.
Ren Zeping, el economista, publicó en las redes sociales un trabajo de investigación donde asegura que si Pekín destinara el equivalente a unos 313.000 millones de dólares al pago de incentivos, como premios en efectivo, exenciones impositivas para parejas y más guarderías públicas, el problema se solucionaría. “De aquí a diez años, China tendría 50 millones de bebés más”, explica Zeping.
Su sugerencia provocó de inmediato un feroz debate online, y a continuación su cuenta de la red social china Weibo fue suspendida por “violaciones a la normativa vigente”.
Avance gradual
El líder chino Xi Jinping ya había propuesto medidas similares en el pasado, aunque no a esa escala, pero finalmente optó por avanzar de forma más gradual, para evitar dejar en evidencia las consecuencias de las políticas anteriores.
Más recientemente, Pekín prometió reforzar las leyes contra la discriminación de las madres que deciden trabajar. También prohibió las clases particulares para frenar el aumento de los costos educativos y desincentivar la competencia entre los padres jóvenes, una de las razones para no querer tener hijos que más mencionan las parejas.
Algunos de los esfuerzos del gobierno han agravado aún más el problema y generado más ansiedad en torno a la paternidad y el matrimonio.
“Las mujeres solteras son cada vez más reacias a casarse”, dice Zheng Mu, profesora adjunta de Sociología de la Universidad Nacional de Singapur. “Las mujeres saben que si se casan sus opciones serán mucho más limitadas.”
Las parejas que se establecen y forman una familia tienen que preocuparse de que sus hijos tengan acceso a los mejores maestros, en un país donde la educación se considera como el principal pasaporte a una vida mejor. Los padres gastan la mayor parte de sus ingresos en clases particulares y actividades educativas para sus hijos.
Aunque las autoridades dicen que es ilegal discriminar a las madres jóvenes en sus lugares de trabajo, en los hechos sigue ocurriendo, y eso desalienta de tener más hijos a las parejas que para poder hacerlo necesitan un doble ingreso. Y aunque se fomenta el ingreso de las mujeres al mercado laboral y se les dice que son iguales a sus colegas varones, el mandato social que las considera básicamente como “cuidadoras” no ha cambiado.
“Se alienta a las mujeres a tener éxito en la educación y la carrera”, dice Zheng Mu. “Pero ese impulso no vino acompañado de una dinámica de cambio de roles en los hogares”.
Traducción de Jaime Arrambide
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