Alarma en la frontera: el mayor grupo criminal brasileño exhibe su poder en Paraguay con una serie de asesinatos
La influencia del Primer Comando de la Capital (PCC), el grupo más poderoso de América del Sur, crece en las ciudades fronterizas, puntos calientes del narcotráfico internacional
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SAN PABLO.- Una serie de muertes violentas en Pedro Juan Caballero, en Paraguay, hizo saltar la alarma sobre el dominio que tienen las facciones criminales en la frontera de ese país con Brasil.
En menos de una semana se produjeron seis asesinatos, que empezaron con una masacre la madrugada del sábado pasado. En ese crimen murieron cuatro jóvenes que salían de una discoteca. Entre ellos estaba Haylee Carolina Acevedo Yunis, de 21 años, hija del gobernador de Amambay, Ronald Acevedo. Días después, el martes, el policía Hugo Ronaldo Costa, de 32 años, fue ejecutado a tiros. Ya son más de un centenar las víctimas de asesinatos en la frontera este año. Sobre todas estas muertes planea la sombra del Primer Comando de la Capital (PCC), el mayor grupo criminal de Sudamérica, que hace años dejó de ser un problema exclusivo de Brasil.
La región fronteriza de Pedro Juan Caballero y su ciudad gemela, Ponta Porã, en el estado brasileño de Mato Grosso del Sur, se convirtió en una de las zonas más codiciadas por el narcotráfico internacional. Es la principal ruta de entrada de la cocaína boliviana y la marihuana a la región del sudeste de Brasil: desde allí la droga se distribuye por el país en avión y camiones y también se exporta a Europa a través de los puertos de Santos, en San Pablo, y Paranaguá, en el Estado de Paraná.
El interés del PCC en la región quedó claro en 2016, cuando la facción llevó a cabo una acción cinematográfica para matar al narcotraficante Jorge Rafaat Toumani, de 56 años, conocido como “el rey de la frontera”. Fue ametrallado con más de 400 proyectiles calibre 50, armamento de guerra que se utiliza para derribar aviones. Además, el grupo criminal Comando Vermelho, con sede en Río de Janeiro y rival del PCC, también tiene presencia e intereses comerciales en la zona, lo que convierte la frontera en un polvorín.
Desde la muerte de Rafaat, el PCC trabajó para expandir su dominio y solidificar su presencia en Paraguay. La masacre del sábado puede estar relacionada con este movimiento. Además de Haylee, Omar Vicente Álvarez Grance, de 32 años, los brasileños Kaline Reinoso de Oliveira, de 22, y Rhannye Jamilly Borges de Oliveira, de 18, murieron a la salida de la discoteca. Se encontraban todos en un coche cuando unos pistoleros bajaron de una camioneta, abrieron fuego y huyeron. La acción, registrada por las cámaras de seguridad del local, duró menos de diez segundos. Otras tres personas resultaron heridas y fueron trasladadas a un hospital de la región. El gobierno paraguayo declaró que una había muerto, pero corrigió la información posteriormente.
Según las autoridades, Omar, conocido como Bebeto, era el principal objetivo de los asesinos y tenía vínculos con el narcotráfico. El joven era informante de la Secretaría Nacional Antidrogas de Paraguay, y se cree que reveló a la agencia sobre una reunión de miembros del PCC que tuvo lugar en un túnel de lavado de coches de su propiedad en marzo de este año, según publicó el portal UOL. La acción terminó con la detención de 14 miembros de la facción, entre ellos Weslley Neres dos Santos, alias Bebezão, uno de los líderes del PCC en la región, y la incautación de seis fusiles. Santos cumple condena en la Prisión Federal de Porto Velho. El asesinato de Omar podría ser una represalia del grupo criminal.
Las huellas del PCC en los asesinatos ocurridos en los últimos días van más allá de la masacre. El policía Hugo Ronaldo Costa fue asesinado cuando volvía a casa en su coche. No se llevaron ninguna de las pertenencias del agente. Según el diario paraguayo La Nación, junto al vehículo se dejó una nota en portugués con el siguiente mensaje: “Dejen de oprimir a la población que está dentro [en la cárcel] porque iremos a por ustedes, como ya hemos ido por compañeros suyos”. Al parecer, la nota se refiere a los abusos cometidos por la policía dentro del sistema penitenciario paraguayo, que alberga a decenas de presos de la facción brasileña.
Además de la masacre y del asesinato del policía, el día 8 mataron a tiros a Farid Charbell Badaoui Afif, de 37 años, concejal de Ponta Porã, mientras montaba en bicicleta por la ciudad. Sus asesinos le dispararon desde una moto y huyeron. Hasta ahora, las autoridades no señalan ninguna relación entre la muerte del político brasileño y los otros crímenes.
Además de controlar las calles, la fuerza del PCC también se nota en las cárceles de Paraguay. En enero de 2020, al menos 75 reclusos del grupo criminal se fugaron de la prisión de Pedro Juan Caballero por un túnel que habían construido durante semanas. Se trató de la mayor fuga de la historia de Paraguay, según la ministra de Justicia, Cecilia Pérez. El episodio también evidenció el poder de la corrupción: “Hay una connivencia categórica de los funcionarios de prisiones”, afirmó Pérez.
En febrero de este año, tuvo lugar otra demostración de fuerza de las facciones en las cárceles paraguayas: en la prisión de Tacumbú (en las afueras de Asunción) se produjo un motín por el traslado de un miembro del PCC a otra unidad, que se saldó con al menos siete muertos, tres de ellos decapitados, según informó Santi Carneri.
EL PAÍS, SL
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